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El buen gusto de subirse al Orient-Express

Wiesenthal, que ya había escrito hace cuarenta años una obra sobre este servicio inaugurado en 1883 para conectar París con Estambul, firma ahora con Orient-Express. El tren de Europa [1] un texto para el que lleva preparándose desde que era un chaval pero escrito frisando los ochenta, con el encanto del viejo gruñón que se queja de todo porque está de vuelta de todo. Un libro de viajes y memorias, de añoranzas de lo mejor del pasado y críticas a lo peor del presente.

Convencido de que no hay nada más bello que el comedor encendido de un tren, se recrea el ensayista en todo cuanto lo decora por fuera y por dentro; se propone y consigue que vivamos el viaje por una Europa ya extinta incidiendo en sus años de esplendor, glamur y lujo sin ahorrar detalle, deteniéndose en marqueterías, puertas, cortinas, camas, sábanas, menús… e investigando a dónde fueron a parar cuando Europa se puso imposible y todo se fue al traste.

Aunque salpicada en todo momento de vivencias personales, la propuesta de Wiesenthal se estructura en una parte histórica que repasa el auge y caída del Expreso de Oriente que hizo posible la Compagnie des Wagons-Lits y las líneas que se fueron abriendo (Simplon, Direct, Arlberg, Venice); otra parte que va dando entrada a la remesa casi infinita de grandes personalidades que se subieron al tren, sobre todo a lo largo del siglo XX; y una última parte, que se localiza en el tramo final, en la que el autor relata su llegada a Estambul (“no conoce el mundo quien no ha visto amanecer en Estambul”), con paradas previas en los Balcanes y Bucarest, y en compañía de otros viajeros con los que dialoga y comparte historias de intriga, delitos y amor en el tren de sus desvelos.

Pasajeras predilectas

Entre los personajes retratados los hay de la realeza, la política, el espionaje, la pintura, el cine o la literatura. Parecen interesarle especialmente algunas mujeres; caso de esa holandesa llamada Margaretha Geertruida Zelle pero más conocida como Mata Hari, “la mujer más peligrosa en las leyendas de espionaje de la Belle Époque”. Otras protagonistas son la bailarina y actriz Joséphine Baker, la ya citada Agatha Christie –que le sirve para recordar las grandes nevadas que suelen asociarse al Orient-Express, alguna legendaria como la de 1929–, Coco Chanel o la reina Victoria, quien tuvo, por cierto, el honor de estrenar el primer tren con toilettes.

Mauricio Wiesenthal.

Aparte de la creadora de Hércules Poirot, otros tres escritores británicos gozan de merecido espacio en esta historia: Graham Greene, que tituló Stambul train una de sus primeras ficciones, D.H. Lawrence, que ambientó algunas escenas de El amante de Lady Chatterley en sus vagones, e Ian Fleming por hacer de este convoy un personaje más de la novela Desde Rusia con amor, adaptada luego al cine con Sean Connery como James Bond viajando con destino a Estambul. Aparte de las versiones cinematográficas y televisivas del texto de Christie hay otras tramas con el Orient-Express de fondo en la gran pantalla como Alarma en el expreso de Alfred Hitchcock o Viajes con mi tía de George Cukor.

Enamorado de las locomotoras de vapor y del lujo entendido “como la conservación del arte y la historia”, el Orient-Express encarna como ninguna otra reliquia del pasado lo que Wiesenthal entiende por buen gusto. Y lo defiende con nostalgia y humor: “No hay nada como viajar en un tren de la Belle Époque para comprender que el mundo, en la medida que se hace más eficaz y pretende ser más práctico, se vuelve también menos estético, igual que los nuevos ricos pasean por la ciudades con chaquetones encerados, como si estuviesen en el bosque o fuesen a cazar patos”. Su libro es el mejor homenaje posible a esa idea.

[1]

Orient-Express. El tren de Europa [1]

Mauricio Wiesenthal

Editorial Acantilado

384 páginas

22 euros