Pero también merece ser citado el gallego Juan Rodríguez del Padrón no por sus crónicas viajeras, sino porque fue un gran viajero por Europa antes de tomar el hábito franciscano en Jerusalén y ser quien inauguró el género de la ficción sentimental con Siervo libre de amor.
El tema del viaje, del desplazamiento, también está presente en los relatos de conquista o las biografías de personajes, como ocurre con el Poema de Almería, el cantar de la conquista del mayor puerto de Al-Andalus por parte de Alfonso VII en 1147, o con el Poema de Mio Cid (hacia 1200), cantar de gesta anónimo que relata las heroicas hazañas de Rodrigo Díaz de Vivar, el caballero castellano que hace de su viaje de destierro un camino de conquistas desde Burgos hasta Valencia.
Este es el adiós del Cid a Vivar, tras convocar a sus vasallos, muchos de los cuales se destierran con él: “A los que conmigo vengan que Dios les dé muy buen pago;/ también a los que se quedan contentos quiero dejarlos./ Habló entonces Álvar Fáñez, del Cid era primo hermano:/ ‘Con vos nos iremos, Cid, por yermos y por poblados;/ no os hemos de faltar mientras que salud tengamos,/ y gastaremos con vos nuestras mulas y caballos/ y todos nuestros dineros y los vestidos de paño,/ siempre querremos serviros como leales vasallos’./ Aprobación dieron todos a lo que ha dicho don Álvaro./ Mucho que agradece el Cid aquello que ellos hablaron./ El Cid sale de Vivar, a Burgos va encaminado,/ allí deja sus palacios yermos y desheredados”.
Siete siglos después, José Ortega y Gasset, en la primera de las Notas de andar y ver (El Espectador), hace alusión a las tierras en las que El Cid inicia el viaje y a las que habrá de volver “cargado de honra” quien sería buen vasallo, si tuviese buen señor: “Por tierras de Sigüenza y Berlanga de Duero, en días de agosto alanceados por el sol, he hecho yo -Rubín de Cendoya, místico español- un viaje sentimental sobre una mula torda de altas orejas inquietas. Son las tierras que el Cid cabalgó. Son, además, las tierras donde se suscitó el primer poeta castellano, el autor del poema llamado Mio Cid”.
Además de las obras mencionadas, el tema de viaje o la descripción paisajística también aparecen vinculados a obras del Romancero de aventuras, género caracterizado por la lírica y la fragmentación, el Mester de Clerecía (Milagros de Nuestra Señora, Libro de Buen Amor, Libro de Aleixandre, Libro de Apolonio) y la narrativa más historiográfica, como: la Estoria de España y General estoria, de Alfonso X el Sabio; La Fazienda de Ultramar, un itinerario geográfico e histórico del siglo XIII como guía de peregrinos a Tierra Santa; La Gran conquista de Ultramar, crónica novelesca de la conquista de Jerusalén durante la Primera Cruzada y que data de finales del siglo XIII; El Victorial o Crónica de Pero Niño, que narra las hazañas de este personaje por parte de su alférez Gutierre Díez de Games; Generaciones y semblanzas de Fernán Pérez de Guzmán (1450), que recoge biografías de personajes ilustres contemporáneos o próximos en el tiempo; y las crónicas de Hernando del Pulgar.
No obstante, la historiografía en el siglo XV está protagonizada fundamentalmente por Enrique de Villena, cuyo texto más importante es Los doce trabajos de Hércules. En cuanto a la novela de caballerías, puede decirse que se abre con el Libro del caballero Zifar (s. XIV), en donde, entre otras historias, se narra la de Roboán desde que abandona el reino de Mentón hasta que consigue ser coronado emperador.
Por su parte, algunos de los cuentos moralizantes de la serie de exempla del Conde Lucanor (Infante don Juan Manuel, s. XIV) se sitúan en diversas ciudades españolas o en países extranjeros, o hacen referencia a viajes y peregrinaciones.
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