Sin embargo, en su caso, la cabeza viajó mucho más que sus piernas, las cuales, a luz de los datos disponibles de su biografía, no recorrieron mucho más de la distancia que separaba su pueblo natal, Stratford-upon-Avon, en el corazón de Inglaterra, de Londres. No obstante, el agujero negro de su desaparición (en 1585 sale de su ciudad natal sin dejar rastro y solo se le encuentra, ligado ya a la escena teatral londinense, casi una década después) ha dado lugar a las más diversas conjeturas acerca de que durante este periodo visitara distintos países y ciudades europeas. Se le ha situado en Praga, Roma y Florencia, y también hay quien aventura que pueden buscarse huellas de sus pasos por España: Navarra, Valladolid, Granada…
Tampoco es mucho lo que se puede deducir de los aspectos más autobiográficos de sus textos, aunque la ubicación de muchas de sus obras en el extranjero haya dado lugar a todo tipo de especulaciones. Curiosamente ninguna de las obras de Shakespeare está ambientada en Londres y, en cambio, la trama de un buen número de ellas (al menos, un tercio de sus 37 obras de teatro) se desarrollan en Italia, país por el que el dramaturgo británico sentía una especial predilección: Verona, Venecia, Roma, Florencia Sicilia, Messina… sirvieron de escenario a las obras que se representaron en el famoso Globo, una sala con capacidad para más de 3.000 personas situada a las orillas del Támesis. Dinamarca, Escocia y distinto lugares de la propia Inglaterra también sirvieron de ambientación para las tramas shakesperianas.
Quizás su obra más viática sea La tempestad, en la que pueden apreciarse algunas de las señales que caracterizaron a la nueva era de desplazamientos y colonización recogidas en los libros de viajes propiamente dichos. En cualquier caso, es posible deducir que el genio inglés, de quien el crítico Harold Bloom afirma que “alguna vez en la vida uno se encuentra pensando en algo que ya dijo Shakespeare”, asumía la vida como un viaje hacia ese lugar imaginario, cielo o infierno, hacia el cual todos avanzamos, “el país desconocido del cual ningún viajero vuelve”. En resumen, seguramente uno no puede hablar de él como viajero, pero sí de los viajes que su literatura nos permite hacer.
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