Pasó varios años de su juventud exiliado en el Cáucaso y Crimea, cuyos paisajes le impresionaron. Allí compuso el poema romántico El cautivo del Cáucaso. Volvería al territorio caucasiano a los 30 años, recogiendo sus impresiones en Viaje a Arzrum, obra que supone un cambio en los registros literarios del escritor.
Poco después, en El maestro de postas, un cuento que forma parte de Los relatos del difunto Iván Petróvich Belkin, narró la historia de un maestro de postas que vive solo con su hija, la cual le es arrebatada de forma imprevista por un húsar; sin embargo, como en la parábola del hijo pródigo, la joven termina retornando al hogar paterno. El relato es narrado por un viajero que visita en tres momentos diferentes la casa de postas y supone un espléndido reportaje que nos permite viajar en el tiempo y en el espacio a los confines del imperio ruso en un puñado de páginas que valen por muchos volúmenes.
Otras obras de Pushkin ampliamente difundidas son La dama de picas, evocación de un San Petersburgo antiguo y nocturno en el que un jugador intenta apoderarse de la combinación de tres cartas que le dará la suerte, pero que únicamente conoce una vieja condesa; la novela histórica La hija del capitán, y la singular Eugenio Oneguin, una novela en verso cuyo héroe ha servido de modelo desde entonces a otros escritores.
Gógol
Junto a Pushkin, Nikolái Gógol es el gran escritor del romanticismo ruso. Gógol muestra una narrativa impregnada de evocaciones de la Ucrania de su infancia, de cuadros costumbristas de su estancia en San Petersburgo (Historias de San Petersburgo), de notas y recuerdos de sus viajes por Europa (pasó casi cinco años viviendo en Italia y Alemania, y viajó también por Suiza y Francia) y de estampas de su residencia en Roma.
Fue durante este periodo viajero cuando escribió el enigmático e inacabado relato de Almas muertas, cuyo protagonista, el pícaro Chichikov, emprende un viaje en su troika (carruaje tradicional ruso, tirado por tres caballos) por los amplios territorios de la vasta Rusia, deteniéndose en ciudades y aldeas con la intención de comprar almas muertas (siervos fallecidos, pero aún no declarados muertos al fisco por sus propietarios con el fin de conseguir mayores propiedades); al final, cuando ya parecía un negociante de éxito, debe huir por el escándalo que suscita el misterioso negocio de comprar almas, almas muertas.
La obra, cuya trama parece haber sido sugerida por Pushkin, supone la cumbre novelesca de Gógol, iniciada con El capote, evoca por momentos a La Odisea y El Quijote y tiene escenas memorables, como la que recrea el trepidante galope sin fin de la troika por la inmensa estepa blanca.
Por España
Una faceta curiosa de la literatura rusa de este período es el de los viajes a España. El primer autor ruso que dejó un libro sobre su visita a nuestro país fue el escritor y periodista Fadéi Bulgarin, autor de Recuerdos de España, escrita poco tiempo después de la guerra contra Napoleón.
Otro enamorado de España fue Vasili Botkin, miembro de la burguesía comercial, crítico de arte y viajero impenitente. Su obra Cartas sobre España da noticia de su periplo, sobre todo por Andalucía, la cual recorrió con devoradora curiosidad durante varios meses en 1845: “Para los habitantes del Norte, viajar por estos países viene a ser lo mismo que beber el vino más excitante y fogoso (…). He visto la naturaleza de Italia y Sicilia; pero en España su belleza adquiere un carácter totalmente distinto: aquí, es grandiosa, inmensa, menos pintoresca, pero en cambio infinitamente más poética. Habla más al alma que a los ojos (…). ¡España! ¡Qué refugio para la gente a quien le aburre Europa! Aquí no solamente la naturaleza es original, también la vida tiene un aspecto diferente que en otras partes”.
Cuando, en su viaje alrededor del mundo, Ivan Goncharov pasó años más tarde frente a las costas españolas, anotó en su diario: “Me gustaría ir a Granada, adonde hizo un viaje tan inteligente el epicúreo Botkin… me gustaría vivir allí un tiempo, tumbarme al pie de una adelfa o de un chopo, mezclando la pereza rusa con la española para ver qué resulta”.
Más viajeros
Fruto de este periplo de dos años y medio de duración es La fragata Pallada, una especie de diario fragmentado en el que Goncharov se muestra como un cronista fiel, minucioso en la descripción de ambientes y contraponiendo en ocasiones los ideales románticos y la imprevisible realidad. En su obra más conocida, Oblómov, Goncharov invita al lector a realizar un particular viaje hasta los confines de la ociosidad.
Otros viajeros rusos por España que también dejaron interesantes relatos fueron el comerciante y diplomático Anátolii Nikokáevich Demídov, cuyo viaje de varios meses de duración le permitió recorrer gran parte del litoral mediterráneo, realizando desplazamientos al interior (Granada, Ronda, Sevilla); el geólogo y geógrafo Piotr Aleksándrovich Chijachov, que prestó especial atención a la flora, a la fauna y a los accidentes geográficos, y el aristócrata Sergéi Sobolevskii, que había sido asesorado acerca de nuestro país por su amigo Próspero Merimée, y cuyos objetivos viajeros eran, entre otros, calentarse al sol de España, escuchar canciones españolas, presenciar danzas y encontrarse con algún bandido “que sea muy pintoresco pero que no resulte muy fiero”.
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