Prosper Mérimée da cuenta en sus Notas de Viajes de sus recorridos por Francia, Italia, Grecia y España, país por cuyos paisajes, gentes y cultura se sintió especialmente atraído, y que le llevaría a escribir Carmen, en la que convierte al narrador de la novela en un viajero por el sur de España.
Théophile Gautier, que parece seducido de distinta manera, pero con la misma intensidad, por la “nostalgia del azul mediterráneo” y el “vértigo del Norte”, dejó una buena colección de libros de viajes en cuyas descripciones subyace su vocación pictórica y los rasgos poéticos de su literatura: Viaje por Rusia, Viaje por Italia, Viaje por España, Constantinopla, etc.
A Alfred de Musset sus Cuentos de España e Italia le revelaron como uno de los poetas franceses más interesantes ya a los 20 años de edad, al tiempo que describe un cuadro costumbrista de ambos países en las primeras décadas del siglo XIX. Algunas de sus composiciones, como la dedicada a Madrid (“la villa blanca de las serenatas”), proporcionan al lector una serie de referencias que hacen de este tipo de texto un verdadero poema de viajes.
Musset vivió un apasionado romance en Venecia con George Sand (Aurore Dupin), cuyo gusto por la naturaleza (influida por su crianza en el campo, en la región de Berry) y por los viajes puede comprobarse tanto en su experiencia vital como en sus relatos viajeros y en la frecuente incorporación tanto de la vida campesina como de los viajes a su obra de ficción. Un invierno en Mallorca es un cuaderno de viaje autobiográfico que relata los meses pasados entre finales de 1838 y principios de 1839 con Frédéric Chopin en la Cartuja de Valldemosa. Sand detalla con amargura las condiciones materiales en que se desarrolló el viaje y la estancia en la isla, pero también describe con admiración las bellezas naturales de Mallorca, algunas costumbres locales de los campesinos y su música popular, en la cual se inspiró el pianista para algunas de sus composiciones.
Dumas
Viajero por tierras españolas fue también Alexandre Dumas, que buscaba entretener con ingenio a los lectores, como sucede con su itinerario español De París a Cádiz, narración novelesca de las andanzas en nuestro país del autor y sus acompañantes, entre los que se encontraba su propio hijo. En Impresiones de Viaje trata de mostrar la imagen del paisaje moderno.
Jean Davillier echaría el cerrojazo al estereotipo romántico de España, aunque aún dejaría esta imagen de la ciudad más deslumbrante que encontraron en su Viaje por España: “El golfo de Nápoles visto desde lo alto del Vesubio, Constantinopla vista desde el Cuerno de Oro, apenas pueden dar idea de un panorama tan magnífico. A nuestros pies, Granada y los campanarios de sus 100 iglesias, que divisábamos a vista de pájaro. Más lejos, las alturas que dominan a la ciudad, sembrada de blancas casas que destacan sobre un tupido verdor, iluminadas por el sol del atardecer con una rosácea luz, nos hacían pensar en los versos del poeta árabe que compara a Granada con una copa de esmeraldas adornada de perlas orientales”. Davillier hizo el viaje acompañado del pintor e ilustrador Gustave Doré.
No obstante, para los críticos y los propios escritores españoles sería Germmond de Lavigne, con El itinerario de la España y de Portugal, quien consiguió la descripción más completa y ajustada a la realidad española del momento, aunque no conviene olvidar la reflexión que hace el periodista, literato y diplomático suizo Charles Didier (Un año en España, 1837): “¡Oh país de contrastes y contradicciones! ¡Pueblo elegante y feroz que hace compatible el baile y la guerra civil, y para quien la muerte y la danza tienen el mismo encanto!”.
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