Con más de 50 novelas a su espalda y una copiosa producción ensayística y poética o como dramaturga y crítica, Oates, nacida en Lockport, Nueva York, en 1938, toca todos los palos de la creación literaria y lo hace bajo un denominador común: la calidad.
Sin fisuras
No hay apenas fisuras en su quehacer, ya sea reinventando la vida íntima, sentimental y espiritual de Norma Jeane Baker (Marilyn Monroe) en la mítica Blonde publicada hace una década. Sirviéndose de fuentes biográficas, acopiando datos y documentos, buceando con paciencia en testimonios de familiares y quienes la conocieron y, sobre todo, huyendo de tópicos e ideas establecidas, la obra deja al descubierto la descarnada odisea de uno de los más sugerentes iconos femeninos del siglo XX. Una mujer magnética, concluía la escritora, cuya constante lucha consigo misma y con una personalidad marcada por la inseguridad y una fuerte líbido le hicieron perder el norte.
En un registro muy diferente, Joyce Carol Oates había escarbado en 1998 en el mundo de la adolescencia con El primer amor, un cuento gótico asfixiante que los años han erigido en relato de culto.
Pero hay mucho más en el largo trayecto narrativo de esta mujer de aspecto más que frágil, ojos intensos y pulso deslumbrante en la mano que escribe. Ahí están, por ejemplo, y todas con sus correspondientes versiones en español, Qué fue de los Mulvaney, Puro fuego o Un Jardín de placeres y, en los años más recientes, los peculiarísimos homenajes a sus familiares más directos, ya sea la ácida y magistral La hija del sepulturero o la desgarradora Mamá con la que el año pasado dejó boquiabiertos a muchos millones de lectores.
El placer de lo prohibido
Con Infiel, una vez más Oates no se anda por las ramas y pone el dedo en una llaga dolorosa al abordar el adulterio desde el prisma de una sociedad que, al tiempo, ha perdido la inocencia pero se niega a renunciar a esa especie de felicidad que puede aportar lo desconocido, lo prohibido; lo transgresor.
El sexo por el sexo. La sexualidad frente al desencanto político. Frente a la religión. Frente a la ética incluso y a la responsabilidad. El cuerpo como eje. Como centro para aliviar el desencanto. Para sobrellevar una realidad tantas veces gris.
Cuando no se ama demasiado, no se ama lo suficiente. Sirve esta cita de Pascal como pórtico a estos 21 relatos transgresores en los que el dios es la materia. Esa materia que conforma un cuerpo que se enciende y cobra vida real con la proximidad de otro cuerpo.
El placer es el quid de la cuestión. Un placer inmediato, corrosivo, doloroso, a menudo frustrante y esencialmente egoísta. No te busco para ser dos, sino para satisfacer mi yo. Así de crudo. Así de áspero es el fondo que gravita en estos trozos de vidas que Oates coloca ante nuestros ojos en forma de gran literatura.
Como heridas
Historias de transgresión. Como la de la joven encerrada en una obsesiva relación que ve en la violencia y en la venganza una única posibilidad de salida. O la de las dos hermanas adultas que no acaban de superar el súbito abandono materno cuando fueron niñas. O el sufrimiento que puede acarrear la sensación de fealdad en alguien que físicamente no lo es. O la imposibilidad de superar la pérdida “del otro”. O la relación que se basa en el daño mutuo sin que ninguno de los miembros de la pareja sepa librarse de esa espiral de destrucción.
Y esa pieza deslumbrante en la que un anciano se declara incapaz de asumir la vejez y el deterioro e informa a su yerno de la decisión de suicidarse con su mujer, aquella con la que, mientras el cuerpo era joven, fue tan feliz.
Subversivas historias como heridas que a menudo quedan abiertas, como suspendidas en relatos aparentemente inconclusos. Caracterizaciones psicológicas minuciosas, situaciones paradójicas, lacerantes argumentos… de todo se sirve Oates para pintar estos transgresores paisajes en los que amoralidad y felicidad parece que fueran a cogerse de la mano. Pero no.
Infiel. Historias de transgresión.
Joyce Carol Oates.
Alfaguara.