Las obras, que serán depositadas en el Reina Sofía para pasar a formar parte de su colección, pertenecen al marco cronológico encuadrado entre los años sesenta y la actualidad, pero revisten especial importancia las de la década de los noventa y los primeros años del siglo XXI. Este carácter contemporáneo es precisamente el menos representado dentro de su colección actual.
Los 33 artistas reunidos –en su mayoría de Brasil y Venezuela, aunque también hay de Argentina, Colombia, México y EE.UU.– pertenecen a diversas generaciones y cultivan un amplio espectro de prácticas artísticas, desde pintura a escultura, instalación, obra gráfica, dibujo, libros de artista o fotocollage, entre otros.
Más en concreto, los artistas representados son Jaime Castro Oróztegui, Marcos Coelho Benjamin, Sigfredo Chacón, Paulo Climachauska, Eduardo Costa, José Damasceno, José Dávila, Danilo Dueñas, Iran do Espírito Santo, José Gabriel Fernández, Magdalena Fernández, Teresita Fernández, Héctor Fuenmayor, Rubens Gerchman, Fernanda Gomes, Alí González, Ester Grinspum, Arturo Herrera, Oscar Machado, Fabian Marcaccio, Roberto Obregón, Rosana Palazyan, Paulo Pasta, Nuno Ramos, Rosângela Rennó, Miguel Ángel Ríos, Mauricio Ruiz, Valeska Soares, Edgard de Souza Javier Téllez, Marcia Thompson, Angelo Venosa y Augusto Villalba.
Venezuela
Sigfredo Chacón (Venezuela, 1950), con sus obras Autorretrato (1975) y Dibujo sin título (1987), combina pintura, diseño gráfico y dibujo, y permite trazar la ruptura estética que marca el conceptualismo venezolano. Una figura clave de su escena vanguardista, cuya obra escapa al encasillamiento fácil, es Héctor Fuenmayor (1949), que está representado con cuatro obras: el tríptico Cruz y ficción (1978), la instalación Muerte y resurrección (1974-1994), Right and Wrong (1983-1990) y el libro-arte Miranda en la Carraca, algunas transformaciones (1977).
Por su parte, Roberto Obregón (Colombia-Venezuela, 1946-2003) explora planteamientos conceptuales a raíz de su experiencia como ilustrador botánico. Utilizando una variedad de técnicas, incluyendo fotografía, acuarela, fotocopias y collage, sus obras seriales son un registro de la naturaleza. En Pe Eme, de su serie posterior Proyecto Masada, trata el tema del suicidio, la violencia social y la depresión.
En su obra Boceto para una historia natural del Edén (1994), José Gabriel Fernández (Venezuela, 1957) utiliza la materialidad cotidiana: papel tapiz con matices florales intervenido en su follaje con grafitis de baños de hombres, para subrayar que la construcción de la identidad sexual está íntimamente entrelazada con las políticas espaciales. Tablón No 3, realizado en 2006, también forma parte del conjunto donado.
La obra de Jaime Castro Oróztegui (Venezuela, 1968) parte de su formación como escultor e interés por reflexionar sobre el paisaje y su función a lo largo de la historia del arte. En sus obras Long Island, There is no Mountain Higher (1998) y Paisaje 12.2001 (2001) aborda las múltiples formas de representar el paisaje a través de una materialidad manipulada, en donde la tecnología y la materia prima crean nuevas interpretaciones de los espacios.
Interesado por las relaciones espaciales, Alí González (Venezuela, 1962) utiliza la instalación para cuestionar el espacio museístico y un nuevo orden que abra vías comunicativas. Su obra Sin título (2000) es una mecedora cubierta en una red de cuerdas, pudiéndose interpretar como una materialización de las restricciones impuestas por la construcción social del género.
El conjunto donado incluye también obras de artistas interesados en la experimentación escultórica como Óscar Machado (Venezuela, 1953). En una pieza de su serie Echando raíces (1996-1997), alambre de hierro y cemento sirven de herramientas para interpelar el espacio, mostrando la ligereza del hierro y la inmovilidad del peso del cemento.
Artista preocupada por la movilidad de lo material, Magdalena Fernández (Venezuela, 1964) está representada en este conjunto con uno de sus “dibujos móviles”, titulado Cubo móvil (1998), en donde líneas y estructuras de aluminio incitan a la interacción física con sus espectadores.
Augusto Villalba (Venezuela, 1963) ofrece reflexiones sobre la materialidad y su función, tanto artística como social, a través de un lenguaje pictórico que busca unir los objetos encontrados y el ruido visual diario. En él, el color es un elemento significativo y en su obra Sin título, de la serie Jazz (1997), utiliza precisamente el color como estrategia escultórica.
A su vez, Arturo Herrera (Venezuela, 1959) utiliza fragmentos visuales para crear collages, esculturas y murales que se encuentran entre la legibilidad y la abstracción. Su trayectoria está representada por un dibujo-collage, Untitled (2004), en la que, de forma casi escultórica, la obra juega con la presencia y la ausencia, con el espacio ocupado y el vacío.
Conocido por su largo trabajo sobre la enfermedad mental, la locura y la alteridad, Javier Téllez (Venezuela, 1969) es el autor de los seis afiches a color Cactus prints, de la serie A season in hell (1997), que retratan escenas en la prisión venezolana de Tocuyito. Cada afiche ostenta un eslogan para promover la industria turística del país durante la década de los setenta. La tensión entre imagen y palabra visibiliza la maquinaria de la exclusión.
Brasil
Entre los artistas brasileños cuya obra han sido objeto de la donación figura Rubens Gerchman (Brasil, 1942), un pintor y escultor influenciado por el arte Concreto y Neo-concreto y ligado al arte psicodélico y el pop-art. Sus obras tratan temas diversos, desde el aislamiento urbano y la alienación hasta la ubicación geopolítica de América Latina. La obra donada es Burnt perfume (1971).
Angelo Venosa (Brasil, 1954) es uno de los pocos escultores que formaba parte de la denominada “Geração 80”, un movimiento que revalorizó el imaginario y la gestualidad espontánea del artista principalmente a través de la pintura. La pieza incluida en el conjunto es Autorretrato (1999).
En su trabajo Sem titulo (1992), Marcos Coelho Benjamin (Brasil, 1952) utiliza materiales usados con superficies ásperas y gastadas para crear esculturas tridimensionales e instalaciones, enfatizando así la cultura popular de Minas Gerais, su tradición a través del trabajo artesanal y su reaprovechamiento de materiales encontrados.
Ester Grinspum (Brasil, 1955) busca en su obra, tanto en la escultórica como en sus dibujos, una interioridad que se opone a la claridad y a la lógica constructiva vinculada a la modernidad. Emplea un vocabulario premeditadamente subjetivo, constituido tanto por iconos de su propia creación como por aquellos de la historia del arte. Dos obras sobre papel sin título de 1997 conforman su aportación a la donación.
Valeska Soares (Brasil, 1957) se destaca en la vanguardia brasileña desde finales de los 80 hasta principios de los 90. Desde 1992 su obra se posiciona en múltiples plataformas, centrándose en temas como el mundo artístico globalizado, la geografía, la identidad cultural y nacional, la disciplina o la forma. Sem título (from Detour) (2005) y Wishes 22 (1996) son las creaciones de este autor que pasan a formar parte de la Colección del Museo.
El grabador y escultor Mauricio Ruiz (Brasil, 1958) se interroga a sí mismo a través de la materia y el color que ésta le proporciona, indagando los mecanismos que activamos para reconocernos, ya sea en nuestras tradiciones, en una comunidad o simplemente como individuo, como se aprecia en obras como Sem título (1995).
Pintor, dibujante y grabador, Paulo Pasta (Brasil, 1959) es uno de los pintores destacados de la escena de São Paulo en la década de 1990, trabajando la abstracción desde una perspectiva afectiva y poética. Suyo es el lienzo Sem título de 1994. La artista Fernanda Gomes (Brasil, 1960) utiliza materiales sobrantes, objetos cotidianos o muebles desechados y sus obras destacan por estar estrechamente ligadas al espacio en que se despliegan. En el caso de Sem título, de 1994, usó papel e hilo.
El pintor y escultor Nuno Ramos (Brasil, 1960) es un artista polifacético que utiliza diferentes soportes y materiales combinando grabado, pintura, fotografía, instalación, poesía y vídeo. El libro-arte Balada (1995) es ejemplo de ello.
Por su parte, Rosângela Rennó (Brasil, 1962) utiliza fotografías de archivos públicos y privados para cuestionar la naturaleza de la imagen y su valor simbólico, como ocurre en Sem título (XXYX) –in oblivionem, de 1994. Muy interesada en la imagen descartada y la apropiación, Rennó trata de emular los hábitos del coleccionista al juntar diversas imágenes.
Edgard de Souza (Brasil, 1962) experimenta con la creación de objetos tridimensionales, el dibujo, el grabado y la pintura. Produce objetos y esculturas, como Sem título (1997), que indagan sobre la forma humana, aproximándose así a un imaginario surrealista que provoca una sensación de familiaridad y extrañamiento.
En Sem título (2004), Paulo Climachauska (Brasil, 1962) combina el dibujo y la pintura y para indagar sobre las relaciones entre arte, economía y sociedad, y postula que la línea no es un rastro, sino una secuencia matemática que nos permite reflexionar sobre las conexiones entre el valor de la obra artística y su función social.
Rosana Palazyan (Brasil, 1963) experimenta con múltiples técnicas que cruzan escalas diversas –desde el bordado y el dibujo, hasta la performance y las instalaciones urbanas– para crear obras que exploran cómo la narrativa se construye tras los pequeños detalles. En Sem título (1994) ha empleado tela quemada y bordada.
El trabajo de Iran do Espírito Santo (Brasil, 1963) muestra una sutil subversión del minimalismo a través de elementos cotidianos abstractos. Como en Tomogramas (1995) y Sem título (1997), Espírito Santo se ocupa de los atributos táctiles de los materiales elegidos y sus contornos sensuales de formas abstractas simples en el espacio.
Explorando la dicotomía entre lo único y la serie –entre lo continuo y lo discontinuo– las pinturas escultóricas de Marcia Thompson (Brasil, 1968), del estilo de Transparente (1996), piden una mirada no uniforme, capaz de percibir las singularidades dentro de un todo aparentemente homogéneo.
José Damasceno (Brasil, 1968) ha sabido crear un lenguaje propio sin renunciar al influjo de sus predecesores, como Lygia Clark, Helio Oiticica o Cildo Meireles. Combina una poética sensorial e interactiva con un universo personal, marcado por sus referencias al surrealismo y su frecuente uso del humor. Forma parte de la donación con las obras 2 estudos sobre 1 dimensão perdida (1996) y A carta (nó) (2005).
Argentina
Las obras del argentino Eduardo Costa (1940) incluidas en este conjunto –Cuña blanca (1998-1999) y Black Cube (1998-1999)– corresponden a propuestas del artista acerca de la pintura, creando sus llamadas “pinturas volumétricas”, formas escultóricas construidas exclusivamente con pintura.
Miguel Ángel Ríos (Argentina, 1943) combina un acercamiento rigurosamente conceptual con una estética “hecho a mano” meticulosamente construida. En su obra sin título del año 1994, este artista transforma la cartulina en un espacio lleno de líneas, convirtiendo así lo cotidiano en un territorio complejo de movimiento.
Su compatriota Fabian Marcaccio (Argentina, 1963) utiliza técnicas digitales e industriales. En la obra Dead, No No model #2 (1992) fosiliza la pintura, mezclando óleo con silicona.
El colombiano Danilo Dueñas (1956), por su parte, experimenta con materiales y objetos encontrados (readymades) para crear construcciones pictóricas de múltiples lecturas que, al acoplarse de manera armoniosa a su contexto expositivo, logran cuestionar, evocar y desequilibrar al espectador. Es el caso de El sembrador (1991) o Velocidades (2005).
La obra del mexicano José Dávila (1974) se origina en los lenguajes simbólicos que funcionan dentro de la historia del arte y la cultura visual occidental. En obras como su libro intervenido S,M,L,XL (2000), estos lenguajes se reconfiguran como relaciones contradictorias, llevando la correspondencia entre forma y contenido a su límite.
Por último, la obra Untitled (1997), de la estadounidense Teresita Fernández (1968), está compuesta por materiales no tradicionales para crear ilusiones ópticas de movimiento. Esta artista es conocida por sus esculturas e instalaciones públicas a gran escala hechas de materiales diversos, como hilos, aluminio, acrílico, plástico o cuentas de vidrio.
La CPPC ya realizó una importante donación a la Fundación del Museo en 2018, formada por un conjunto de creaciones con el foco en relatos sobre identidad de género, territorio, memoria y lenguaje.
Sobre la CPPC
La Colección Patricia Phelps de Cisneros (CPPC) fue fundada en la década de los setenta por Patricia Phelps de Cisneros y Gustavo A. Cisneros y es una de las principales iniciativas culturales y educativas de la Fundación.
Con sede en Caracas y Nueva York, su misión es promover una mayor apreciación de la diversidad y riqueza del arte de América Latina, así como su estudio. La CPPC alcanza estos objetivos a través de la preservación, presentación y estudio de la cultura material de Iberoamérica, desde lo etnográfico hasta lo contemporáneo.
Sus actividades incluyen exposiciones, programas públicos, publicaciones y becas para la investigación académica y la producción artística. El sitio web de la colección (http://www.coleccioncisneros.org) fue creado para ofrecer una plataforma de debate sobre las contribuciones de América Latina al mundo del arte y la cultura; su inspiración y punto de partida es la propia Colección, pero su objetivo es el descubrimiento y su misión construir una red virtual multilingüe de personas e ideas.