«Nadie sabe muy bien qué esperar de esta edición», declaró Noah Horowitz, nuevo director general de Art Basel, en el preestreno VIP. Se respiraba una «energía excepcional», pero la cuestión era si ésta se podría traducir en ventas.
Los tiempos de incertidumbre suelen incitar a los compradores a inclinarse por artistas más experimentados. Como recordaba la asesora Nilani Trent, «un cambio en la confianza del consumidor» está provocando que el dinero se desvíe hacia otras áreas del mercado. «Durante muchos años el dinero ha estado fluyendo hacia mercados especulativos de artistas, y en momentos como este, los coleccionistas ven más valor a largo plazo en mercados maduros, como el de Warhol”.
Artistas blue chip
En esta línea, Art Basel siempre ha sido un refugio para el arte más blue chip, ese que incluye a artistas de renombre cuya obra ha sido respaldada en subastas durante años. Nombres como Picasso, Richter, Basquiat, Calder y Bourgeois son habituales en la feria, aunque en esta ocasión muchas obras han tardado en venderse. La obra más cara fue un Rothko de 1955, ofrecido por Acquavella Galleries [1] y, al parecer, consignado por Steve Wynn, con un precio de 60 millones de dólares.
Esperanza Sobrino, directora de Acquavella, señaló que el lienzo, que perteneció a la colección de Paul Mellon, «es la obra más cara que hemos traído a Art Basel en los últimos años. ¿Por qué ahora? El mercado secundario funciona de otra manera, no se puede elegir. Esta obra nos fue consignada en las últimas semanas y nuestro cliente quería que la colocáramos cuanto antes».
Según Nilani Trent, los clientes están tardando mucho más en ‘colocar’ sus obras en el mercado secundario. Las transacciones que antes se cerraban «en una semana a la espera de que se vieran» ahora «se alargan varias semanas con muchas idas y venidas entre comprador y vendedor».
A pesar de que los profesionales hablan de un mercado «más frío», muchos clientes no han dudado en comprar. Entre las primeras ventas de siete y ocho cifras realizadas en la feria figuró la gran escultura STRIP-TOWER (2023) de Gerhard Richter, presentada por David Zwirner en Unlimited, por 2,5 millones de dólares. La obra más cara vendida durante el preestreno VIP fue una escultura de Louise Bourgeois de 1996 en Hauser & Wirth, que se vendió por 22,5 millones de dólares a un coleccionista estadounidense; la misma galería vendió un cuadro de Philip Guston por 9,5 millones de dólares.
«Muchas obras importantes se venden el segundo y tercer día, y así ha sido en general en los últimos cinco años», recordó la presidenta de Pace, Samanthe Rubell, señalando que este año la galería ha reducido al mínimo la venta anticipada. «Dejamos espacio para que ocurran sorpresas felices, pero nos aseguramos de que las obras de nuestros artistas entren en las colecciones más importantes». Las transacciones cerradas en el stand en las primeras horas de la feria incluyeron un móvil de Alexander Calder por 2,8 millones de dólares y dos obras más pequeñas del artista, ofrecidas por su familia, por 775.000 y 675.000 dólares.
Sadie Coles, cuya galería londinense vendió múltiples obras nuevas en un stand individual de la artista Laura Owens, con precios entre 90.000 y 1,8 millones de dólares, afirmó que actuó «a la antigua» y no envió a sus clientes una lista previa de obras. En cambio, Gagosian, por ejemplo, remitió una lista de más de cien páginas. Andrew Fabricant, su director de Operaciones, destacó que el día de la inauguración fue «el más ajetreado de los últimos años».
Descenso de las preventas
Hablar de preventas es especialmente relevante tras una temporada de subastas de primavera en Nueva York marcada por las pujas reservadas, las obras compradas y la reducción de las reservas. «La inflación, los tipos de interés, la política y la guerra en curso están afectando a la confianza de los consumidores, lo que provoca una desaceleración del mercado», afirmó Trent.
«Mi impresión general es que el mercado en general está más tranquilo», destacó por su parte el marchante David Nolan, quien añadió que «se trata de una corrección necesaria que el mercado necesita de vez en cuando». Sin embargo, los momentos difíciles también suelen ofrecer oportunidades excelentes para comprar arte, ya que las galerías son más propensas a los descuentos y los coleccionistas buscan liberar capital. «El tipo de personas que viene a Basilea es muy variado, muchas se marcan un presupuesto determinado para la feria y se ven menos afectadas por el mercado de valores y las fluctuaciones de los tipos de interés», explicó Nolan.
En cuanto a las ventas anticipadas, Horowitz consideró que este año hubo menos en la feria, lo que sugiere que los coleccionistas están tardando más en comprometerse: «Hay que trabajar más para hacer negocios, pero se están realizando negocios y a precios bastante elevados».
El consultor Llucià Homs se plantea cuán importante es el descenso que está experimentando en los últimos meses el mercado del arte global. Realmente es difícil de estimar, en parte debido a la falta de transparencia en las ventas de las galerías durante la propia Art Basel, pero también en Frieze y TEFAF, celebradas recientemente. Pero, como afirma Homs, a juzgar por las adjudicaciones en las spring sales del año anterior en las tres grandes casas de subastas, vemos que han sufrido un descenso de cerca del 40%. Resulta complicado determinar si esto representa un reajuste de precios que contrarreste de alguna manera la escalada astronómica de los últimos años, o si es simplemente un bache en una evolución continuista.