Considerado uno de los más importantes representantes del arte óptico, el artista venezolano mantiene un dialogo con la arquitectura y el urbanismo, en un afán de crear situaciones de inmaterialidad, de transfiguración y de ambigüedad del color a través del movimiento. Se trata de un representativo ejemplo de cómo el color, al interactuar con el observador, se convierte en un acontecimiento autónomo capaz de invadir el espacio de forma reflexiva, sin anécdotas, desprovisto de símbolos.
El trabajo de Cruz-Díez se inscribe dentro de las corrientes del arte cinético y del arte óptico, basadas en la experimentación con el movimiento, las interferencias del color y la disposición en el espacio de los elementos que componen la obra. El autor se describe a sí mismo como un autor que practica la disciplina del investigador.