Habitualmente, el Museo dedica una o dos exposiciones al año a la obra de Van Gogh, pero en 2023 organizará tres muestras que, además, itinerarán por diferentes espacios y ciudades, como el Musée d’Orsay en París o The Art Institute of Chicago. También The Metropolitan Museum of Art de Nueva York, el Drents Museum de Assen o el Van Gogh Village Nuenen mostrarán obras del artista de manera destacada.
Pero este año no se habla del artista solo por las muestras que se le dedicarán, sino también porque una de sus obras maestras, Los girasoles, acaba de ser reclamada por los descendientes y herederos de un banquero judío berlinés.
En 1987, Christie’s subastó el cuadro por una cifra récord, casi 40 millones de dólares, aunque los herederos de Paul von Mendelssohn-Bartholdy, que la poseyó hasta la década de 1930, la valoran ahora en 250 millones de dólares. A mediados del pasado diciembre saltó la noticia de que sus herederos reclamaban la obra en un tribunal federal de Chicago.
La demanda de restitución y por enriquecimiento injusto se acompaña con nuevos datos sobre lo que ocurrió con la obra durante el nazismo. Esta ha sido interpuesta por tres demandantes en nombre de más de 30 herederos de la familia Mendelssohn-Bartholdy.
En agosto de 1888, Van Gogh pintó tres versiones de sus famosos girasoles sobre fondo amarillo cuando vivía en Arlés, al sur de Francia. En enero del año siguiente pintó otras cuatro versiones, todas ellas ejecutadas en un mismo tamaño de 90 x 70 cm. Aunque la serie más famosa es la ejecutada en Arlés, el año anterior, durante su estancia en París, ya había realizado varias obras con esta planta como temática principal, en las que las flores, que aparecen cortadas y marchitas, aparecen solas, sin jarrón.
De la tres famosas versiones de 1888 una fue adquirida por la National Gallery de Londres en 1924. Otra versión firmada es propiedad del Museo Van Gogh de Ámsterdam y, la última, sin firmar, fue comprada en 1987 por la aseguradora japonesa Yasuda para exponerla en el museo situado en la planta 42 de su sede central de Tokio.
En 2002, Yasuda se incorporó a una nueva empresa llamada Sompo por lo que la acción legal se dirige ahora contra cuatro entidades de Sompo, incluido su Museo de Arte. Los demandantes consideran que el gigante de los seguros sabía que la pintura era «víctima de las políticas nazis» o era «imprudentemente indiferente» a su historia. Ante esta situación un portavoz de Sompo Holdings afirmó en Courthouse News: «Sompo rechaza categóricamente cualquier acusación de delito y tiene la intención de defender enérgicamente sus derechos de propiedad sobre Los girasoles«.
Peripecia histórica
La obra hoy de Sompo se vendió por primera vez a principios de la década de 1890, pocos años después de la muerte del artista. Tras pasar por varias colecciones fue adquirida en 1910 por el acaudalado banquero Paul von Mendelssohn-Bartholdy (1875-1935), pariente del compositor Felix Mendelssohn. La obra estuvo colgada en una mansión campestre, Schloss Börnicke, a las afueras de Berlín.
El registro de Christie’s de 1987 indicaba que Mendelssohn-Bartholdy había comprado Los girasoles en 1910 y que después lo había vendido a la galería parisina Paul Rosenberg, aunque no se indicaba el año. Al parecer, las últimas pruebas demuestran que el envío se hizo en octubre de 1934. Al año siguiente, Rosenberg vendió el cuadro a Edith Beatty, la esposa de un magnate minero.
Esta fecha resulta de gran interés porque significa que el cuadro fue consignado después de que los nazis tomaran el poder en Alemania en enero de 1933 y en un momento en que la medidas antisemitas se iban endureciendo inexorablemente. Los herederos de Mendelssohn-Bartholdy argumentan que en ese contexto de persecución la venta de Los girasoles no puede considerarse sino forzosa.
En la demanda judicial no se cita el precio que Rosenberg pagó por la obra, aunque los herederos afirman que se vendió en un mercado deprimido y saturado con obras de arte moderno que la persecución nazi había arrebatado a coleccionistas judíos. A lo que Sompo contraargumenta que no hay pruebas del precio al que se vendió la obra.
Esta es ahora la cuestión clave: averiguar si Los girasoles fueron objeto de una «venta forzosa» a bajo precio debido a la persecución nazi. Mendelssohn-Bartholdy murió en 1935 y no llegó a exiliarse, por lo que, por ejemplo, no tuvo que pagar un impuesto exorbitante para sacar sus bienes del país. Si sus herederos logran respaldar su argumentación se probaría que sufrió un perjuicio económico no menor, y uno de los más célebres cuadros del arte moderno podría cambiar de manos.