Los autores, Susana Monteagudo y Carlos Rubio, no han escogido las mejores ni las más apropiadas por su contenido, tampoco las más melódicas o las más divertidas. Simplemente han actuado como meros transmisores de las elegidas por ellos, por niños de carne y hueso que disfrutan o han disfrutado con ellas. En realidad es posible que no valgan para todos, o quizás sí… Quién sabe en realidad. Son sólo ejemplos de cómo disfrutar en familia de la música.
En 100 canciones de adultos para oír con niños los autores establecen a su vez una serie de preliminares a tener en cuenta. Se trata de argumentos basados en la experiencia personal para ayudar a comprender la idea del libro:
– La diversidad es riqueza: para Susana Monteagudo y Carlos Rubio ofrecer a los niños otros tipos de música es “aportarles una cultura rica y variada. Como la dieta. ¿Por qué limitarnos a los más edulcorado? Los niños son inteligentes, y algunas canciones infantiles parecen obviar eso”.
– No siempre se enganchan a la primera: nos pasa a los adultos y los niños no iban a ser menos. Además “son más dispersos y no suelen estar atentos a la música que suena”. Eso sí, que nadie intente forzarlos. Los adultos sólo deben mostrarle los temas y ser conscientes de que ellos tienen una personalidad propia.
– Les gustan si nos gustan a nosotros: la mayoría de las canciones que despiertan un especial interés en los niños vienen precisamente por este motivo. Ellos ven cómo las tarareamos, cómo nos hacen sonreír, cómo cambian nuestro humor y enseguida eso les activa. “Muchas se convierten en sus favoritas porque las oían a menudo. Papá o mamá la ponían a todas horas en el coche…”.
– Les gustan más si se divierten: ver a los mayores bailarla, representarla o catarla a voz en grito siempre triunfa. “Supone invertir tiempo en ellos”, afirman los autores.
– La música es arte y lenguaje: ayudan a ampliar su vocabulario y a abrirse a otros idiomas. Además suponen un referente poético increíble que ayudará a aumentar su sensibilidad y su capacidad crítica.
– Hay momentos y lugares idóneos: estos lugares dependerán de cada familia, pero sin duda, el coche es uno de los mejores lugares “porque al no poder moverse trabajan los otros sentidos”. También pueden escucharse al ir a dormir, mientras ayudan a preparar la comida, cuando se bañan o en alguna celebración.
– Turnos de escucha: son bastante convenientes porque a determinadas edades sólo quieren escuchar lo que les gusta. “Permite que los niños conozcan los intereses musicales de sus padres, y viceversa. Reciprocidad”.
– Películas y videoclips: las canciones que aparecen en las películas suelen llamarles la atención. De la misma forma, los videoclips, imaginativos y entretenidos, suelen llamarles la atención.
– La música en directo: cada vez es más común ver en los grandes festivales como el Primavera Sound o el BBK a padres que han decidido llevar a los niños para pasar una tarde en familia. Además, los conciertos (del tipo que sean) son un momento perfecto para que puedan observar de manera detallada los instrumentos y la forma de interpretarlos.
– Una escucha preliminar: “es recomendable escuchar las canciones primero sin niños”, aseguran los autores. En el libro hay varias canciones que tratan temas como la droga, la prostitución y el alcohol o que contienen palabras inadecuadas. Sin embargo, aún así los padres decidieron compartirlas con sus hijos. Todo depende del criterio de cada uno, pero para no llevarse sorpresas…
Algunos ejemplos
Le Claqueur de Doigts – Serge Gainsbourg, 1959
«En casa de Néstor y Sonia los sábados por la mañana se escucha música y se baila. Pol de 3 y Olivia de 2 se emocionan especialmente con esta canción. Les gusta porque es de «chasquear» dedos y porque se puede bailar muy bien. Y ellos lo hacen con ganas moviendo la caderas y las rodillas. Su padre intenta transmitirles el contenido mitómano de la letra (un tío al lado de la jukebox toda la noche). Y trasladarles al imaginario de cuando era excepcional ser un fanático de la música».
9.6 – La Bien Querida, 2009
«Uma tiene ahora 9 años. Cuando era más pequeña se convirtió en fan de La Bien Querida. A Juan, su padre, también le gustaba mucho. La oían juntos. Y a menudo. De todo el primer disco le entusiasmaba especialmente este tema. Pero todo el CD echaba humo. Lo pedía tanto, que su padre decidió grabáserlo para preservar el original. Fue una decisión acertada».
Horchata – Vampire Weekend, 2010
«Lo compramos en un viaje a Edimburgo estando embarazada de mi segundo hijo. Como en casa había pocas oportunidades de escucharlo, aprovechábamos los desplazamientos en coche para oír este y otros discos. Con dos años y medio, Èric estaba obsesionado con el tema que lo abría, Horchata. Y lo pedía nada más subir a su silla. Siendo de Valencia, resultaba curiosos escucharlo demandar: «¡Horchata, horchata, horchata!», porque lo que es la bebida le gustaba más bien poco. La de Vampire Weekend, mucho».