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El postureo musical como vía de conocimiento

Ignoramos si el periodista Máximo Pradera (Madrid, 1958), autor del libro de divulgación Tócala otra vez, Bach [1] con consejos para ligar hablando de música clásica, ve con buenos ojos esa metodología docente que se resume en la frase “la letra con sangre entra”. Lo que sí tenemos más claro es que concibe el humor como la mejor vaselina posible para introducir en nuestras vidas unas nociones básicas sobre el contrapunto, la armonía, la atonalidad o la polifonía. Entender bien de qué hablamos cuando hablamos de vibrato, sostenuto o glissando puede ser, con los ejemplos adecuados y anécdotas bien traídas, una experiencia enriquecedora e incluso divertida, como demuestra el libro de Pradera.

Otra forma de contar la música

Algo se mueve en los libros sobre música clásica. El crítico del New Yorker, Alex Ross, demostró ser capaz de contarnos la música culta del siglo XX como un trepidante reportaje histórico de 700 páginas con su obra El ruido eterno (Seix Barral). Más reciente, el pianista James Rhodes, con su autobiografía Instrumental (Blackie Books), ha conseguido conmovernos con su historia personal pero también se las ha apañado para hablarnos de otra manera, más cercana y visceral, de los nombres de siempre, de los Bach, Beethoven, Mozart, Schubert, Shostakóvich… Grandes genios pero cada uno con sus luces y sus sombras.

Y en esta sana y renovada corriente de divulgación musical, tan ajena a las maneras académicas, llega Pradera con su manual de postureo y sus ganas inconfundibles de provocar. Los que esperen los aguijonazos y collejas habituales a Alberto Ruiz Gallardón, Mariló Montero, Francisco Camps o Fernando Sánchez Dragó quedarán más que satisfechos. Aquí está en plena forma el gamberro que llama pelma a Ligeti y el defensor de causas (musicales) perdidas poniendo en valor el talento melódico de Chaikovski.

Para ligar hay que empollar

No es extraño que en un libro como éste con grandes dosis de humor aflore Woody Allen como la más clara influencia en su gestación. En Todos dicen I love you, la comedia que despachó Allen en 1996, el director neoyorquino interpreta el papel de un sesentón dispuesto a intentarlo todo para seducir a la bella Julia Roberts. Al enterarse de que ésta es una entusiasta de Tintoretto, decide memorizar en tiempo récord toda la información posible sobre el pintor del Renacimiento italiano con vistas a ganarse la admiración y algo más de la Roberts. Allen ya contó algo parecido diez años en Hannah y sus hermanas (1986), película que contiene uno de los mejores trabajos de Michael Caine y una secuencia en la que el actor británico se vale de la poesía y la música “como un pavo real emplea su cola para seducir a la hembra”.

Alma generosa donde las haya, Pradera nos anuncia y aclara que no es un triste erudito que habla de oídas. El rendimiento de las reflexiones y comentarios que sobre música clásica va a deslizar a lo largo de todo el libro han sido previamente probadas por él en numerosas “conquistas memorables”. De su mano vamos a aprender a deslumbrar a nuestro objeto de deseo siguiendo los ejercicios de postureo con mayor evidencia científica detrás. Así la distinción la alcanzamos presumiendo de tener veinte versiones de una sinfonía de Mahler pero nunca admitiendo algo tan vulgar como que atesoramos la obra integral de Mahler, que está hoy por hoy está casi al alcance de cualquiera por un módico precio. Otro ejemplo sin salir de Mahler: puestos a elegir públicamente nuestra pieza favorita del compositor vienés, no seamos, por dios, tan imprudentes de elegir el famoso e inolvidable adagietto de la quinta sinfonía, pudiendo optar por la número cuatro que, como subraya Pradera con extraordinaria precisión, solo ha escuchado el 0,0001% de la población mundial.

Hay risas aseguradas y mucho conocimiento en las páginas dedicadas a los pasotes más célebres nacidos de la imaginación de John Cage con su pieza 4’33’’ (tres movimientos para cuatro minutos y medio de absoluto silencio) o la de Stockhausen con su Cuarteto para cuerdas y helicópteros, de ejecución pelín más compleja: cada uno de los cuatro solistas toca su instrumento en un helicóptero y reciben las indicaciones rítmicas a través de unos auriculares; por si alguien creía que las grandes tontunas son, sobre todo, patrimonio de las artes plásticas…

También hay sonrisas garantizadas cuando leemos sobre la participación de grandes compositores clásicos en los himnos nacionales que tanto enardecen al personal antes de una competición deportiva o la subida de un compatriota al podio (el origen del británico nace de una composición de un italiano nacionalizado francés y luego adaptada por un alemán al inglés) o sobre la entrañable relación entre el hijo castrado con opciones de triunfar en la ópera del siglo XVIII y los papás que dieron luz verde a la imprescindible intervención genital. “La idea era que el hijo mutilado, una vez rico y famoso, enviara a casa parte de los dividendos conseguidos en los teatros de ópera de media Europa. La pregunta que nos hacemos todos desde la mentalidad del XXI es ésta: ¿cómo tendrían valor los padres castradores para encima pedir dinero al castrado?”.


10_portada_bach_medTócala otra vez, Bach [1]
Todo lo que necesitas saber de música para ligar [1]
Máximo Pradera
Editorial Malpaso
264 p
17,50 euros