«La música clásica no suele considerarse material interesante para un libro. Lo sé. Pero solo te pido una cosa: dale una oportunidad. Lee el libro, escucha las obras de la lista de reproducción que he creado para ti y después, si quieres, no vuelvas a escucharla nunca». Así de directo se dirige a su público lector con la intención clara de ganar cómplices entre la población joven: “La educación musical está en crisis y es necesario reivindicarla. Es un territorio demasiado abrumador y lo que he pretendido con este libro es crear un trampolín para que, especialmente los más jóvenes, puedan descubrir un mundo nuevo. Esta música salvo mi vida en momentos muy duros y quiero compartirla”.
Al tiempo que aporta anécdotas y datos biográficos que ayudan a entender las obras desde una visión contemporánea, Rhodes analiza dos composiciones de cada músico y aporta una lista en Spotify «destinada a que, al tiempo que lee, el lector pueda escuchar cada pieza para alcanzar un conocimiento mayor sobre ella de manera más intuitiva».
Con la sonrisa que remata casi todas sus frases, el músico londinense afincado en Madrid, –“España es un país muy grande; extraordinario. Me siento muy honrado de compartir vida con los españoles y me gustaría tener pasaporte español cuanto antes”–, habla con relativa fluidez nuestro idioma y salpica su discurso con tacos. “Este país tiene un tesoro en sus palabrotas, que son muy musicales. El inglés es menos expresivo y más pobre”, para concluir con un rotundo: «Para que andar buscando frases bonitas para definir la razón de mi vida: La música es la hostia».
Autor de Instrumental [1], un libro autobiográfico en el que denunció los abusos sexuales vividos durante su infancia [1], Rhodes habla y cuenta la música de un modo completamente diferente, utilizando un tono optimista y próximo que le ha convertido en un icono de la divulgación: “Tenemos la responsabilidad de hacer la música accesible a quien nos escucha. Es parte de nuestro curro. Y me encanta. Esforzarnos en explicar a niños y jóvenes que no han ido en su vida a una sala de conciertos que no se trata de nada aburrido o inútil, sólo apto para cultos y pijos, sino algo muy divertido e interesante para quien esté dispuesto a escuchar y a sentir lo que está escuchando”.
“Creo que la música clásica tiene mala reputación y, en mi opinión, no es merecida. Puede que ahora aquellos compositores con pelucas de pelo blanco rizado, como Bach o Mozart, nos parezcan pasados de moda por completo, pero fueron las primeras estrellas de rock; cambiaron la historia, inspiraron a millones de personas y se siguen escuchando y venerando en todo el mundo. Así que espero que dejes a un lado tus prejuicios. Aunque creas que no te gusta nada la música clásica dedícale una o dos horas de tu tiempo libre antes de decidir”, sugiere Rhodes en el tono coloquial con el que se dirige, valiéndose del periodista y del propio libro, a un público neófito.
Los elegidos
“No sé hasta qué punto la música puede tener un carácter curativo, pero tengo clarísimo que aporta un poco de luz a una vida de mierda. Necesitamos la creatividad y el arte porque son un vehículo para cambiar las cosas”. Afirma quien a la hora de transmitir el carácter coloquial de su nuevo libro habla de Bach «que no tenía ni un duro, cuando era un adolescente emprendió 320 kilómetros a pie para acudir a la escuela de Luneburgo. ¡A los 14 años! Ni Uber, ni metro, sólo un par de zapatos supongo que medio decentes”.
En cuanto a Mozart no duda en elegirlo a la hora de irse de juega, “pues debía de ser un tipo muy divertido. Es un absoluto genio. A veces escucho una pieza compuesta por él y pienso: ¿cómo es posible? Esa cantidad de material musical, todas esas melodías fluyendo en su mente, el nivel de genialidad que demuestra en su música, la perfección técnica de todo. Es increíble. Escucha a Mozart, tu vida mejorará»
Entre todos, y partiendo de la grandiosidad de cada cual, James Rhodes señala a Beethoven como el número uno: «Beethoven compuso con esfuerzo, trabajo y sufrimiento. Sudó cada nota y trabajó de forma incansable para dar vida a cada tema. Los manuscritos de Bach y Mozart parecen impecables al lado de la locura caótica y casi indescifrable de los de Beethoven. Mientras que Mozart plasmaba sinfonías en papel tan rápido como le permitía su escritura, y casi sin necesidad de corregirlas, Beethoven les daba vueltas, peleaba, batallaba y se enfurecía hasta que se arrancaba a la fuerza lo que buscaba y lo reflejaba en el papel. Creó música que no se había escuchado nunca antes. Fue la primera estrella del rock».
De Fréderic Chopin puntualiza: «Entonces llegó este pianista punk de veinte años, un revolucionario decidido a conseguir que el piano hiciera cosas que no había hecho nunca antes y llevarlo en nuevas direcciones».
Schubert es otro de esos casos aparte: «Durante su corta vida, apenas vivió 31 años, compuso mil quinientas obras. Entre ellas se incluyen más de seiscientas canciones, veinte obras para cuartetos para cuerda, veintiuna sonatas para piano, nueve sinfonías, óperas, misas, duetos y tríos para piano. Por ponerlo en contexto escribió más del doble de canciones que los Beatles, ¡y ellos eran cuatro!».
Rachmaninov es el sexto de los elegidos: «Además de ser un compositor brillante, también era un pianista sensacional que se hizo famoso a los 18 años, cuando compuso y tocó su primer concierto para piano. Era un gigante con unas manos enormes. Podía estirarlas hasta abarcar doce teclas del piano con cada una. Eso le permitía abordar piezas casi imposibles».
El listado de los elegidos se cierra con Maurice Ravel, «otro compositor deslumbrante aunque escribió menos de cien obras. Era muy aficionado al vals, el minué y el bolero que le inspiró esa idea tan increíble: coger una melodía sencilla y bella, tocarla con un ritmo constante y repetirla utilizando diferentes instrumentos cada vez a mayor volumen hasta que la pieza explota».
Clásica y también popular
«Odio la segregación de la música en clases altas y bajas. Necesitamos integrar la música clásica dentro de la cultura popular. Todo eso de que la música clásica queda por encima del resto son pollas en vinagre: existe una línea que une a Bach con Rosalía”, afirma con vehemencia quien no duda en lamentar la escasa atención de los políticos hacia la infancia desprotegida y, de hecho, colabora en una iniciativa para sacar adelante una ley de protección frente a los abusos. En unión de diversas organizaciones de defensa de los niños, el músico planteo la cuestión en un encuentro con miembros del Gobierno en el Palacio de la Moncloa. «Los políticos no necesitan a los niños, pero si los pequeños pudieran votar el mundo sería, sin duda, completamente diferente. Y yo creo que mejor».
Tampoco se escapa el Brexit en su discurso: «Vivo en España, donde he encontrado calidez y amigos. Pero también lo hago porque en el Reino Unido la cosa está cada vez más difícil. En cualquier caso he hablado con mi abogado y yo no tendría problemas incluso con un Brexit duro. Ya veremos. Es una vergüenza todo; una basura. Nadie sabe qué pasará a partir del 31 de octubre. El Gobierno británico no tiene ni puta idea y Boris Johnson es un imbécil, un irresponsable, acaso peor que Trump. Todo esto sería divertido si no fuera tan preocupante y tan triste».
Con la misma rotundidad con la que lo inició, concluye el encuentro James Rhodes que, sonriente siempre, o casi, se marcha con su libro debajo del brazo hacia los conciertos que le esperan en España, en Europa, en el mundo.
14 obras maestras
Bach. Cello Suite. Nº1 en G Mayor. Preludio. Interprete: Pablo Casals.
Bach. Variaciones Golberg. Aria. Intérprete: Glenn Gould.
Mozart. Requiem en D Menor, Dies Irae. Interpretes: Musica Aeterna, Teodor Currentzis & The New Siberian Singers.
Mozart. Las bodas de Fígaro. Obertura. Intérpretes: Teodor Currentzis. Musica Aeterna.
Beethoven. Emperador. Concierto. Segundo movimiento. Intérpretes: Hélene Grimaud, Staatskapelle Dresden & Wladimir Jurowski.
Beethoven. Sinfonía Heroica. Primer movimiento. Intérpretes: Jordi Saval & Le Concert des Nations.
Chopin. Estudio Opus 10/1 en C Mayor. Intérprete: Zlata Chochieva.
Chopin. Nocturno Nº 2 en E Mayor. Intérprete: Fazyl Say.
Schubert. Ave María. Intérpretes: Rosmarie Kalin, Alexandra Berving-Wassen, Stella Chamber Coir & Solvieg Agren.
Schubert. Piano Trio Nº 2 en C Menor. Final. Intérpretes: Renaud Capuçon, Frank Braley & Gautier Capuçon.
Rachmaninoff. Concierto para piano Nº 2 en C Menor. Intérpretes: Valentina Lisitsa, London Synphony Orchestra & Michael Francis.
Rachmaninoff. Preludio en G Menor. Intérprete: Xiayin Wang.
Ravel. Bolero. Intérpretes: Boston Synphony Orchestra & Seiji Ozawa.
Ravel. Le Tombeau de Couperin. Tocata. Intérprete: James Rhodes.