Las Romanzas sin palabras de Mendelssohn o, como él prefiere, las Canciones sin palabras, antes grabadas por su admirado Daniel Barenboim y recientemente publicadas por él mismo, fueron el entrante con el que el pianista abrió su recital del Ciclo de Grandes Intérpretes de la Fundación Scherzo que se celebró ayer en el Auditorio Nacional de Madrid. Esas Romanzas, en principio sencillas para cualquier pianista profesional, fueron una auténtica lección de la que cualquier aspirante podría haber tomado sendas notas y apuntes porque, en ellas, había mucho concentrado en muy poco. Romanticismo, sonoridad, delicadeza. El almíbar justo, la pretensión mínima, la sensibilidad completa.
A las Romanzas le siguieron la Sonata nº 12 en la bemol mayor, op. 26 y su Andante con variazioni, movimiento alejado de la forma sonata en el que residió el primer homenaje de la noche a Bach, que sin estar programado, estuvo muy presente. La soltura y la gracilidad del Scherzo dieron paso a ese Maestoso andante, marcia funebre sulla morte d’un Eroe, que tradicionalmente da nombre a la sonata. Profunda y llena de contrastes, en ella se refleja la pesadumbre y tristeza absoluta de un Beethoven que acaba de quedarse sordo para luego restaurarse, en cierto modo, con el Allegro final. Ese mismo equilibrio buscado por Beethoven es el que Perianes logra entre el silencio y el sonido, y entre el inicio y el final de una frase. Todo con un halo de cierta introversión en su forma de tocar que se revela de lleno en la Sonata después de atisbarse en las Romanzas.
Con las Variations Sérieuses en re menor, op. 54, Perianes sigue desplegando su capacidad pianística. La obra, basada en un tema y 17 variaciones continuadas, muestra a un Meldenssohn más evolucionado y con otra intención. A ella le siguieron la Sonata nº 27 en mi menor, op.90 de Beethoven, en la que la forma sonata vuelve a desarmarse de una forma evidente con solo dos movimientos: uno más sentido, otro más cantabile; y también el Preludio y fuga en mi menor, op. 35 nº1 de Mendelssohn como nuevo homenaje claro a Bach. Con ambas obras, Perianes se hace el mago del piano y su altísimo nivel vuelve a quedar patente. Imperdonable que casi la mitad del aforo no estuviera completo, aún cuando había entradas reducidas para jóvenes y cuando al intérprete, Premio Nacional de Música 2012, se lo rifan las mejores orquesta del mundo.
El punto final de la noche llegó con la Sonata nº 31 en la bemol mayor, op. 110 de Beethoven, con un tercer movimiento intenso y desarrollado en cuatro partes donde la madurez del intérprete de Nerva, su estar y su refinamiento sin estridencias consiguió brillar desde ese otro virtuosismo… más callado, más de adentro, quizás menos espectacular, pero tanto o más excepcional.