Se trata de una especie de “poder Michel Camilo” que también se aprecia al poner su disco en un reproductor, y lo que es más, continúa de alguna forma en las distancias cortas.
En un salón del un gran hotel de Madrid, con música de piano de fondo, Camilo habla, como a quien conociera de toda la vida, sobre su último trabajo, What’s up?, el número 23 de toda su carrera y el segundo grabado sólo al piano.
¿Siempre tiene una sonrisa?
Sí, sí… Siempre trato de pasármelo bien. La vida es muy corta y hay que disfrutarla mientras se esté aquí. Habrá momentos de sufrimiento y de pena, pero es bueno pasárselo bien con todo lo que uno hace.
Tocando también sonríe…
Sí, porque la música son emociones, intimidades y experiencias de la vida. Quizás lo que se nota es la alegría de poder hacer lo que vine a hacer, aquello para lo que nací. Siento eso: qué bien estar vivo y qué bien poder estar delante de un público. Eso es todo un lujo.
¿Siente entonces que nació para la música?
Sí. No tuve elección. Comencé a tocar a los cuatro años porque mi familia estaba llena de músicos: dos generaciones de compositores e intérpretes. Al principio presentía que era la única forma de interactuar con el resto de la familia porque siempre que nos reuníamos con los abuelos todo el mundo se turnaba y tocaba la guitarra, el acordeón, el piano, las maracas o lo que fuera. Todo el mundo también cantaba. Había músicos clásicos y populares, no hacían unos sólo una cosa y otros otra, todo estaba abierto. De ahí vengo, de esa mentalidad tan abierta. Por eso puedo meterme en cualquier tipo de género sin ningún tipo de problema.
«What’s up? es mi segundo disco de piano solo»
Tiene nuevo disco, What’s up, ¿qué nos puede contar de él?
What’s up? es precisamente eso: qué hay de nuevo, qué es lo más reciente, en qué estás tú… La dirección del álbum entero va por ahí. Diría que es una muestra de mis influencias, esas que me han marcado de por vida como músico, como pianista, como compositor, como arreglista…
Lo importante de What’s up? era cubrir también mucho terreno y tratar de combinar las influencias que me han marcado y que han definido mi estilo.
De todos mis discos este es el número 23 y sólo tengo dos al piano solo: uno que hice en el año 2005 que se llama precisamente Solo y este que acabo de sacar. Me tomo mi tiempo porque es un gran reto tocar en solitario y decir algo nuevo. Algo fresco y reciente.
Sí, pero ha tardado siete años…
En esos siete años lo he ido conceptualizando y puliendo. He ido probando cosas de concierto en concierto, en los bises, e ido tomando apuntes para mí mismo. Luego se trataba de ponerlo bonito. Por ejemplo, tenía interés en tener una pieza latina que fuera en la clave de 2/3 y otra que estuviera en la clave latina de 3/2. Pues aquí están. Incluso hay otra canción que tiene ambas.
Además, siempre me ha encantado Chan Chan porque soy un fanático de Buena Vista Social Club y siempre pensaba “algún día esa pieza se prestará a una interpretación desde el punto de vista del jazz” y aquí está. Se presta mucho a contrastes y por eso el arreglo que le he hecho tiene cuatro niveles: exposición del tema en el tono original, el desarrollo en una tercera menor hacia arriba, luego ocurre algo inesperado: suavizo la pieza y hago algo muy introspectivo en el tono original, y por último, juego un poco, se vuelve más potente antes de finalizarla y dejo que se deshaga a sí misma. Ese tipo de procesos es el que hago en este disco.
¿Por qué sólo dos discos de piano en toda su carrera?
Porque es simplemente al desnudo. No hay dónde esconderse. No hay solo de bajo ni de batería, sólo eres tú mismo con tus dos manos y tus dos pies.
Durante muchos años me negué a tocar en solitario. Le tenía pánico. Para mí era como demasiado intenso y decía que no a ofertas de conciertos sólo de piano hasta que un día dije que sí y funcionó. A la gente le gustó.
Pensaba que se iban a aburrir de oír el mismo instrumento todo el tiempo y para que no se aburrieran pensé en jugar con los tonos, los tempos y los colores. Uno va tejiendo así el discurso musical y la improvisación, que se basa en cuidarme de no repetir el mismo punto de vista de una pieza a otra. Me lo tomo muy en serio.
“Al grabar un disco uno se vuelve espectador de sí mismo”
Lo que toca no podrá volver a repetirse, ¿cómo lleva eso a la hora de meterse en un estudio?
En el disco sucede algo muy interesante: uno se vuelve casi espectador de sí mismo cuando está en ese trance de creatividad máxima. Hay que estar preparado mentalmente y espiritualmente para encontrarse con el piano y tratar de transitar por caminos mágicos y autodescubrirse a sí mismo. Puede ser muy intenso.
En mi caso, las primeras tomas son cruciales porque son las que me refieren al escenario. Es como ir y tocarlo en un concierto. Por eso hago mucha práctica antes de ir a un estudio. Los músicos que me acompañan en los discos de estudio lo saben, saben que probablemente la toma buena será la primera. Hago más para poder comparar, pero siempre termino volviendo a la primera. A partir de la segunda empieza uno a pensar demasiado y se vuelve quizás un poco artificial. No es tan “a flor de piel”. Previamente todo está ensayado durante horas y horas en mi casa para tratar de que no haya bloqueo de ideas ni de emociones.
Su mano izquierda es famosa… ¿a cuántas horas de ensayo se debe?
[Se ríe…] ¿Cuánto tiempo pasé yo tocando el Take five para lograr la independencia en cinco? Un año practicando la mano izquierda en ese ritmo para poder tener la libertad no sólo de poder llevar el ritmo sino de olvidarme de él y así poder crear con la derecha los solos. Al mismo tiempo que esa independencia me permitiera variar el ostinato, no solamente usando el mismo patrón y pudiera cambiar de bajo o de acorde e irlo manteniendo en el ritmo con muchas variaciones. Finalmente sale.
Además de haber mamado la música de la manera que lo hizo, ¿todo es trabajo?
Sí, pero en realidad yo no lo llamo trabajo… [vuelve a reír] Lo llamo vida porque mi vida es la música. Siempre lo ha sido. Desde el principio. Hubo un momento en que hubo un titubeo porque donde nací los músicos no eran vistos como profesionales y había que decidir en qué ibas a trabajar. De hecho, yo fui el primero de mi familia que se dedicó a la música profesionalmente. Luego me siguió mi hermana, que es profesora de piano en Nueva York.
Dedicarme profesionalmente a la música supuso romper con un tabú que existe en esos países, aunque llegué a estudiar hasta tres años de medicina al mismo tiempo que estudiaba música. Afortunadamente la música pudo más.
«He aprendido que más de cuatro bises ya es otro concierto»
¿Cuántos bises puede hacer en un concierto?
He llegado a tocar cuatro. Es verdad que antes quería ser tan generoso, me sentía tan realizado porque el público me da tanto cariño que no podía irme así como así. Sin embargo ya he aprendido que más de cuatro bises ya es otro concierto. Antes es verdad que me descontrolaba por la alegría del momento y porque la gente se lo pasaba tan bien…
¿De qué tiene más: de latino, de jazzero o de clásico?
Estoy repartido a partes iguales. Tres tercios justamente. Lo que pasa es que a veces uno aflora más que el otro dependiendo del momento en el mismo disco. En What’s up? comienzo por el blues porque es una de las motivaciones de este trabajo: transitar por un arco iris. Hay que empezar por lo básico y lo básico es el blues. Luego ya se puede ir por otros caminos. Por ejemplo, en el segundo tema hay una influencia muy fuerte de Chopin en la mano izquierda porque tiene un poco de nocturno. Se trata de la versión que he hecho de A place in time. A veces también parece una milonga porque lo que existe ahí es un especie de lamento y lo que estoy lamentando ahí es la ausencia de mi bajista, que se murió el año pasado. Con él tocaba esta pieza. Así, subliminalmente, hay una presencia, un recuerdo por los tiempos compartidos.
El cine también está presente, ¿no es así?
Sí, quizás es más evidente en Sandra’s serenade, que comienza con si fuera una cajita de música, como si los títulos de crédito de una película aparecieran al lado. Luego se va ampliando y creciendo. Eventualmente espero que algún director la elija. Así fue concebida en mi mente.
¿Qué momentos de su carrera destacaría?
Calle 54 fue un trampolín completo al mundo. Había sitios que no había visitado y comenzaron a invitarme. Me abrió muchas puertas. Dio mucha más credibilidad al género de jazz latino de la que tenía hasta el momento porque había muchos puristas que no aceptaban la mezcla de culturas. Catapultó mi carrera y la de todos los que están en la película.
Ha habido momentos previos a ese como, por ejemplo, cuando el grupo Manhattan Transfer me grabó Why not. Ellos ganaron un Grammy con él y eso me puso en el mapa, por así decirlo, como compositor y músico de jazz. Basado en él, Paquito de Rivera, con el que trabajaba en ese momento, decidió darle título a su disco.
Otro momento importante fue mi primera salida de Nueva York. Estaba estudiando y me llamó el pianista de Tito Puente porque no podía ir con él al Festival de Jazz de Montreal en Canadá. Me había escuchado tocar y le gustaba, así que me recomendó a Tito porque él tocaba además con George Benson y tenía que estar con él. Cuando Tito me llamó pensé que era una broma. El encuentro con el público en ese festival internacional fue importantísimo.
¿Le gustaría hacer más películas?
Sí, ahora mismo estoy participando en una película tributo a Ernesto Lecuona, un pianista cubano. La película se llama Play Lecuona y se está rodando. Somos tres protagonistas: Chucho Valdés, Gonzalo Rubalcaba y yo, y hacemos versiones nuevas de su música. En ella participan también invitados y es porque se cumple el 50 aniversario de su muerte. Fue uno de los primeros pianistas que adaptó la percusión a la mano izquierda.
«Pienso en la música como el lenguaje más íntimo del alma»
A España le tiene un cariño especial…
Sí, aquí se han cumplido todos mis sueños, en el sentido de que he podido traer no importa qué, proyectos de todo tipo, no sólo películas como Amo tu cama rica o Los peores años de nuestra vida, que grabé con Emilio Martínez Lázaro, o Two Much, sino también mis conciertos de piano sinfónicos. El nº 1 lo estrené aquí en Madrid, en el Monumental, con la Orquesta de RTVE. Fue un gran momento y de esa noche me salieron como tres conciertos más con orquesta sinfónica. Hubo una credibilidad inmensa al verme en televisión y no en diferido, en directo y eso catapultó todo. Ese concierto lo he tocado 100 veces. La vez número 100 va a ser ahora en noviembre en Taiwán.
El nº 2 fue un encargo del Auditorio de Tenerife y se llama así. No lo he grabado todavía, pero ya lo he tocado 9 veces con sinfónicas y directores importantes.
¿Cómo es poder tocar lo que has compuesto tú mismo?
Es otra cosa… A los músicos les encanta ver al compositor vivo y además que toque. Vienen muchas veces y me preguntan cosas y a veces les sorprendo porque les digo, por ejemplo, “el segundo clarinete ha tocado un sol sostenido y era un sol natural” y se asombran. Creo que piensan “es verdad que lo que escrito él” [nuevamente se ríe].
Además de tocar mucho, ¿qué música escucha?
Escucho de todo porque me interesa la música en general. Pienso en la música como el lenguaje más íntimo del alma. Un lenguaje universal. Lo he comprobado porque vengo ahora mismo de Turquía, donde hice el estreno mundial de What’s up? y no hablo turco y, sin embargo, todo el mundo deliró con la música y conectó con las emociones que están plasmadas en ella.
¿Cómo se definiría?
Como un hombre del Renacimiento, en el sentido de tener la mente abierta, y multidisciplinario. Me interesa todo. El siglo XX marcó la especialización. Todo el mundo concentrado en una sola cosa. A mí me interesa todo. Por ejemplo, me leo el periódico de cabo a rabo. También utilizo mucho las redes sociales porque hay que estar al día y eso es lo que hace una actitud de creatividad, de búsqueda siempre y de aprendizaje.
«Se necesita hacer arte más que nunca»
¿Cómo ve el mundo en el que vivimos?
Pienso que se necesita hacer más arte que nunca porque el arte suaviza el alma. Hay tantas guerras, tanta miseria, tantos problemas… La música, la pintura o cualquier forma de arte es necesaria porque eso suaviza el alma del espíritu humano y al mismo tiempo nos hace soñar, nos hace salirnos de la cruda realidad y nos hace ser mejores.
Por otro lado, tenemos que tener cuidado con el planeta, y también con la piratería. Creo que los fans que piratean no se dan cuenta del daño inmenso que hacen. La generación que viene detrás de mí va a tener muchos problemas a causa de ello.
¿En qué proyectos está ahora? ¿Vendrá a España?
El 17 de julio estaré en Alicante y hay un par de posibilidades más. En otoño iré a un lugar de Galicia, que aún no puedo confirmar. Además estoy preparando el concierto sinfónico nº 3, que ya está en el horno. Para mí el número tres siempre ha sido muy importante. Es un número mágico y va a ser un concierto muy especial. Tendrá algo muy nuevo que no se ha hecho hasta ahora de esa forma. También estoy pendiente de finalizar la trilogía de Spain con Tomatito, con el cual estoy en una gira paralela que comenzó en noviembre.