Para empezar, Dolly Parton, a sus 76 años, es mucho más que una cantante, compositora, escritora, actriz, productora, filántropa o empresaria de merecido éxito. Es mucho más que todas esas cosas. Es una estrella más duradera de lo habitual, una inspiración para los públicos más diversos que uno pueda imaginar, una leyenda viva.
La de Parton es una historia mucho más increíble de lo que puede pensarse cuando se recrea la peripecia vital de alguien que desde muy abajo llega a muy arriba. Nació en una casa diminuta y sin electricidad pegada a las montañas en Sevierville, una pequeña localidad en Tennessee. Cuarta de doce hermanos, hija de un trabajador de la construcción y una ama de casa (“siempre estaba embarazada, siempre con un pequeño encima y otro dentro”), tuvo claro desde el principio que lo suyo era cantar y escribir canciones; le gustaba y se le daba bien, así que tras haber grabado algún sencillo y haber participado en algún programa de radio, se plantó en Nashville en 1964 con apenas 18 años dispuesta a hacerse un nombre en la escena country.
Tres años después inauguraba su discografía (Hello, I’m Dolly) y poco antes se había casado con Carl Dean, un empresario alérgico a los focos a quien conoció en una lavandería al poco de llegar a su nueva ciudad. Parton no se ha cansado nunca de recordar la dureza de crecer en una granja, cultivar la tierra y no tener todas las necesidades básicas cubiertas, pero también de celebrar el modo en que su madre se las apañaba para que fueran felices pese a todo. No hay más que escuchar A coat of many colors para hacerse una idea.
Seguramente tantas dificultades de partida hagan aún más fotogénica la imagen del sueño americano que ella encarna como pocos. De hecho, Parton es mucho más que una mujer querida en su país. Es otra cosa. La variedad del público que la adora no puede ser más ecléctico, conservadores, feministas, LGBT… Como dice Fran Lebowitz, “incluso personas que se odian entre sí coinciden en su amor a Dolly Parton”.
Parton es mucho más que una rubia exuberante, de vestidos llamativos, peinados XL y uñas de colores. “No me ofenden las bromas sobre rubias tontas porque tengo claro que no soy tonta. De hecho, tampoco soy rubia”. El aspecto que luce lo decidió siendo una cría cuando se cruzó con una mujer de cabellos claros, uñas de rojo chillón, falda ajustada y tacones de infarto. “Me pareció una belleza. Alguien dijo que era una golfa pero tuve claro que así iría yo cuando creciera”. Durante mucho tiempo al mencionar su dulzura voluptuosa la relacionaban con Marilyn Monroe, pero ella se ha sentido siempre más cerca de la comicidad atrevida de Mae West.
Parton es mucho más baja de lo que suele parecer a primera vista. Cardados catedralicios y tacones de vértigo disimulan su metro cincuenta y dos. Para sentirse a gusto de puertas afuera necesita de ambas muletas. Forman parte de ese estilo único nada sofisticado pero en el que tanto invierte (“Cuesta mucho dinero lucir barata”). Más complicado lo tiene con su figura. Su gusto por la comida y su tendencia a engordar la obligan a vigilar su peso. Su cinturita de avispa es resultado de una dura disciplina en la mesa. Ha dicho más de una vez que se niega a seguir los video-consejos con ejercicio físico de su amiga Jane Fonda. Una vez le dijo a Andy Warhol que le cuesta mucho hacer las cosas de forma moderada cuando se trata de comer, amar y tener sexo.
Parton es mucho más que un tótem de la música country. Es un género en sí mismo y da igual que navegue entre las olas del pop, el folk, el rock, el bluegrass o la música disco porque nunca deja de ser ella, como sucede solo con unos cuantos elegidos.
Parton es mucho más que una hábil compositora de éxitos. Es mucho más que la autora de 9 to 5, Jolene, The bargain store y, por supuesto, mucho más que la creadora del tema que le ha proporcionado dólares para vivir varias vidas a cuerpo de reina: I will always love you. La canción fue la forma que encontró de poder mandar a paseo a Porter Wagoner en 1974 tras siete años de grabaciones, giras y programas de televisión junto con quien fue su mentor.
Ella quería volar sola y él no estaba dispuesto siquiera a escuchar las razones de su decisión. Bastante antes de que Whitney Houston rompiera la pana con esta composición, ya se había fijado en ella el mismísimo Elvis Presley para emocionada satisfacción de su creadora. No tenemos versión del rey del rock and roll porque la condición era compartir royalties y por ahí no pasó nuestra dama. Aparte de su éxito más nutritivo, nos ha legado canciones fantásticas en casi todos sus discos y tiene más de cuarenta álbumes, algunos de ellos ya verdaderos clásicos como Just because I’m a woman, Jolene, Coat of many colors o The bargain store. Se puso a escribir canciones desde cría y no ha parado desde entonces. Ella misma calcula que son más de tres mil las publicadas.
Parton es mucho más que una estrella de la canción que prueba suerte con el cine de vez en cuando. Cuando protagonizaba una película lo hacía a conciencia, habitualmente escribiendo también la banda sonora como hizo con Cómo eliminar a su jefe, cuya canción titular, 9 to 5, le valió su primera nominación al Óscar. La cinta fue un éxito en 1980 como lo fue Magnolias de acero nueve años después. También funcionó en taquilla La casa más divertida de Texas con Burt Reynolds. Se llevó mejor con Sylvester Stallone (Rhinestone) pero el resultado fue bastante peor en términos cinematográficos.
Parton es mucho más que una mujer con algunos vínculos con la ciencia. Lo quiera o no, su nombre estará siempre en cualquier libro que recoja los grandes hitos científicos del siglo XX: las células a partir de las cuales se consiguió la clonación de la oveja Dolly procedían de unas glándulas mamarias de gran tamaño. De ahí la inspiración para bautizar al primer mamífero clonado con éxito. Como si esto no fuera suficiente, nuestra protagonista donó un millón de dólares a la investigación de la vacuna de Moderna contra la COVID-19.
Parton es mucho más que el prodigio capilar que parece a simple vista por muy artificial que sea. Confiesa invertir mucho en pelucas –tiene una para cada día del año– pero siempre son baratas y mayormente rubias. Le gustan las de fibra sintética porque el rizo no acusa los cambios de tiempo: mantienen el rizo llueva o brille el sol. No puede renunciar a las pelucas fuera de casa. Forman parte de su look. “Es como el puro de Groucho o el bigotito de Hitler”.
Parton es mucho más que una mujer sincera. No solo es buena entrevistada por su desparpajo y rapidez mental. También porque suele hablar sin tapujos… excepto de política. Se suelen recordar sus fotos para la revista Playboy en 1978 y menos la excelente entrevista que le hizo Lawrence Grobel.
Por ese y otros encuentros con la prensa hemos sabido de sus ideas sobre el sexo, los hijos, las armas (suele llevar una encima), la religión, los tatuajes que ocultan cicatrices, la infidelidad (“tengo un matrimonio feliz pero claro que he tenido tentaciones con otros hombres; estoy casada, no muerta”), la relación con su amiga del alma y compañera de giras Judy Ogle (“si fuera homosexual, no habría pareja mejor para mí que ella”) y la depresión de casi dos años que la llevó incluso a acariciar la idea de quitarse la vida.
Parton es mucho más que una mujer que ama los libros. Está especialmente orgullosa de la iniciativa Imagination Library a través de la cual lleva libros gratis a niños de todo el mundo. En total, a lo largo de 26 años, ha enviado 165 millones de libros a casi dos millones de chavales. Con la Dollywood Foundation ha puesto en marcha ayudas sanitarias y docentes para que los críos de su condado natal de Sevier no abandonen la escuela y dispongan de los recursos necesarios para ello. Recordemos que si no hubiera podido ser lo que ha sido y es, a Parton le habría gustado ser misionera; bueno, y también esteticién.
Parton es mucho más que una empresaria con un instinto bastante infalible para los negocios. Con buen ojo se dio cuenta de que cerca de donde nació podía levantar un parque temático inspirado en su universo y que sería un lugar de interés. Eso es Dollywood, que abrió sus puertas en 1986 y que da la bienvenida a cuatro millones de visitantes al año.
Parton es mucho más que una anciana sobrada de energía. Trabajadora incansable, más cerca ya de los ochenta años que de los setenta, de ella podremos leer en breve su primera novela Corre, Rose, corre, escrita a medias con el escritor de obras de suspense James Patterson. Una obra que en España nos trae la editorial Contraluz el próximo 24 de marzo. El libro, que llega además con banda sonora del mismo título, relata la historia de Rose, promesa de la música que llega a Nashville cantando sobre la dura vida que ha dejado atrás. Suena familiar, ¿no?
Dolly Rebecca Parton. Ese nombre, Dolly, que muchos podríamos creer concebido para la farándula es real. Dijo en una ocasión que algo se olía su madre sobre su futuro cuando se lo puso.
Queremos tanto a Dolly.