Yo diría que fue ayer cuando estaba volando por sus agujas (las del Big Ben, digo), ayudada por la iluminación de esa esfera que apuntaba a las 20.15 h. Llueve y hace frío en ese Londres atolondrado, pero estoy volando, puedo decir que me sentía más viva que nunca. Estaba levitando.
Seguro que los artistas y la mayoría de los que ya hemos sentido esto alguna vez sabemos que quien posee el poder de la levitación debe aceptar el riesgo de la caída cuando todo pende de un hilo (de una aguja) y llega la hora (del Big Ben) de volver a casa. Es el riesgo que se corre cuando te atreves a lanzarte, cuando te atreves a soñar, cuando sabes soñar.
Siempre nos quedará The Supremes
Y son estas letras llenas de melancolía a las que recurrimos buscando las enseñanzas aceleradas, cuando aún no hemos podido pasar nuestras propias vivencias por el colador del tiempo.
En medio de tantos y tantos ejemplos que pueden rescatarse de las líricas del poemario universal me detengo en el You can´t hurry love de The Supremes.
Esta canción de 1966 enseguida alcanzó los primeros puestos de las listas estadounidenses. Cómo me gustaría regresar a esa década, ponerme la minifalda y hacer como que no entiendo (y como que entiendo demasiado bien) lo que contaba esa madre a su hija cuando le repetía con acordes disconformes de fondo: “Simplemente tienes que esperar / El amor no llega fácilmente / (…) / Hay que confiar y darle tiempo / No importa el tiempo que te lleve”.
Esa letra continuó conquistando a públicos gracias al aporte de Phil Collins, que hizo una nueva versión de la canción que se ganó el número 1 en las listas de éxitos del Reino Unido allá por los fosforitos años 80. Y con ello siguió aportando grandes dosis de honestidad y calmando a todas aquellas almas perdidas que se atreven a pedir ayuda, mientras unas madres grandes y mansas siguen dándonos los mismos consejos al tiempo que seres disonantes, como yo, clamamos una vez más: “Pero, cuántos ataques de corazón puedo aguantar / Antes de encontrar otra vez un amor que me permita vivir de nuevo”.
Un cassette con sus enseñanzas
Y es aquí dónde nos equivocamos la mayoría, mientras pensamos que podemos haber sido felices por error, que nuestra alma se marchitó y nos dejó corruptos, algo dentro vuelve a resonar.
Más de medio siglo después, The Supremes nos hacen entender que todos volvemos a tener esperanza, es sólo que ésta se transforma en una muy distinta a la que teníamos antes de aprender a levitar y que rima con las sabias palabras de mamá: “Ella (mamá) dice que hay que confiar, darle tiempo / No importa el tiempo que te lleve / No amor, el amor no llega tan fácil”.
No sé qué estaba haciendo o pensando la persona que puso sobre el papel una lírica tan real e inalcanzable, pero me atrevo a pensar que sin mochilas todos estamos en posición de levitar, de volver a querer, de prender el cassette y gritar a los cuatro vientos “ya lo decía mamá, no hay que tener prisa”.
Todo cambia en un minuto, algunos finales llegan con un vuelo cancelado, otros son sólo crónica de una muerte anunciada y siguen, siguen adelante pidiendo a mamá que no se olvide de nosotros, porque necesitamos que nos siga cantando.