Su directo sobrepasa cualquier expectativa. La presencia en el escenario de la intérprete pelirroja se convirtió desde el minuto uno en algo casi cósmico, un alma viva que correteó con los pies descalzos ofreciendo magia. Al más espíritu Florence, haciendo ver esa interpretación, –canción por canción–, como un proceso de exorcismo en el que se va liberando de sus fantasmas. Alguien que no parece de este mundo. Catarsis.
A lo largo de la multitudinaria velada, la cantante del sur de Londres se dirigió al público en más de una ocasión desde el más puro agradecimiento por esos diez años de acompañamiento desde que lanzaron su primer disco, Lungs, allá por 2009, y que ya destapó uno de los clásicos del grupo, Dog Days are Over:
Y así, durante las casi dos horas y media, en un espacio rebosante (y palpitante) hicieron un repaso camaleónico por una carrera que en España, como ella misma recordó, se inició con un concierto en la Razzmatazz de Barcelona, a las cuatro de la mañana, cuando “no nos pagaban con dinero”.
El día anterior, 20 de marzo, habían comenzado su gira por España en Barcelona, esta vez en el Palau Sant Jordi, coronando ese antes y después de un camino que sigue haciendo crecer a este grupo ¿indie? ¿rock? ¿pop? ¿soul rock? Abreviando, único. Y también contestatario. En Madrid aunó voces y apeló por ese momento compartido en el que no hay fronteras, en el que todos los que asistíamos a esa noche mágica formábamos parte de una misma cosa. Una suerte de ente etéreo pero indestructible.
June, Hunger, Between Two Lungs, Only If for a Night, Queen of Peace, Love o Moderation formaron parte de ese decálogo de imprescindibles, mientras Florence, ataviada con uno más de sus estilismos vaporosos, iba contoneando su figura entre los espectadores, cogiéndoles de las manos, cerrando los ojos, saltando mientras las luces se apagaban cuando aún estaba en el aire.
Y eso es lo que le hace tan especial. Esos mensajes con voz tierna y acompasada. Esa rotura de fronteras para acercarse a un público que la quiere. Ese halo místico que trasciende su propia imagen, parte de una estética y va más allá de las notas. Florence se siente.
Ayer estuvo en París. Hoy en Róterdam. Y después, la máquina de Florence cruzará el Atlántico para probar la aventura americana comenzando por Buenos Aires y recorriendo después Estados Unidos desde California hasta llegar a Nueva York y Miami.
Y esto sólo acaba de empezar. Aquí el tema con el que puso la guinda a un encuentro de almas:
Gracias Florence.