Hablamos de jazz y enseguida vienen a la cabeza esos locos años 20: Nueva York y Chicago, la Ley seca, los gánsters, los antros oscuros… ¿Cómo no pensar en todo ello al son de unas síncopas desafiantes? En cierto modo, el Día Internacional del Jazz [1], que se celebra este martes 30 de abril, es una invitación a hacerlo que incluso se desprende del mensaje de Irina Bokova, Directora General de la UNESCO: “El jazz, que fue una de las mayores expresiones culturales del siglo XX, está cautivando ya el espíritu del siglo XXI. En tiempos de cambio e incertidumbre, necesitamos más que nunca el poder del jazz para reunir a las personas y reforzar el respeto por los valores comunes.”
¿Cuál fue realmente el poder del jazz? Todo empezó en Nueva Orleans, la ciudad más septentrional del Caribe. Sin embargo, no se quedó reducido a una especialidad local porque la gente empezó a emigrar en masa a partir de 1910. ¿Los motivos? La discriminación de los negros en el sur seguía siendo la misma a pesar del paso del tiempo, había malas cosechas de algodón y el norte necesitaba mano de obra para trabajar en la industria justo después de la I Guerra Mundial. Por si fuera poco, se clausuró (debido al elevado índice de criminalidad) uno de los barrios de la ciudad con más posibilidades para tocar.
El nacimiento de un género
La editorial Taschen [2] acaba de publicar en castellano Jazz. Nueva York en los locos años 20 [3], de Robert Nippoldt, con textos de Hans-Jürgen Schaal. El libro, que ha ganado un prestigioso premio de ilustración por su edición alemana, es un repaso a todas las leyendas del jazz del siglo pasado con sociogramas, sonogramas y todo tipo de iconos didácticos. En él hay espacio para hablar de la Original Dixieland Jass Band, de Bessie Smith, de Paul Whiteman, de Louis Armstrong, de Glenn Miller, de Duke Ellington y de tantos otros. Un disco con 20 grabaciones originales lo acompaña atravesándolo de lleno. Un buen ejemplo de que no se puede leer sobre música… sin escucharla.
Con la llegada de los inmigrantes poco a poco se fueron creando en Nueva York los clubs de jazz asentados en los sótanos de muchos edificios. Era una época en la que quien se sentaba al piano desafiaba de alguna forma al resto y todos querían hacerlo mejor aún.
Es cierto que la gran capital del momento era Chicago debido principalmente a sus clubes nocturnos, al negocio del alcohol y al crimen organizado, pero poco a poco se fue asentando el sector negro en Harlem y con ellos el jazz. Fue el momento de las Big Bands y de la Original Dixieland Jass Band, con la que se hablaría por primera vez de este género musical.
Harlem se convirtió en una auténtica locura. El ambiente se alimentaba gracias a las frecuentes house rent parties (fiestas para pagar el alquiler), en las que se cobraba un dinero por la entrada, se daban comidas y bebidas caseras y un pianista tocaba mientras el resto bailaba.
Para los artistas negros Harlem era el centro del mundo. Los blancos se referían a él como el Nigger heaven (el paraíso de los negros) y los más liberales acudían a curiosear y a comprobar de primera mano lo que se “cocía” por la zona. Poco a poco Harlem se fue convirtiendo en el ‘París negro’.
El primer registro
[4]El primer disco de jazz de la historia surgió con este fondo. Fue Livery Stable Blues y se grabó el 26 de febrero de 1917 por la Original Dixieland Jass Band. 3’ 10’’ de música nueva, bailable, única. La banda hizo pruebas con Columbia Records, pero como no lograron ningún resultado medianamente aceptable, recurrieron a la discográfica Victor.
Fue un éxito rotundo y vendió un millón de copias, no desierto de polémica por los derechos. Se trata de un blues de 12 compases en el que aparecen animales imitados por diferentes instrumentos. Ha servido de inspiración a innumerables temas y ha aparecido en gran cantidad de bandas sonoras, como por ejemplo, en la de la famosa serie Boardwalk Empire.
Sin embargo, la esencia del jazz hoy, a pesar de las innumerables grabaciones desde entonces, sigue viva en el directo, en los bares, en esa evaporación propia de la música y más de un género que nace de la improvisación, del momento, de unos acordes sin notas y ritmo previamente establecido. Esa esencia única que hace bailar ya a medio mundo.
Escucha la selección que hemos hecho por el Día Internacional del Jazz [5]