Este año ha recuperado el Sombrero roto para dar título a su último disco y a una de sus mejores canciones, pero en realidad no se lo ha quitado nunca y pocos pueden, como él, presumir de haber tenido la azotea libre de prejuicios, siempre tan dispuesta a recibir todos los rayos del universo musical y hacerlos suyos; y así desde que era un tirillas abierto a cualquier influencia que su radar considerara valiosa: de Peret al Dylan eléctrico de los sesenta cuando empezaba hasta ahora que se acerca a los setenta años y se declara fan confeso del rapero Kendrick Lamar.
Kiko está en forma. Sigue teniendo un don para escribir viñetas íntimas y callejeras, con rimas que solo funcionan si es él el que las canta. Está vivo y quiere probar sonidos actuales, picotear sin miedo en la electrónica, estrenar percusiones, arrimarse a productores que arriesgan… Desea salir de gira con canciones nuevas y no se resigna a que crezca esa parte de su público que acude a sus conciertos solo buscando Volando voy y la increíble colección de temas que integran Échate un cantecito (1992) y Está muy bien eso del cariño (1995). Lo dicho: el sombrero roto de Kiko Veneno es el mejor sombrero del pop español.