Le faltaban unos años aún para despuntar primero como solista en la banda de Jeff Beck y un poco más incluso para formar los Faces con su amigo Ron Wood a la guitarra. En cambio, le faltaba entre muy poco y nada para perder la virginidad. Fue un visto y no visto: en un prado cercano a un festival de música y con una mujer bastante mayor que él que había conocido un rato antes tomando unas cervezas y a la que no volvería a ver. Fue también una experiencia que le marcó más de lo que se podía imaginar.
Verano de 1971. Han pasado diez años de ese primer y un poco frustrante encuentro sexual. Con dos discos ya como cantante en solitario, trabaja en el tercero –Every Picture Tells a Story– y tiene una buena base de guitarra para completar el primer single de adelanto. Los versos van llegando a medida que le inspira el recuerdo de aquella primera y fugaz amante que le introdujo en los placeres de la carne aunque fuera de forma un tanto atropellada. A la canción de marras le pone el título de Maggie May y decide añadir en su tramo final un solo de mandolina que encaja a las mil maravillas con el sonido de la banda. En octubre ya estaba el nuevo disco en la calle y la historia de Maggie, en lo más alto de todas las listas.