Empezaron la década actual dejando en las tiendas su segundo trabajo Contra y tampoco hubo entonces ocasión de echarles en cara el descaro. Al contrario, la sensación predominante era que éstos habían venido para quedarse. Se tomaron su tiempo –tres años– para el tercero pero la espera mereció la pena: Modern Vampires of the City es uno de los mejores discos de lo que llevamos de siglo. Todo en él es sobresaliente: los arreglos, las melodías, las letras, el modo en que las canta Ezra Koenig, la portada… No hay canciones destacadas porque no hay aquí un gramo de grasa; todo es músculo. Ya no se parecen a nadie más que a ellos mismos en su momento de mayor inspiración.
No es de extrañar, por tanto, que nos hayamos tirado seis añitos esperando con muchas ganas el nuevo disco que acaba por fin de llegar. Habían grabado su obra maestra y las posibilidades de no estar a la altura eran notables. Definitivamente Father of bride no baja el nivel pero habrá que escuchar sus 18 canciones mucho más para saber si aguanta la comparación con su anterior largo. Como novedad hay varios duetos y un aire más desenfadado pero siguen grabando temas que enamoran a la primera, como este This life.