Casi cuatro décadas dan para echar la vista atrás y arriesgar un posible canon de aquellos temas que por distintos motivos han sido los más importantes entre los de mayor calidad, bien por el influjo ejercido en los que llegaron después, por los contenidos abordados, por la interpretación, por los arreglos incorporados… El periodista Shea Serrano, especializado en cultura popular y deportes en diversos medios estadounidenses, se marcó un objetivo: elegir el rap más significativo de cada año desde 1979 hasta 2014. El resultado es The Rap Year Book (Editorial Abrams Image), un artefacto fascinante tanto a nivel visual, con ilustraciones de Arturo Torres y el propio Serrano, como analítico, con múltiples infografías, mapas de estilo, entrevistas, colaboraciones de terceros que proponen un tema alternativo a cada añada, ejemplos sorprendentes, listas de lo más variado… Aquí hay espacio para las mejores rivalidades entre raperos, las mejores películas con rapero dentro, los tipos más peligrosos, los más molones…
Yendo a las canciones, resulta inevitable echar de menos muchos temas y echar de más alguno que otro, pero eso forma parte del juego. Menos justificada está la ausencia de señoras (¿dónde está Missy Elliot?), la ausencia casi total de blancos (sí, está Eminem) y la presencia exclusiva de norteamericanos. En cualquier caso, Serrano nos pone encima de la mesa la mejor guía posible para recorrer la historia del rap a través de una decena de hitos rimados que han envejecido como los mejores vinos. Empezamos.
Rapper’s Delight (1979), el origen de todo
Sin discusión alguna, para la historia ya ha quedado DJ Kool Herc como padre verdadero del hip hop y Afrika Bambaataa como la gran figura pionera del nuevo fenómeno. Pero aquí hablamos de canciones y ese honor es para Rapper’s Delight, de Sugarhill Gang. Ni siquiera fue el primer rap pero sí el primero con verdadero éxito comercial. Lo grabaron y cuando se quisieron dar cuenta ya sonaba en todo el planeta. Nunca fueron conscientes de que estaban creando algo que lo iba a cambiar todo.
The message (1982), denunciando la injusticia
No han pasado ni tres años y se produce otro hito. La vida en Nueva York no es fácil si eres negro y pobre. Te rodean las injusticias y toca denunciarlas. Eso hicieron Grandmaster Flash and The Furious Five. Los nuevos y bailables ritmos eran compatibles con la denuncia del estado de las cosas y con las descripciones más crudas del entorno. Hay consenso: sin ellos es muy probable que no hubieran existido Public Enemy, al menos tal como los conocimos unos años después.
Paid in full (1987), nacido para rapear
Atención, con ustedes el primer gran MC del recorrido –God MC es uno de sus sobrenombres–, Rakim, 50% del dúo Eric B and Rakim. Ice T asegura que Rakim inventó el flow, una nueva manera de navegar sobre las olas rítmicas del hip hop con absoluta autoridad, a la manera en que Sinatra frasea sobre una big band: del modo más cool que uno pueda imaginar. Sin esfuerzo. Con naturalidad. Porque lo lleva dentro.
Straight Outta Compton (1988), la primera gran banda de malotes
Ya estamos metidos de lleno en la edad de oro del hip hop. N.W.A. mostró al mundo las características que definen a una banda de gangsta rap y lo hicieron con un pepinazo que dio título a su primer elepé. Cuesta encontrar en sus letras una sola frase que poder leer a los niños. Serrano se tomó la molestia de contar cuántas veces escupen la palabra fuck (134), motherfucker (73), bitch (65), shit (54) o nigga (45), entre otras. La banda incluía en sus filas un verdadero gangsta (Eazy-E), un rapero (Ice Cube) que supo poner letra al malestar que respiraba una pandilla de negros siembre bajo sospecha en su Compton natal, California, y un genio de la producción aún en estado embrionario (Dr. Dre). Merece la pena conocerles mejor a través de la película estrenada este año del mismo título que el disco y la canción citadas.
Fight the power (1989), disparos políticos
Hace unos años la revista Rolling Stone eligió a los cien más grandes artistas de todos los tiempos. En aquel listado, tan sólido como poco sorprendente, se colaron apenas media docena de raperos; la mejor posición fue para Public Enemy, cuya influencia en la historia de la música parece crecer cada año. En 1988 lanzaron al mundo el disco capital del género, una de las biblias del hip hop: It takes a nation of millions to hold us back. Sonidos y palabras que parecían salir de una metralleta fuera de control. El impacto sigue aún latente. Política, racismo, violencia, drogas… No es de extrañar que Spike Lee les pidiera un tema para su película Haz lo que debas. Respondieron con todo un manifiesto sonoro, un clásico que sacude conciencias: Fight the power.
Nuthin’ but a G’ Thang (1992), hedonismo en acción
Afirma Shea Serrano que a veces el tema más importante del año es también el mejor y cita esta canción como ejemplo incontestable. Dr. Dre se inventa, con la ayuda del MC Snoop Dogg, un nuevo subgénero: el G-Funk. El rap coquetea con el soul, se impregna de sonidos hipnóticos y cede espacio a las voces femeninas. Hay violencia y misoginia pero también un ambiente festivo que propicia la celebración de la vida. Aunque sea la de un gangsta.
Juicy (1994), rap para las masas
He aquí el primer mártir del rap. Christopher George Latore Wallace fue una talentosa mole conocida como Notorious BIG. Muerto a tiros con apenas 24 años, no le dio tiempo a grabar más que un par de discos, suficientes para convertirse en una leyenda y ser uno de los raperos más influyentes del negocio. Contenido autobiográfico en las letras y sonidos con vocación de llegar a un público masivo como así fue.
Dear mama (1995), la cara vulnerable del tipo duro
Otro mártir y otra de las estrellas indiscutibles del género: Tupac Shakur, asesinado en Las Vegas a la edad de 25 años. Otro angelito como él, 50 Cent, dijo que no hay rapero que haya crecido en los noventa que no le deba algo a Tupac. Era un tipo duro, que había disparado a un policía y había pasado tiempo entre rejas, pero también muy capaz de sonar delicado, incluso conmovedor. Ahí está Dear mama para demostrarlo.
Gold Digger (2005), el toque del Rey Midas
Por primera vez el rey del pop es un rapero. Que tenga un ego más grande que el de Michael Jackson, Madonna y Prince juntos no tendría la mayor importancia si no fuera porque, como ellos, Kanye West también atesora un talento descomunal para el show business. Con Jay Z sin sacar discos relevantes desde hace demasiado tiempo y sin que los más jóvenes (Drake, Frank Ocean…) resulten una verdadera amenaza para su reinado, solo puede inquietarle un torrencial Kendrick Lamar. Los últimos diez años son suyos sin discusión. Tiene una imponente colección de temas propios (Jesus walks, Monster, New slaves…), entre los cuales figura este Gold Digger, grabado con el actor Jamie Foxx, de cuya calidad el propio West dijo, siempre humilde, a la revista Playboy que era “una de las más grandes canciones de nuestra época”. No exageraba.
Una ausencia justificada
To Pimp a Butterfly (2015) es uno de esos discos que definen una época. Por un año, no ha podido entrar en el libro de Serrano. Kendrick Lamar lleva dentro, con la mayor armonía, los espíritus de Miles Davis, Bob Dylan y Sly Stone y el suyo propio. Ha grabado el What’s going on del siglo XXI y se ha puesto el listón a una altura que solo él puede superar. En sus manos está el futuro más inmediato del rap.