Este es uno de los datos más significativos que ofrece el Libro blanco de la música en España 2013, un exhaustivo diagnóstico de la lúgubre realidad musical de nuestro país elaborado por IDEC-Universitat Pompeu Fabra y publicado por Promusicae (Productores de Música de España) que revela que los formatos digitales suponen ya en torno al 46% del negocio fonográfico, pero no sirven para frenar la caída del sector como consecuencia de la piratería.
El impacto de la piratería
El gran problema para la música en España, según este documento, se encuentra en el descenso pronunciado y permanente en el consumo de música grabada. En 2003, los españoles gastaron 493,8 millones de euros en fonogramas (por entonces en formato físico en su práctica totalidad), una cifra que, pese a la irrupción de modelos digitales de negocio, se contrajo en 2012 hasta los 141,1 millones de euros.
En el caso concreto del CD, se vendieron 11,4 millones de ejemplares en 2012 frente a los más de 52 millones de unidades que se contabilizaban una década antes (lo que supone una bajada del 71,5%). Y ello, a pesar de que el precio medio de cada CD vendido en las tiendas españolas no ha dejado de descender: 9,18 euros en 2004, 7,93 en 2008 y 7,41 euros en 2012 (pese a la drástica subida del IVA cultural).
A la luz de estas cifras, España no pasa del séptimo puesto en el mercado europeo de música, por debajo de Reino Unido, Alemania, Francia, Italia, Holanda y Suecia.
Moderado auge digital
Paralelamente, el auge del mercado digital constituye el principal motivo de esperanza para el sector, pero su crecimiento –lastrado también por la piratería– es inferior al de los países de nuestro entorno occidental. El negocio digital representó el 34% del total en el mercado español de 2012, si bien los datos ya conocidos del año en curso hacen pensar que 2013 acabará con este porcentaje en parámetros cercanos al 46%.
Dentro de lo digital, los datos más alentadores provienen de la cada vez mayor aceptación del streaming (reproducción musical online, sin descarga de archivos). Las suscripciones mensuales a servicios como Spotify, Deezer o Napster representan ya un 38% del negocio digital, por encima del 30% que Promusicae atribuye a las descargas legales de álbumes, canciones y vídeos (a través de iTunes, por ejemplo).
Además, el streaming financiado por publicidad (las versiones gratuitas de Spotify, YouTube y similares) supone un 24% del total de este negocio digital. Pierden fuelle los productos para móviles, como los tonos, que se quedan en un 5%.
Casi medio punto del PIB
El Libro blanco cifra el impacto directo de la actividad musical en 907 millones de euros, mientras que el inducido asciende a 4.151 millones de euros. Estas magnitudes implican, en el más conservador de los cálculos, que la música roza el medio punto porcentual del producto interior bruto español.
Por impacto directo, los autores del informe contabilizan la música en directo (525 millones de euros, un 58% del total), la música grabada (163 millones, un 18%) y la edición musical, un concepto que se refiere fundamentalmente a los derechos de autor.
En este último apartado debemos anotar 219 millones, el 24%. El impacto inducido, más difícil de traducir a cifras en términos macroeconómicos, abarca desde los proveedores de Internet de banda ancha a las radios y televisiones, las salas de baile y discotecas, la producción publicitaria, la telefonía móvil y hasta el turismo musical.
El impacto de la música
El Libro blanco resalta el inmenso impacto que representa la música en las vidas de millones de personas. Siete de las diez cuentas más seguidas en Twitter, nueve de los diez perfiles predilectos de Facebook y nueve de cada diez vídeos que se ven a través de YouTube corresponden a artistas musicales. Y en el caso español, además, la música nacional conserva una importante cuota de mercado frente a la foránea. En concreto, el 66% de los nombres propios que han ocupado el Top 50 de los álbumes más vendidos entre 2004 y 2012 son españoles o latinoamericanos.
Esta tendencia se invierte, en cambio, en las listas de canciones, donde el 62% corresponde a solistas o grupos internacionales. El papel que asumen los productores de música en este nuevo escenario es, consecuentemente, más trascendente que nunca. La posibilidad de generar riqueza comienza con un proceso que, en la mayoría de las ocasiones, se inicia con la detección del talento y la posterior grabación y difusión gestionada con una compañía productora de música que, mediante sus áreas de marketing y comunicación, logran desencadenar todo el negocio potencial derivado.