Cierto que no es un género para todos los públicos, que te llega o no te llega, que no admite medias tintas. Ningún otro, incluida la ciencia ficción, te obliga a suspender la incredulidad tantas veces durante un par de horas. Ahora bien, si entras en él, es el más agradecido: se puede revisitar en tantas ocasiones como puedas hacerlo con tus discos favoritos.
Si disfrutas cada vez que pillas en la tele West Side Story, alucinas con los bailes en blanco y negro de la pareja Fred Astaire y Ginger Rodgers y te emociona la historia de Billy Elliot, deberías saber que el cine musical, sobre todo en los gloriosos años cuarenta y cincuenta, acumula una cantidad ingente de tesoros a descubrir y redescubrir aunque escasamente disponibles en las grandes plataformas que hoy nos sirven el cine en casa. Muchas de estas películas gozaron de notoriedad en su momento y poco a poco fueron cayendo en el olvido. Otras no funcionaron en su estreno y ahora son de culto, como El Pirata, de Vicente Minnelli. Eso es lo que propone Alfonso Bueno (Madrid, 1977) en Más allá del arcoíris: un ecléctico paseo por una suerte de cara B del género para rescatar clásicos perdidos, una invitación a deleitarse, con la ayuda de youtube, de sus momentos más memorables, caso de un desatado Van Morrison inmortalizando su Caravan en El Último Vals, la despedida de The Band firmada por Scorsese.
O el increíble numerito que se marca el esta vez más sorprendente que inquietante Christopher Walken en la maravillosa Dinero caído del cielo, de Herbert Ross.
O la exhibición de poder de un Gene Kelly sobre patines sacándole todo el partido al cinemascope en Siempre hace buen tiempo mientras le persigue la cámara de Stanley Donen.
O un cansado Lee Marvin cantando que vino al mundo bajo una estrella errante en La leyenda de la ciudad sin nombre.
El repaso de Bueno a la parte menos obvia del género no significa que haya orillado a las grandes estrellas. No está la Judy Garland de Cita en San Luis pero sí la crepuscular de Podría seguir cantando; no está el Kelly de Un americano en París pero sí el de Las modelos; no está la Audrey Hepburn de My fair lady pero sí la de Una cara con ángel; no está el Sinatra de Un día en Nueva York pero sí el de Ellos y ellas; no está el Bob Fosse que triunfó con Cabaret pero sí el que debutó en la dirección con Noches en la ciudad. Tampoco se ciñe el libro al cine de Hollywood aunque por cada joya francesa (French Cancan), inglesa (Los cuentos de Hoffmann) o india (El salón de música), hay, como no podía ser de otro modo, decenas de producciones norteamericanas.
La visión no puede ser más panorámica: desde los años veinte hasta la actualidad, sin hacer ascos a ningún estilo musical, del barroco (Todas las mañanas del mundo) al rap (Straight Outta Compton) pasando por el jazz (Alrededor de la de la medianoche), el soul (Los Commitments), el country (Nashville), la clásica (Fantasía 2000) o el rock (Tommy), aparte, claro está, de casi toda producción que haya gustado antes en los teatros de Broadway.
Como sucede con cualquier selección, es inevitable echar algunos amores en falta (¿dónde está la Corazonada de Coppola?). Cada década tiene su resumen, cada película elegida cuenta con su breve descripción y gestación, su justa valoración, sus anécdotas y curiosidades, pero lo mejor de esta cuidada edición fabulosamente ilustrada es que tras su lectura dan ganas, citando al autor, de entrar una vez más en algunas de esas películas convertidas ya en refugios “excesivos, coloridos y fascinantes” en los que “soñar y olvidar la mediocridad que salpica a menudo lo cotidiano”. Y de eso se trata, ¿no?