¿Y qué le depara su segunda vida? Aún no lo sabe. De momento inicia nuevo camino por Latinoamérica en busca del que será su quinto disco, y, por supuesto, de nuevas experiencias que le sigan permitiendo vibrar, aprender y evolucionar como uno de los artistas con mayor proyección de nuestro panorama musical.
¿Quién es Muerdo y quién Pascual Cantero?
Hubo una época en que salieron muchos músicos con nombres y apellidos, era repetitivo, y muy asociado al cantautor. Decidí cambiarme el nombre por diferenciarme, porque realmente existe una dualidad. Yo no soy todo el rato Muerdo. Con mis amigos o familia soy Pascual. De hecho siempre digo que Muerdo es la mejor versión de Pascual, porque mis canciones son siempre muy positivas y luminosas, y no siempre estoy en ese estado. Aviso. Pascual a veces tiene más sombras que Muerdo.
Sus letras tienen un significado que trasciende la música…
Siento que cuando haces música tienes un altavoz poderoso, y que no puedes quedarte al borde del camino, como decía Benedetti, tienes que ser coherente con la realidad que vives y ser lo más libre posible. Procuro que la música refleje ese latido de lo que está sucediendo a mi alrededor, y siempre desde un punto de vista crítico, actitud que falta a menudo en la izquierda. Parece que por ser revolucionarios tenemos que aceptar todo lo que se presume como revolucionario.
¿Se considera un cantante social?
No me gusta asociarme con la idea de cantautor social, porque lo mismo escribo de algo social que de algo mucho más personal. Pero sí siento esa responsabilidad de contar lo que pasa.
Toca hip hop, rock, algo de pop, tiene también toques más folclóricos… ¿Cómo definiría su música?
Mi problema siempre ha sido ese, definirme. He mezclado todo desde el principio, cada disco es muy heterogéneo y agrupa folclore, hip hop, reggae… el último disco tiene más pop… pero siempre lo he mezclado todo. No es un problema para mí, pero sí para las discográficas que quieren vender un producto cerrado que se dirige a un público concreto, ¿a Muerdo dónde lo metemos?, se preguntan, pero creo que en el fondo es un valor en el mundo en que vivimos, tan sectorizado, pero también cuesta más que la gente entienda lo que haces. Soy como un perro callejero, sin pedigrí.
Tiene 31 años, cuatro discos y un libro publicados, ¿cómo ha sido su evolución creativa?
Todo ha sido muy natural y paulatino. Llegué de Murcia, de dónde soy, en 2011, cuando grabé mi primer disco, y ahí me surgió la oportunidad de ir a Cuba a hacer una gira. Es en ese momento cuando atisbo Latinoamérica. Ahí conozco a Amparo Sánchez, de Amparanoia, también muy ligada a Cuba en ese momento, y grabamos mi segundo disco, y a partir de ahí empiezo a viajar por Argentina, México, Chile… con mi mochila y haciendo pequeños conciertos y, al mismo tiempo, combinándolo con directos por España.
Con el tercer álbum, que tiene más influencia latinoamericana, empiezo a crecer en España, y hay un momento entre ese y el siguiente álbum en el que explota todo, sobre todo en Latinoamérica, y ficho por Warner Music, lo que implica tocar en salas más grandes y por toda España. Ahí llegan también los festivales y otro tipo de colaboraciones que marcan esta última etapa de dos años.
¿Y el libro?
Es un poemario que escribí cuando era un adolescente, en 2009, y que logré publicar gracias a la editorial Mueve tu lengua de mi amigo Diego Ojeda. Hasta ahora lo he presentado en la Feria del Libro de Madrid, en la Feria de Guadalajara en México, y ahora que cierro la gira seguro que aprovecharé para hacer alguna presentación más. Es algo complementario a la música.
¿Cómo ha influido Latinoamérica en su carrera?
Realmente allí estamos triunfando. Ahora contamos con aforos de 2.000 personas. Ha sido una sorpresa en mi carrera y me cuesta que en España se lo crean y se le dé la importancia que realmente tiene. Primero porque la gente no conoce la escena de allí, y luego porque todo el mundo viene con el cuento de ‘qué bien nos va en Latinoamérica’ y no siempre es verdad. Yo estoy muy contento de que se esté dando así y estoy seguro de que, con el tiempo, eso se va a reproducir aquí.
Cierra una gira titulada ‘Fin de la primera vida’, ¿qué espera de la segunda?
Para mí una de las diferencias sustanciales de la vida que viene es el país de dónde parte todo. Hasta ahora era España y de ahí me proyectaba a otros lugares, ahora España es un país más que voy a trabajar con la misma intensidad que el resto. En quince días me mudo a Buenos Aires, y no sé por cuánto tiempo. Allí voy a grabar mi álbum.
¿Cómo lleva su quinto álbum?
Por la mitad, ya que la idea es grabar el resto con un productor de Viena que mezcla folclore latinoamericano y música electrónica. El proyecto consiste en integrar esa parte en mis canciones. Por ello, a nivel sonoro daré un cambio importante.
¿Qué músicos le inspiran?
Me siento muy conectado con cantautores latinoamericanos de los años 70, como Atahualpa Yupanqui, Violeta Parra, Víctor Jara, Serrat… Por un lado tengo esa escuela, pero por generación y por edad he escuchado mucho rock, hip hop, mestizaje, Fabulosos Cadillacs, Manu Chao. Siempre me he sentido a medio camino entre una cosa y la otra. Y desde hace cinco o seis años escucho mucha electrónica, que de alguna forma debe integrarse en lo que hago.
¿Qué relación tiene con la política?
Realmente todo tiene un matiz político, hasta lo personal, eso es una realidad. En lo que respecta a la música debemos intentar que no sea manipulada. Es decir, que si quieres cantar a favor de una causa lo puedas hacer sin presiones externas. Para mí lo político, aunque hay gente que no lo cree así, debe estar implícito en la música, si no hay poesía textual la música me interesa menos, por eso escucho música en español. Para mí la letra es importante.