Piotr Ilich Chaikovski (1840-1893) escribió Eugenio Oneguin, ópera a la que denominó “escenas líricas en tres actos y siete escenas”, con un libreto elaborado conjuntamente por él y Konstantin S. Shilovski, basado, como tantas óperas rusas, en una novela en verso escrita por Aleksandr Pushkin.
Con ligeras variaciones sobre la novela de Pushkin, el libreto relata la visita del poeta Lenski a la casa campestre de su novia Olga, acompañado de su amigo Oneguin. Tatiana, hermana de Olga, queda al instante fascinada por Oneguin y decide declararle su amor mediante una carta. Oneguin, hombre de mundo, rechaza la proposición. En la fiesta de cumpleaños de Tatiana, Oneguin corteja a Olga, lo que provoca la ira de su amigo Lenski, que le retará a un duelo que le resultará fatal.
Años más tarde, Tatiana es una dama de alta sociedad, casada con el príncipe Gremin, que con ocasión de una fiesta vuelve a coincidir con Oneguin, quien es el que en esta ocasión se declara a Tatiana, pero esta se mantiene fiel a su marido, a pesar de la pasión que todavía siente por Oneguin: historia de amor «falta de sincronización».
Momentos monumentales de la ópera
Musicalmente, la ópera muestra la gran capacidad de Chaikovski para plasmar los diferentes sentimientos que se pueden apreciar en el libreto (amor, amistad, orgullo, desengaño, pasión, melancolía, familia…), combinado con bellísimas arias (Lenski, Gremin), escenas de baile (polonesa, polka y un vals que solo se puede definir como sublime), junto a dos escenas (la de la carta y la del último encuentro de Onieguin y Tatiana tras la fiesta) que constituyen momentos monumentales en la historia de la ópera.
Producción, orquesta, coro y solistas del famoso Teatro Bolshoi de Moscú. Las escenas descritas por el compositor alternan los exteriores con interiores, pero en esta producción, dirigida por Dimitri Tcherniakov, se desarrollan todas en el interior con la omnipresencia de una gran mesa ovalada.
El movimiento escénico es muy eficiente, facilitado por el hecho de que los cantantes salidos de la escuela rusa suelen ser, además, buenos actores. Siendo discutibles algunos detalles, como la presentación de una Tatiana más colérica que pasional y romántica, o un Lenski que a veces parece algo ido, sí que explora y logra plasmar los sentimientos personales de los personajes. Imaginación y buenos detalles de iluminación contribuyen al resultado de la representación.
Comprendo en cualquier caso que los puristas o los que ven por primera vez esta ópera y leen el libreto se sorprendan de que el duelo con pistolas descrito en un frío bosque se desarrolle en el interior de una casa con cuchillos, o que monsieur Triquet sea un infantil Lenski que juguetea con un peluche de perro, pero no que esa sorpresa llegue al escándalo cuando se puede observar un trabajo teatral bien hecho que ahonda en el carácter de los personajes.
Discreta calidad
La calidad musical que presentó el Bolshoi, y me refiero solo a la del día señalado ya que en otras funciones se alternaron dos o tres cantantes para cada personaje, se puede calificar como muy discreta y sin nadie a quien destacar.
Alexander Naumenko fue un Gremin correcto que no nos confirmó la calidad de los grandes bajos que ha dado Rusia; Irina Rubtsova e Irina Udalova estuvieron eficientes en los respectivos papeles de Larina y Filipievna; Svetlana Shilova nos presentó una bulliciosa Olga, sin ningún recuerdo para su interpretación canora, mientras Vladislav Sullimsky (Onieguin) cumplió sin brillo. Andrew Goodwin (Lenski) mostró una bella voz a la vez que una gran musicalidad, lástima que su volumen sea extremadamente insuficiente.
Ekaterina Scherbachenko, en el papel de Tatiana, estuvo discreta en la escena de la carta pero tuvo algunos detalles de calidad en el resto de la función que hacen pensar que pueda llegar a destacar fuera del Bolshoi.
Dimitri Jurowski, dirigió a todos ellos, así como a un correcto coro y una buena orquesta, dejando de lado los sonidos efectistas y profundizando en el sentimentalismo y melancolía romántica del compositor.
Tuve la gran suerte de poder asistir el año pasado a una función de esta ópera, que el lector podrá haber deducido que es de mis preferidas, en el Teatro Marijnski de San Petersburgo, y comparando con esta del Bolshoi, y aun respondiendo los dos al mismo modelo de teatro (alejado del Real o el Liceu) se comprende por qué se dice que el Marijnski es el primer teatro de ópera, dejando para el Bolshoi la primacía en el ballet.
Madrid. Eugenio Oneguin (Evgenij Onegin). Teatro Real [1]. 17 de octubre de 2010.