Muchos lo consideran el padre de la ópera nacional alemana y, sin duda, un reformador que pone fin al barroco, al predominio abrumador de la ópera italiana, así como a las imposiciones que realizaban los cantantes. Inició, colocando el drama por encima de la música, lo que posteriormente Wagner llamaría el drama musical.

Arias y recitativos

Iphigénie en Tauride, compuesta durante su estancia en Francia, fue estrenada en París en 1779, en francés, y representada en Viena en 1781 en alemán. El personaje que figura en el título había ya sido tratado por Gluck en la ópera Iphigenie in Aulide (París, 1774) y recibió el encargo para la nueva a la vez que N. Piccini, su rival en París, de los que se cuenta que, a pesar de mantener un trato cordial, provocaban entre sus seguidores un enfrentamiento similar al que mantienen los aficionados al fútbol de dos equipos rivales. Gluck finalizó la ópera antes que Piccini y desde entonces ha estado presente en la programación de diferentes teatros en el mundo, lo que no sucede con las obras de Piccini.

El libreto es de Nicolas François Guillard y está basada en la tragedia de Euripides. En la reforma de Gluck, se integran arias y recitativos con una historia coherente y en la ópera que nos ocupa transmite las emociones y turbulentos pensamientos de los personajes que aparecen (Iphigenie, Orestes) y el recuerdo de sus padres (Agamenon y Clitemnestra) y hermana (Electra).

Advertencia

Para asistir a una ópera en Alemania es siempre necesario pensar que lo que está escrito en el libreto va a ser transformado y estar dispuesto a profundizar en cuál debe ser el pensamiento del director de escena.

En esta ocasión, Philippe Calvario traslada la acción al interior de un barco, mostrando estructuras metálicas oxidadas, las cuales funcionan estéticamente, combinadas con algunas esculturas que evocan la antigua Grecia. Pero esta posible estética se rompe con el vestuario de las sacerdotisas, que parecen trabajadoras de un taller de los antiguos países del Este, y con el que se presenta Clitemnestra, verde con un abrigo de leopardo, que hace dos apariciones, una de ellas justificada en el sueño de Orestes, durante el cual las furias le ayudarán a violarlo. El resto del movimiento no presenta momentos que puedan distraer de la audición, una vez hecho a la idea de que el templo de Diana es un barco en reparación en el dique seco.

El reparto

Mireille Delunsch (Iphigénie) sustituía a K. Stoyanova y mostró una gran capacidad dramática, sin poseer una voz particularmente bella y con la emisión de los agudos no siempre con la nitidez esperada, aportando la única contribución del idioma francés a la velada.

Bo Skovhus (Orestes) hizo una interpretación correcta y lució su timbre de voz, que siempre me ha gustado, en un papel idóneo para él. Toby Spencer (Pylade) es un tenor inglés que actuó el año pasado en el Teatro Real, en el papel de Tom Rakewell, y que demostró una gran emisión en los registros graves y centrales, con un gran sentido de la musicalidad.

En cuanto a Nmon Ford (Thoas), tuvo una actuación algo irregular al comienzo, que hacía pensar en una voz no muy agraciada, pero mejoró ostensiblemente en el transcurso de la función. Del resto del reparto destacar a Vida Mickneviciute y Katerina Tetryakova (sacerdotisas), brillantes en su papel, y la corrección de María Markina (Diane).
Alessandro de Marchi dirigió con esmero la buena orquesta del teatro, extrayendo con pulcritud toda la luminosidad de la partitura.

Iphigénie en Tauride. Staatsoper de Hamburgo.

29 de octubre de 2009.