Debido al fallecimiento de Offenbach, la ópera fue acabada por Erneste Giraud y cuenta con un prólogo y un epílogo que tienen lugar en una taberna de Núremberg entre los que se intercalan los tres cuentos, en tres actos ubicados en París, Múnich y Venecia en los que se describen los fracasos amorosos de Hoffmann ante Olympia, Antonia y Giulietta, inducidos por el espíritu del mal (Lindorf, Coppelius, Miracle y Dapertutto), pese a las advertencias de su fiel Nicklausse.
La ópera fue estrenada en París en 1881, y no llegó al Metropolitan Opera House de Nueva York (Met) hasta el año 1913. En España se estrenó en 1905 en el Teatro Eldorado de Barcelona cantada en español y no se representó en francés hasta 1925 en el Liceu. La representación que se comenta en este blog era la número 241 de la historia del Met y la premier de la nueva producción.
Bartlett Sher, según sus palabras, propone un viaje de fascinación psicológica a través de la vida y amores de Hoffmann, trasladando la acción a los años 20 del siglo pasado y proponiendo un Hoffmann al estilo de un escritor estilo Kafka, o el propio Kafka, caracterizado en la portada del Playbill con sombrero y abrigo.
Decorados sugerentes y coloridos del gusto del público del teatro, con oscuridad en la iluminación, que logran el aplauso generalizado al alzarse el telón del acto que se desarrolla en la decadente Venecia, con vestuarios y escenas sexuales que rayan lo estrictamente correcto para el público estadounidense, pero estamos en NYC y en el Met algunas cosas están cambiando desde la llegada de Peter Gelb a la dirección.
El movimiento escénico es más difícilmente comprensible, con escenas como la del epílogo, cuando Hoffmann derriba a Nicklausse de un bofetón. Quizás Nicklausse es su otro yo y se lo da a sí mismo. No acaba de convencer la dramaturgia.
Joseph Calleja (Hoffmann) obtuvo el reconocimiento del público, con su musicalidad y calidad de voz, pero tuvo problemas de afinación en todas las partes de la ópera (canceló algunas de las funciones siguientes por enfermedad).
Kathleen Kim (Olympia), muy cómica en su representación de la muñeca, lució con agilidad en la coloratura. Anna Netrebko (Antonia y Stella) demostró una favorable evolución del dominio de la voz que le permitió acometer con facilidad los agudos y algunos graves sin merma en la calidad de su voz.
Ekaterina Gubanova (Giulietta) fue una cortesana veneciana de voz homogénea no exenta de calidad en la musicalidad. Kate Lindsey (Nickclausse) es una mezzo a la que hay que seguir, salida del programa Lindemann del Met para el desarrollo de jóvenes artistas. Alan Held (Lindorf, Coppelius, Miracle y Dapertutto), con presencia escénica convincente y adecuado vocalmente, completaba el plantel de los cantantes principales.
El coro, correcto y la orquesta en su muy buena línea habitual, dirigida con esfuerzo y agotamiento evidente por James Levine después de su reciente intervención quirúrgica.
Nueva York . Les Contes d’Hoffmann. Metropolitan Opera House de Nueva York.
3 de diciembre de 2009.