El pasado mes de junio, Claudio Abbado cumplía 80 años y poco quería decir sobre su carrera. Prefería hablar a través de la música, tal y como había hecho con resultados extraordinarios durante más de medio siglo. En una ocasión anterior, el director llegó a afirmar que «el término ‘gran conductor’ no tenía ningún significado para él porque es el compositor el que es grande».
Abbado nació en Milán en 1933 en el seno de una familia con vocación musical y artística. Estudió piano, composición y dirección de orquesta en el Conservatorio Giuseppe Verdi de su ciudad natal antes de viajar a Viena a mediados de la década de 1950 para realizar un curso de posgrado. Más tarde, en 1958, ganaría el Premio Koussevitzky de la Orquesta Sinfónica de Boston.
Su etapa en la Scala
Su debut en el Teatro de la Scala de Milán fue en 1960, y fue nombrado director de la misma con sólo 35 años, puesto que desempeñó entre 1968 y 1986. Tres años después de su debut ganó el Premio Mitropoulos, y trabajó durante varios meses con la Filarmónica de Nueva York como asistente de Leonard Bernstein. En 1965, Herbert von Karajan le invitó a dirigir por primera vez la Filarmónica de Viena en el Festival de Salzburgo. Ese mismo año dirigió el estreno mundial de Atomtod, de Giacomo Manzoni, en La Scala.
En Milán era conocido por sus iniciativas innovadoras, ampliando el repertorio para abrazar nuevas e importantes obras. Introdujo a directores invitados como Carlos Kleiber, y desalentó los intentos de elitismo con su apertura a un público más amplio a través de un programa de conciertos para estudiantes y trabajadores.
Durante sus 18 años en Milán también se convirtió en director musical de la Orquesta Sinfónica de Londres, donde trabajó desde 1979 hasta 1987. Fue director musical de la Ópera Estatal de Viena desde 1986 hasta 1991, y en 1987 se convirtió en Generalmusikdirektor de la ciudad de Viena.
El sucesor de Karajan
Al final de 1989, en medio de la confusión y el optimismo por la caída del Muro de Berlín, fue elegido por los intérpretes de la Filarmónica para suceder a Karajan como director artístico de la orquesta, y de nuevo su nombramiento dio lugar a la creación de nuevas iniciativas, como el Berliner Begegnungen, una oportunidad para que los jóvenes intérpretes tocaran con artistas consagrados.
Abbado se vio obligado a retirarse de la tribuna durante varios meses en el año 2000, cuando se le diagnosticó un cáncer de estómago, sin embargo regresó al frente de la Filarmónica de Berlín durante dos temporadas más, en las que dirigió Parsifal y Lohengrin en Berlín, Edimburgo y Salzburgo.
A lo largo de su carrera fue un defensor de la música contemporánea. Así apoyó la obra de Nono, Stockhausen, Rihm y muchos otros compositores. En 1988, mientras trabajaba en la Ópera Estatal de Viena, inició el Festival Wien Modern para ofrecer música del siglo XX.
Aliado de los jóvenes
Abbado dedicó mucho tiempo a fomentar el talento joven, fue fundador y director musical de la Orquesta de Jóvenes de la Unión Europea, que se convirtió en 1981 en la Orquesta de Cámara de Europa. También fundó la Joven Orquesta Gustav Mahler en 1986, la aclamada Orquesta del Festival de Lucerna en 2003 y, al año siguiente, fue nombrado director musical y artístico de la Orquesta Mozart de Bolonia.
En 1967 comenzó lo que se convertiría en una relación extraordinaria con Deutsche Grammophon. Un recorrido por las grabaciones de Abbado refleja la historia de su carrera musical: producciones de La Scala como Simon Boccanegra y Macbeth, que grabó con la orquesta y el coro del Teatro, o sus años con la Orquesta Sinfónica de Londres, que también vieron muchas grabaciones como Il Barbiere di Siviglia, Cenerentola y, sobre todo, Mozart (los conciertos para piano con Rudolf Serkin), Mendelssohn (sinfonías), Ravel, Stravinsky y Debussy.
Cuando se trasladó a Viena en 1986 grabó producciones legendarias como Wozzeck y Pelléas et Mélisande. Sus grabaciones en Berlín se componen de un conjunto completo de los conciertos para piano de Beethoven con su colega Maurizio Pollini y, en 2001, su segundo ciclo de las sinfonías de Beethoven (el primero se había publicado en 1989 con la Filarmónica de Viena).
Un ciclo completo de las sinfonías de Mahler, incluyendo el Adagio de la Sinfonía Nº 10, a cargo de la Orquesta Sinfónica de Chicago, la Filarmónica de Viena y la Filarmónica de Berlín, se había publicado ya en 1995. Con la Orquesta de Cámara de Europa realizó grabaciones de Il viaggio a Reims de Rossini y las sinfonías de Schubert (ambos ganadores de ‘Disco del Año’ de Gramophone, en 1986 y 1988, respectivamente).
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