El Salón de Plenos del Palacio de Cibeles ha sido el escenario elegido para hacer entrega al tenor de la máxima distinción que otorga el Ayuntamiento y que fue aprobada, a propuesta de la alcaldesa, con la unanimidad de todos los grupos políticos en abril del pasado año.
Con esta distinción, la ciudad reconoce a personas que, como Domingo, «destacan por sus cualidades personales o sociales y, singularmente, por sus servicios al prestigio de la ciudad que les ha visto nacer», explicó la alcaldesa.
Ana Botella hizo un recorrido por la vida del «tenor de la calle de Ibiza, de la voz de Madrid», desde que hace más de cuatro décadas irrumpiera en la lírica española con esa voz «indomable, ‘esa mujer exigente y celosa’, como él la define, que ha admirado y emocionado al público en sus más de tres mil quinientas funciones como cantante, sus ciento cuarenta papeles en su repertorio y sus más de cien óperas completas».
Madrid, siempre a su lado
Fue en 1970 cuando Domingo debutó en Madrid tras haber triunfado en el Metropolitan, en Viena y Hamburgo. En el Teatro de la Zarzuela y tras interpretar Cielo y mar, de La Gioconda, cantó un dúo especialmente difícil entre lágrimas. «El joven tenor –recordó Botella– se sentía abrumado por el calor con el que el público de su ciudad reaccionó ante un cantante al que apenas conocía, pero que sabía y hacía suyo porque había nacido en la calle de Ibiza, al lado del Retiro, hijo de Pepita Embil y de Plácido Domingo, dos grandes de la Zarzuela española».
Pero, además de la trayectoria profesional del que ha calificado como «el primer tenor de la Historia», Botella ha destacado la fidelidad que une a Madrid con Plácido Domingo y a Plácido Domingo con Madrid, la ciudad en la que lleva cantando 43 años. Un ejemplo lo ilustra bien: hace tres veranos rompió todos los registros con unos inéditos treinta y dos minutos de aplausos tras su Simon Boccanegra, en el Teatro Real. Un fervor que el tenor agradeció besando el suelo del escenario y dedicando el éxito «a su Madrid, la ciudad que tanto le quiere y que él quiere tanto. La ciudad que él ama y le ama». Y la ciudad a la que año tras año regresa para reencontrarse «con un público que le rinde infinita devoción, por el que Plácido siente perpetua adoración, y del que presume de madrileñismo por cualquier rincón del planeta».
Plácido Domingo recordó que el Ayuntamiento instaló en 1978 una placa en la casa donde vivió (calle Ibiza); el pregón que dio en las fiestas de San Isidro en 1986 y, la Medalla de Oro de la Villa otorgada en el 2001. «Soy gato tres veces», declaró, y «lo soy por nacimiento, por devoción y por voluntad».