Britten escribió música de cámara, sinfonías, música de piano (era un buen pianista), conciertos de violín, canciones, música coral, etc. Quizás su obra más célebre sea el War Requiem, sin olvidar las óperas, entre las cuales destaca su primera composición Peter Grimes, y otras como Muerte en Venecia, Billy Budd o la que hoy se comenta. The turn of the screw (Otra vuelta de tuerca), basada en la obra del mismo título de Henry James, con libreto de Myfanwy Piper, fue estrenada en 1954 en el Teatro de La Fenice de Venecia. Con posterioridad a esta adaptación operística han existido multitud de versiones cinematográficas sobre la obra de James, pero a pesar de ello no es fácil hacer un resumen argumental de la historia, que nos relata como una institutriz acepta el encargo de un muy ocupado hombre de negocios para hacerse cargo de dos niños huérfanos que viven en una casa victoriana en el campo.
Sinopsis
El niño de nombre Miles acaba de ser expulsado del colegio y la niña Flora es de menor edad. Al poco de llegar la institutriz, comienzan a sucederse una serie de extraños fenómenos. La institutriz sufre alucinaciones, con apariciones de fantasmas que representan a la antigua institutriz (Jessel) y a su criado (Quint), muertos anteriormente, y que parece que ejercieron y ejercen todavía una maléfica influencia sobre los niños. Ficción o realidad, represión, fantasmas, terror y la presencia del mal desembocarán en la muerte de Miles.
Britten compuso esta ópera para orquesta de cámara con tan solo 13 instrumentos, cada uno de los cuales va asociado a un personaje o a un motivo, y consta de interludios entre cada una de las diferentes escenas, representando cada uno de estos interludios “una vuelta tuerca” sobre la intrigante situación que se produce. El tratamiento de las voces es exquisito con la caracterización de los personajes.
La producción del Teatro Mariinsky de San Petersburgo, bajo la dirección de David McVicar, consta de unos decorados casi permanentes tanto en las escenas exteriores como interiores y para el cambio se apoya en unos grandes paneles móviles verticales, así como en la iluminación, que se proyecta fundamentalmente sobre el fondo del escenario.
Seguramente el efecto sería más positivo en un teatro con un escenario de menores dimensiones. Por otra parte, no contribuye a seguir la obra la proliferación de figurantes que se suceden con objeto de introducir o cambiar el mobiliario presente en la escena, que precisamente daña el recogimiento que se le supone a esta ópera. En cualquier caso estuvo lejos de hacer olvidar la producción que dirigió Luca Ronconi en el Teatro de La Zarzuela en 1999.
Emma Bell, con voz poderosa, compuso una buena representación musical y suficiente teatralmente del papel de la institutriz, cuyo nombre por cierto se desconoce. En cuanto a Marie McLaughlin, si bien estuvo falta de brillantez, su dilatada experiencia le permitió obtener un más que correcto resultado como Mrs. Grose. John Mark Ainsley (narrador del prólogo y Quint), Nazan Fikret (Flora) y Daniela Sindram (Mrs. Jessel) fueron solventes acompañantes del niño Peter Shafran (Miles), que cumplió con éxito el difícil papel no solo desde el punto de vista musical, sino que además demostró grandes dotes como actor, siendo digna de mención su actuación en la escena del piano.
Josep Pons dirigió a todos ellos y a la brillante representación de la orquesta del teatro, obteniendo un sonido acorde a la magnífica partitura que contribuyó a destacar los aspectos intimistas de los personajes, así como la ambigüedad que tiene la historia. Gran dirección que corrobora que Pons se mueve muy bien en las partituras del siglo XX.
Madrid. The turn of screw. Teatro Real. 6 de noviembre de 2010.