Con este marco, y tomándose libertades sobre la historia real, un artista idealista, una diva y un jefe de policía sádico son los elementos que, junto a la música de Puccini, llevan más de cien años cautivando a todos los públicos.

La ópera se estrenó en Roma en el Teatro Constanzi (hoy conocido como Teatro dell’Opera) en 1900. En el Metropolitan Opera House de Nueva York se estrenó un año después. Desde entonces, han pasado por este teatro los mejores intérpretes de siempre en los tres papeles, hasta cumplir con la representación de este día, nada más y nada menos que la número 900.

Cambio de producción

Desde 1985 se había venido representando con la inamovible producción de Franco Zeffirelli, tan del gusto del público de NYC, pero desde la llegada de Peter Gelb a la dirección general se va produciendo, sin prisa pero sin pausa, una renovación de las mismas, si bien creo que será difícil que desaparezca la de La Boheme, convertida en un icono de la ciudad.

La presente producción fue estrenada al inicio de esta temporada y es de Luc Bondy, quien nos presenta unos grandes escenarios del primer y tercer acto bastante austeros. En cuanto al acto del Palazzo Farnese, presenta la novedad de que, a su inicio, Scarpia, antes de que intente seducir a Tosca y ésta se vengue, parece que ha pasado la noche de fiesta con tres impresionantes mujeres a algunas de las cuales no ha debido dejar satisfecha, ya que se “lo montan” por su cuenta.

El movimiento escénico, salvada la comentada escena tradicional, no cuenta con grandes alardes dramáticos de los cantantes.

Patricia Racette (Tosca) es una soprano lírica que tiene una línea de canto plena de expresividad, aunque para la interpretación de este personaje resulta, en cierto momentos, falta de dramatismo, como en el final del segundo acto, pero su musicalidad y timbrada voz le permiten salir airosa del compromiso, y aunque no acaba de emocionar en el “visi d’arte”, fue largamente ovacionada por el público.

Jonas Kaufmann (Mario Cavaradossi), dotado de una voz caracterizada de una cierta oscuridad, proyecta los agudos con indudable fuerza y elegancia, es brillante en la dicción y cantó, en el primer acto, una maravillosa “Recóndita armonía” que quedará para el recuerdo. En el segundo, logra cautivar con su “Victoria”, si bien no me hace olvidar en este punto a Aragall. Correcto y muy aplaudido en “e luceven le stelle”, si bien esperaba algo más importante que no se produjo.

Bryn Terfel es presentado como un sádico y depravado Scarpia, y esta caracterización es bien llevada a la escena desde el punto de vista interpretativo. Pero su bello timbre, acertada afinación y emisión de la voz parecen empezar a declinar con el paso del tiempo.

El coro, a pesar de la innegable calidad que atesora, no tuvo un gran día en el “Te deum”. Correcto, sí, pero siempre se espera algo más de este momento.

Fabiio Luisi dirigió con rotundidad impecable y logró plasmar momentos de la adecuada tensión dramática en una orquesta que parece llegar algo cansada al final de la temporada, quizá acusando la menor implicación de su titular.

Nueva York. Tosca. Metropolitan
Opera House de Nueva York
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14 de abril de 2010.