¿Y por qué tan curioso nombre? Su fundador, Ricardo Lezón, lo explica así: «He jugado al tenis toda la vida, jugaba con mi hermano que lo hacía muy bien y cuando me reprendía le decía: ‘joder, que no soy McEnroe’». Esta anécdota fue el comienzo de una carrera musical que, si bien no ha convertido a estos músicos en un fenómeno de masas, ha dado a luz seis trabajos llenos de color: El sur de mi vida (2003), Mundo Marino (2008), Tú nunca morirás (2009), Las orillas (2012), Rugen las flores (2015) y Quiero pensar que aún queda tiempo (2016).
Lo que viene a continuación bien podría ser un decálogo (las canciones que merecen el título de obligatorias son muchas), pero seamos breves. Me quedo con cinco:
Un Rayo de Luz
Un salto aleatorio de Spotify me presentó a este grupo. Al escuchar esas cuerdas de guitarra, bailando acordes tímidos, y esa voz agotada que empieza a entonar en tiempos acompasados: Te pones a temblar… Dicen por ahí que la voz femenina es la de la hija del cantante. Un dueto mágico: “Yo remaré siempre hacia ti sin importar si la fuerza es tuya o mía”. La mejor carta de presentación, la mejor forma de comenzar a conocerlos.
Por fin los ciervos
Colaboración con The New Raemon [1], esta canción del álbum Lluvia y truenos con un título sin aparente sentido está hecha a medida para recorrer, por ejemplo, las calles de Madrid en otoño, cuando aún no hace frío pero ya empiezan a temblar las hojas y la ciudad se tiñe de amarillo. Vuelve esa voz con un redundante “se han quedado muy quietos, serenos y en silencio”.
Coney Island
Durante unas cervezas bien avenidas surgió el tema de la excursión obligatoria a Coney Island si viajas a Nueva York, y según comentaban mis amigos, ese lugar destapa una especie de museo del abandono. Un lugar de aire decadente en el que un día lució el sol. Viva en verano, muerta en invierno. Esta canción resurge, te levanta del sitio y te hace cerrar los ojos: “Después de ti me construí un refugio de hielo”.
Electricidad
Su título ya da pistas. Sobrecogedora. Un recurso a la nostalgia, a aquella relación que te hizo feliz pero que se terminó y te dejó pensando: por qué no ha funcionado. Según seguimos caminando esa persona sigue estando presente de una forma u otra, escondido en “algún recuerdo”. Y es así como aprendemos a convivir con nuestros fantasmas. Soñando con esa posibilidad de que nos volvamos a cruzar “en algún incendio”. Un tema hecho de deseos perdidos que ya no se cumplirán porque simplemente perdieron el tren.
Agosto 94
La fecha ya lo cuenta, McEnroe vuelve al almacén de vivencias remontándose a un verano de hace 25 años, cuando recorríamos la tierra como si quisiéramos conquistarla. Rescato esa sensación sobrecogedora en la que los “campos dorados” nos dan esta enseñanza: “La vida es como montar en bicicleta, para mantener el equilibrio hay que mantenerse en movimiento”.