Imaginen una especie de Biblia del rock. Pues bien, algo parecido es este libro. En él, más allá de biografías fundamentales, de fotos, discografías, listas de ventas y una serie de cuidadas cronologías de las ida y venidas de los músicos, se relatan curiosdades y momentos históricos, y se dan frases clave y datos, muchos datos. Leer la ficha de Arctic Monkeys es darse cuenta del acierto que supuso, por ejemplo, que regalasen CDs de sus maquetas en sus primeros conciertos. El libro recuerda cómo la gente empezó a colgar sus canciones en internet, y la voz (nunca mejor dicho) se corrió como la pólvora.
También pone en contexto el nacimiento de muchas bandas, entre ellas A-ha, que para David Roberts llegó en el momento justo: con el declive de Duran Duran y la marcha de George Michael de Wham! a la vuelta de la esquina.
El rock’n’roll no ha muerto
Estas Crónicas del rock suponen también una invitación a la reflexión sobre el género, sobre el carisma de estos artistas y sobre su absoluta trascendencia en el siglo XX y principios del XXI.
Atentos aquellos a los que se os haya pasado por la cabeza pensar que el rock ha muerto. El gran Alice Cooper se pregunta en el prólogo del libro por qué sigue adelante esta música: «Muchas de las bandas de los 50 y los 60 continúan haciendo giras y grabando discos. ¿Hay algo mágico en esta música o es simplemente que se niegan a hacerse viejos? Yo empiezo a pensar que se trata de una reacción psicoquímica. El rock’n’roll es cuestión de actitud e imagen. Se basa principalmente en los blues y tiene que ver con la constante rebelión contra la música segura, conservadora y aceptable que nuestros padres y abuelos querían que nos gustara».
El cantante añade (con una fuerza que parece nacerle de las entrañas) que aunque tenga nombre de mujer nunca se le aplicará el viejo dicho de «esto no se termina hasta que cante la gorda». Porque «jamás engordaré y jamás dejaré de cantar. Viva el rock’n’roll. El rock’n’roll no ha muerto. Puede que quieras hacer la prueba personalmente. Si te parece demasiado ruidoso, a lo mejor el que está muerto eres tú», finaliza.
La selección
¿Por qué estás bandas y no otras? ¿Qué criterio se ha seguido en la selección de los artistas incluidos? Ágil y rápido, David Roberts contesta a estas preguntas en la introducción de este viaje: «Para empezar hay que plantearse la cuestión de qué constituye un artista/grupo de rock, diferenciándolo de una formación pop, antes de determinar quién entra en la lista», relata. «En el núcleo de la mayoría de las decisiones estuvo el símbolo que domina firmemente la portada de este libro: la guitarra eléctrica». De hecho para él, «la definición de una banda de rock clásico se basa en las seis cuerdas, desde Chuck Berry hasta los Kings of Leon».
Una vez establecida esta definición, Roberts es consciente de que la lista de cualquier lector y la suya sería probablemente muy diferente, pero también de que no existe una ciencia exacta para decidir quién entra en la selección final. Eso sí, deja claro que para él no basta con las ventas de discos ni con las entradas en las listas, ya que ir por ese camino llevaría a «omitir mucha música sin demasiado éxito comercial pero de gran inspiración creativa». Dicho esto, en el libro «se han incluido todos los pesos pesados británicos, irlandeses y norteamericanos que uno esperaría encontrar, y también bandas importantes de Europa, China, Japón, América del Sur y Oceanía».
Con un completo índice de intérpretes mencionados en el libro, cada página de estas cróncias hace que el lector sienta el poder y la energía del rock a modo de programa de reinserción. Con cada página, el lector se siente más integrado, más rockero, más fan. De ahí, fácil que termine pensando aquello de «larga vida al rock’n’roll».