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La Invasión Británica: un viaje de ida y vuelta

Los Beatles habían lanzado su primer single, Love Me Do / P.S. I Love You, en octubre de 1962, y sus dos primeros álbumes (Please Please Me, editado en marzo del 63, y With The Beatles, en noviembre de ese mismo año) los habían convertido en las más rutilantes estrellas del universo pop del momento, pero a Estados Unidos apenas empezaba a llegar un primer rumor de la inminente revolución.

Mientras, alojados en uno de los hoteles más lujosos de París, los Beatles remataban las canciones que habrían de conformar la banda sonora de la película A Hard Day´s Night, el equipo de Capitol, el sello estadounidense al que Brian Epstein había convencido para lanzar al cuarteto en aquel país, se frotaba los ojos ante las primeras reacciones a la edición de I Want To Hold Your Hand. Adelantado a finales de diciembre del 63 (estaba previsto para mediados de enero del año siguiente), el lanzamiento del single rompió el inicial escepticismo de la compañía y disipó de un plumazo todas las dudas. A finales de enero, los Beatles son número uno en las listas estadounidenses y Epstein improvisa una pequeña gira para apuntalar un éxito que ya sería inevitable y alcanzaría dimensiones ni siquiera intuidas en el más amable de los sueños.

La gira comienza con una actuación en el Ed Sullivan Show, el programa más popular del momento, que solía reunir cada domingo en torno a la televisión a millones de familias estadounidenses. El 9 de febrero de 1964, cuando las tiendas de discos de Nueva York despachaban unos 10.000 ejemplares de I Wanna Hold Your Hand cada hora, los Beatles se presentaban en el programa de Ed Sullivan y hacían añicos todos los récords de audiencia, atrayendo la atención de 73 millones de telespectadores (unos años antes, Elvis había reclutado a 60 millones de televidentes en el mismo programa) y constituyendo un acontecimiento cultural y social de descomunal magnitud.

En un instante los Beatles tumbaron la puerta del hasta entonces receloso y esquivo mercado americano. 

Hasta entonces, las vías de comunicación entre los dos grandes focos de creatividad musical del mundo habían funcionado con dificultad. La autosuficiente y orgullosa superpotencia ignoraba lo que sucedía al otro lado del Atlántico mientras que a la costa oeste del Reino Unido comenzaban a arribar, con cuentagotas, algunos discos de blues y, sobre todo, a partir de mediados de los años cincuenta, del fenómeno del momento, el rock and roll. 

El sonido de los propios Beatles, como el del resto de los músicos y grupos de su generación, se había conformado en gran medida con la influencia del blues y el rock and roll, pero, de regreso a Estados Unidos, estos sonidos resultaban nuevos e irresistiblemente frescos y enérgicos.

En los primeros años sesenta, en Estados Unidos el rock and roll hacía tiempo que había alcanzado sus cotas más elevadas de popularidad y la mayor parte de sus más notables artífices habían entregado, sobre todo durante la segunda mitad de los cincuenta, su material más trascendente. El 3 de febrero de 1959 (“el día en el que murió la música”, según cantaría doce años después Don McLean en su clásico American Pie), un accidente de aviación acaba con la vida de Richie Valens, J.P. Richardson (Big Bopper) y, sobre todo, Buddy Holly.

En noviembre del 63, Jonh Fitzgerald Kennedy, el presidente carismático y seductor que había logrado contagiar su optimismo a toda la sociedad, había sido asesinado, dejando al país en auténtico estado de shock. A su regreso del servicio militar, un Elvis Presley domesticado actúa junto a Frank Sinatra y cambia los escenarios por los platós cinematográficos, habiéndose evaporado, como por ensalmo, el ímpetu, la fogosidad y el espíritu rebelde y desafiante que habían acompañado a su fulgurante aparición solo unos años antes. La juventud se encontraba nuevamente sedienta de nuevos referentes, de algo que inyectara ilusión y la energía que había expandido la irrupción del rock and roll, y los Beatles, naturalmente, aparecieron en el lugar adecuado en el momento justo. 

El cuarteto había asimilado la esencia de rock and roll y la había reciclado, alimentado y transformado para mandar de vuelta a los Estados Unidos una versión tan vibrante y vitalista como la original, pero más sofisticada, creativa y brillante.

El impacto fue inmediato. I Wanna Hold Your Hand ascendió al número uno de las listas de éxitos el 1 de febrero de 1964. Tres meses más tarde, cinco canciones suyas ocupaban los cinco primeros puestos de aquellas listas. Además, otros grupos británicos empezaban a desatar también auténtica euforia entre la obnubilada juventud americana. Varios de ellos, como Billy J. Kramer y los Dakotas (Bad To Me) y Peter And Gordon (World Without Love) lo hacían con canciones firmadas también por Lennon y McCartney.

Inicialmente habían sido grupos de Liverpool (cuya condición de ciudad portuaria y punto estratégico de recepción de importaciones transatlánticas había favorecido desde mediados de los años cincuenta la expansión del blues y el rock and roll) los que arrasaban en Estados Unidos, pero enseguida la pujante escena del Reino Unido en su conjunto instaló a muchos de sus grupos y artistas en aquel enorme y lucrativo mercado. Así lo hicieron los Rolling Stones y los Kinks, desde luego, pero también los Hollies, Herman´s Hermitts, Searchers, Freddie and The Dreamers, Petula Clark, Dave Clark Five, Swinging Blue Jeans, Gerry and The Pacemakers, Dusty Springfield y muchísimos otros.

Además de consolidar definitivamente la nueva escena pop de las Islas Británicas (y, de paso, convertirla en una de las principales fuentes de ingresos de la economía del país), la Invasión Británica tuvo efectos poderosos en la propia escena estadounidense, enseñando a los grupos a actuar (¡y componer!) por cuenta propia, ampliando horizontes y derribando las estrecheces que hasta entonces habían marcado el modelo de artista pop.

Para empezar, espolearon a buena parte de la escena folk, con el propio Dylan a la cabeza, para instalarse en un nuevo formato, mucho más versátil y creativo, dando impulso al folk-rock y alumbrando grupos y artistas tan extraordinarios como los Byrds, Lovin´ Spoonful, Gary Lewis and The Playboys, Simon and Garfunkel, Paul Revere And The Raiders, The Mamas and The Papas, The Turtles, Beau Brummells y otros muchos. Poco después, el formato de cuarteto (dos guitarras, bajo y batería) encumbrado por los Beatles daría lugar a la explosión del rock de garaje, con cientos de nuevas bandas que combinaban formas rudimentarias con dosis extra de energía y que también alcanzaron el éxito en el caso de los Kingsmen, McCoys, Standells, Count Five, The Remains, Thirteenth Floor Elevators, Chocolate Watch Band, Sonics o ? and The Mysterians, entre otros.

Además, pesos pesados de la época como Dylan o los Beach Boys reaccionaron a la invasión perfeccionando su estilo y refinando su talento, ofreciendo a partir de entonces sus mejores trabajos.

Nada, en cualquier caso, sería ya igual y el mucho más fluido trasvase de influencias de uno al otro lado del Atlántico estableció una dura y benéfica competencia entre grupos y artistas de ambas orillas, propiciando en la segunda mitad de los años sesenta la época más creativa, imaginativa y brillante de la historia de la música pop.

The Beatles. I Want To Hold Your Hand

La primera pica en Flandes de la Invasión Británica en Estados Unidos. Ya había arrasado cuando, en noviembre de 1963, fue editada en el Reino Unido y desbancó a She Loves You del primer puesto de las listas, pero cuando Carroll James, un avispado locutor de una radio de Washington, comienza a pincharla, la reacción es abrumadora. A las pocas semanas, los Beatles alcanzaban el número uno en Estados Unidos.

Manfred Mann. Doo Wah Diddy

Liderada por el pianista de origen sudafricano Manfred Lubowitz y formada en Londres en 1963, Manfred Mann fue una de las bandas que mejor y con más fortuna supieron combinar rhythm and blues y pop. Doo Wah Diddy, una versión de los Exciters neoyorquinos, fue uno de sus más consistentes éxitos.

Billy J. Kramer and The Dakotas. I´ll Keep You Satisfied

Formados a la sombra de los Beatles y dirigidos por el mismo manager, Brian Epstein, Billy J. Kramer y los Dakotas tuvieron una notable repercusión entre 1963 y 1966, hasta que Kramer y los Dakotas decidieron seguir cada uno su camino. Esta es una de las varias canciones de Lennon y McCartney que llevaron al éxito.


The Dave Clark Five. Glad All Over

Una de las bandas británicas con mayor predicamento en Estados Unidos. Glad All Over fue el primero de una serie de singles de fuerte impacto en las listas americanas. Quince años más tarde, por cierto, sería revisada por la banda nuevaolera The Rezillos.

The Rolling Stones. Come On

Aunque está formado casi exclusivamente por versiones (solamente hay una canción firmada por Jagger y Richards) el primer álbum de los Rolling Stones es una auténtica obra maestra: crudo, afilado, directo y desaliñado, muestra a la perfección a una banda exultante rindiendo un gozoso tributo a sus héroes musicales (todos ellos americanos, naturalmente). 

Peter And Gordon. World Without Love

Escrita por Paul McCartney (aunque acreditada a Lennon y McCartney) a los dieciséis años, World Without Love fue el primer single de este dúo formado por Peter Asher y Gordon Walter. McCartney, novio de la hermana de Asher, escribiría varios más de sus siguientes éxitos.

The Honeycombs. Have I The Right?

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Have I The Right? fue realmente el único éxito importante (número uno en Inglaterra y número cinco en Estados Unidos) de esta banda londinense que tenía la peculiaridad de contar con una chica a la batería, lo cual en la época constituía una llamativa novedad.

Dusty Springfield. I Only Want To Be With You

La más sólida de las cantantes británicas de los sesenta se llamaba en realidad Mary O´Brien y, después de aprender el oficio con las Lana Sisters y con The Springfields (grupo en el que también militaba su hermano Dion), debutaba en solitario con esta joya atemporal, solamente la primera de una larga lista de grabaciones memorables.

The Animals. We´ve Gotta Get Out Of This Place

Los Animals grabaron en 1964 una poderosa versión de The House Of The Rising Sun (una canción tradicional que habían grabado numerosos artistas pero que, sobre todo, había incluido Bob Dylan en su primer álbum), y la habían convertido en un enorme éxito. Esa canción atípica en su repertorio no ocultó la verdadera esencia de una banda de chicos blancos del norte de Inglaterra con absoluta predilección por el más genuino blues negro.

Gerry And The Pacemakers. Don´t Let The Sun Catch You Crying

Al igual que los Beatles, se formaron en Liverpool, tenían como manager a Brian Epstein y grababan bajo la producción de George Martin, convirtiéndose rápidamente en una de las más significativas bandas del sonido Merseybeat. Lanzada sin especial repercusión por la cantante Louise Cordet, Don´t Let The Sun Catch You Crying fue retomada unos meses más tarde por sus propios autores, quienes sí lograron con ella un enorme éxito.

Chad and Jeremy. A Summer Song

Más delicados y cercanos al folk que la mayoría de sus coetáneos, Chad Stuart y Jeremy Clyde pasaron relativamente desapercibidos en el Reino Unido. Sin embargo, canciones llenas de dulce melancolía como Yesyerday´s Gone o A Summer Song lograron buen acomodo en las listas americanas.

The Kinks. You Really Got Me

Sus sofisticados, elegantes e imaginativos discos de la segunda mitad de los sesenta los convirtieron en gloria máxima del pop británico de la época, pero ya en sus primerísimos tiempos brillaban con una intensidad y una energía al alcance de muy pocos. You Really Got Me (número uno en Inglaterra y top 7 en Estados Unidos) es una de las canciones más poderosas, impactantes e influyentes del pop de todos los tiempos.

The Searchers. Don´t Throw Your Love Away

Procedentes de Liverpool, los Searchers fueron una de las bandas más consistentes de la Invasión Británica. Triunfaron desde el principio con una gran versión del éxito de los Drifters Sweets For My Sweet, pero mantuvieron el nivel con canciones como Sugar and Spice, Needles and Pins o Don´t Throw Your Love Away.

Petula Clark. Downtown

Estrella radiofónica en programas de variedades especialmente dedicados al público infantil desde su más tierna infancia, la londinense Petula Clark reinventó su carrera a primeros de los años sesenta para convertirse en una estrella pop. Lo hizo gracias a las composiciones del autor y productor Tony Hatch, entre las que destaca este magnífico Downtown que posteriormente fue honrado con numerosas versiones.

Herman´s Hermits. Can You Hear My Heartbeat

Liderados por el carismático Peter Noone, los mancunianos Herman´s Hermitts produjeron un buen montón de canciones de éxito en la década escasa durante la que permanecieron en activo. Sus canciones eran sencillas y joviales, llenas de encanto juvenil.


Wayne Fontana and The Mindbenders. The Game of Love 

Glyn Geoffrey Elis se inspiró para elegir su nombre artístico del batería de Elvis, D.J. Fontana. Con su banda de acompañamiento, The Mindbenders, logró algunos éxitos a mediados de los sesenta, entre los que el más destacado fue The Game Of Love

Freddie and The Dreamers. I´m Telling You Now

Su puesta en escena resulta ahora un tanto histriónica y bufonesca, pero en su día sedujo a buena parte del público británico de la época. En lo que no fallaban era en la confección de un pop jovial y bailable.

The Yardbirds. For Your Love

Formidable combo de musculoso rhythm and blues en el que llegarían a militar tres de los más reconocidos guitarristas de la escena británica: Eric Clapton, Jimmy Page y Jeff Beck. For Your Love es una de sus canciones más pop; también uno de sus más notables éxitos.

The Fortunes. You´ve Got Your Troubles

Menos conocidos que muchos otros de sus compañeros de generación, los Fortunes obtuvieron, sin embargo, un gran éxito, sobre todo en Estados Unidos, con esta pieza de arreglos imaginativos y sofisticados.

The Zombies. She´s Not There

Comenzaron algo tarde y su carrera fue demasiado breve, pero los Zombies fueron uno de los más brillantes grupos de la Invasión Británica. Esta fabulosa She´s not There era solo una muestra de lo que habría de venir en su obra maestra, Odessey and Oracle.