Susanna Hoffs (guitarrista y vocalista de las Bangles), Peter Buck (REM), Elliot Easton (The Cars) y Cathy Valentine (The Go-Go´s) saben muy bien qué es el éxito masivo. Sus respectivos grupos se manejaron con soltura por las listas de éxitos, vendieron ingentes cantidades de discos y actuaron durante años ante audiencias multitudinarias y entusiastas.
En el escenario del Alex Theatre coincidirán con Darian Sahanaja y Debbie Shair (del grupo de directo de Brian Wilson), Scott McCaughey (Minus 5, Young Fresh Fellows), Peter Case (Plimsouls), The Three O’Clock, Peter Zaremba (The Fleshtones) y Carla Olson, entre otros.
No se trata de una selección azarosa ni debida al caprichoso criterio de nadie, sino que todos ellos tienen en común el impacto y la influencia que supuso en sus respectivas trayectorias musicales la edición de un disco fantástico que descubría los suculentos encantos de una generación de nuevas bandas que, a mediados de los años sesenta, habían conformado una escena musical completamente nueva y diferente a lo que había sucedido hasta entonces en el panorama musical estadounidense.
Se cumplen ahora 50 años de la edición de aquel disco, Nuggets: Original Artyfacts from the First Psychedelic Era, 1965–1968, un doble álbum recopilado por el entonces periodista musical y dependiente de una tienda de discos Lenny Kaye, quien posteriormente sería músico y productor, destacando especialmente como guitarrista del Patty Smith Group, ocupación que mantiene hasta la fecha.
En la celebración de este viernes –que se repetirá con diferentes grupos en otras ciudades el próximo verano– actúan también miembros de los Leaves, The Chocolate Watch Band o los Seeds, algunas de las más destacadas bandas que aparecen en Nuggets.
La legendaria actuación, el 9 de febrero de 1964, de los Beatles en el programa televisivo de Ed Sullivan causó un impacto descomunal en la sociedad estadounidense de la época y se convirtió en la palanca que desencadenaría la creación de toda una nueva escena musical a lo largo y ancho del país. Los Beatles y, tras ellos, los Rolling Stones, Animals, Kinks, Dave Clark Five, Herman´s Hermitts, Searchers, Freddie and The Dreamers y otro buen montón de grupos británicos dieron la vuelta a los presupuestos estéticos de la juventud. De la noche a la mañana todos los chicos se dejaron flequillo, se compraron su correspondiente par de “Beatle boots” y, sobre todo, rompieron la hucha para hacerse con su primera guitarra eléctrica.
Seguramente se trata de un cálculo ciertamente aventurado, pero el musicólogo texano Mark A. Nobles sitúa en torno a 180.000 los grupos que se formaron en Estados Unidos entre 1964 y 1968. De entre ellos, varios miles llegaron a grabar discos, aunque solamente un ínfimo porcentaje de ellos lograron una repercusión más allá del ámbito local de cada uno. Como señala el propio Lenny Kaye en las célebres notas que escribió para la edición del álbum, “la mayoría de estos grupos eran muy jóvenes y decididamente amateurs, más dispuestos a ensayar un rato en casa para la siguiente fiesta de instituto que a lanzarse a una gira por todo el país”.
En efecto, en su momento la inmensa mayoría de estas bandas, formadas por chavales de apenas veinte años sin experiencia ni formación profesional alguna, pasó completamente desapercibida. Los grupos se juntaban a ensayar en los garajes de las casas de sus padres (de ahí el origen de una etiqueta, “rock de garaje”, que posteriormente hizo fortuna y se convirtió en una herramienta sencilla y útil para definir de forma relativamente precisa un estilo que sobrevive aún en nuestros días), tocaban de vez en cuando en pequeñas fiestas escolares y, en el mejor de los casos, lograban editar un par de discos en algún pequeño sello independiente. Muy pocos años después, aquella aventura juvenil se había convertido para casi todos ellos en su particular sueño de una noche de verano.
Hacia 1968, cuando el rock comenzaba a deslizarse por una peligrosa pendiente de complejidad, densidad y sofisticación, solamente algunas de aquellas bandas lograron adaptarse a los nuevos tiempos y mantener una carrera relativamente estable. El resto se esfumó y sus huellas desaparecieron con la marea de la psicodelia más ácida y el rock progresivo.
Por eso, la edición unos años después de Nuggets acabó teniendo una trascendencia con la que ni el propio Kaye habría podido soñar. Para él no supuso en su momento mucho más que la recopilación de “unos cuantos de mis discos favoritos”, y, de hecho, en su día las ventas fueron tan modestas que Elektra –la compañía que lo lanzó– decidió descartar finalmente la idea de sacar un segundo volumen.
Medio siglo después, sin embargo, aparece regularmente en las listas de los mejores álbumes de todos los tiempos y es considerado de forma bastante consensuada como una de las recopilaciones más influyentes de la historia de la música pop.
Es cierto que aquel movimiento resultó demasiado fugaz y apenas pudo desarrollarse y dar demasiado de sí, pero Nuggets muestra, en cualquier caso, una soberbia colección de canciones vibrantes, enérgicas, sencillas, contundentes y dotadas de un nada desdeñable cargamento de rebeldía y desafío, un pionero anticipo, en cierto modo, del avenimiento del punk, muchos de cuyos integrantes, en efecto, reconocen la influencia de aquellas canciones de pegada inmediata.
Probablemente muchos de estos punk-rockers de la segunda mitad de los setenta conocieron Nuggets a través de la reedición de otro visionario del rock, Seymour Stein, fundador de Sire Records, la compañía que ficharía a los Ramones, Dead Boys, Undertones, Talking Heads y otras glorias del punk y la nueva ola. En 1976, Stein relanzó el álbum, presentando aquellas canciones a una nueva generación de bandas que precisamente se rebelaban contra la afectada introspección, el inmovilismo y, en fin, el insoportable aburrimiento del rock progresivo.
Bandas tan destacadas como Television o los propios Ramones hicieron sendas versiones de 13th Floor Elevators y Seeds, mientras que, al otro lado del Atlántico numerosos grupos británicos y de otros países europeos se fijaban en las formas desastradas y la actitud arrogante y rupturista de aquellas bandas. El periodista musical británico Jon Savage, autor de un célebre volumen sobre el punk británico (England´s Dreaming) cita entre las influencias de la generación de los Clash y los Sex Pistols álbumes como el White Light / White Heat de The Velvet Underground, el Raw Power de Iggy and the Stooges y Nuggets.
Ya en los años ochenta, la aparición de otras series con un objetivo arqueológico similar al de Nuggets (en particular Pebbles y Back From the Grave) coincide con un nuevo movimiento que recupera aquel sonido fiero, rugiente y algo destartalado. En Estados Unidos, los Fleshtones, Chesterfield Kings, Miracle Workers, Cynics, Fuzztones y otros muchos recuperan y dan brillo al legado que recogía Nuggets, pero la onda expansiva llega enseguida a Australia, Suecia, Francia, Alemania e incluso España, dando lugar a la aparición de una escena tan dinámica y vibrante como, en fin, ignorada.
Electric Prunes. I Had Too Much to Dream Last Night.
The Strangeloves. Night Time.
The Chesterfield Kings. She Told Me Lies.
The Knickerbockers. Lies.
The Miracle Workers. Hey Little Bird.
The Seeds. Pushing Too Hard.
Count Five. Psychotic Reaction.
The Haunted. 1-2-5.
The Nomads. Sometimes Good Guys Don´t Wear White.
The Remains. Don´t Look Back.
The Sonics. Psycho.
The Stems. Tears Me In Two.
The Castaways. Liar, Liar.
Crimson Shadows. Even I Tell Lies.
The Squires. Going All the Way.
Ramones. Can´t Seem To Make You Mine.
The Nazz. Open My Eyes.
The Cryan Shames. Sugar and Spice.
The Fuzztones. Strychnine.
Chocolate Watch Band. Let´s Talk About Girls.
The Leaves. Hey Joe.
The Three O´Clock. I Go Wild.
The Magic Mushrooms. It´s A Happening.
Backdoor Men. Out of My Mind.