Una caja de 14 CD, The Rolling Thunder Revue: The 1975 Live Recordings, y un documental de Martin Scorsese para Netflix marcan la recuperación de uno de los mayores acontecimientos de la historia del rock and roll. Es Bob Dylan, 1975 y una aventura que hoy todavía resulta fascinante. Y ya ha pasado suficiente tiempo desde su polémico Nobel de Literatura como para volver a hablar solo de música.
Por aquel 1975, Dylan había regresado al primer plano de la escena gracias a su popular gira con The Band de 1974 y la publicación del sensacional disco Blood on the tracks, una de sus cumbres creativas. Pero su tour de regreso, con un Dylan no demasiado cómodo con su papel de estrella, no había satisfecho sus expectativas creativas.
Por otro lado había un matrimonio que estaba en llamas y una vuelta consciente a los mejores años de su vida, aquellos como «hipster» de Greenwich Village y toda su bohemia de primeros de los 60. A ello decidió regresar.
Durante unas vacaciones en el sur de Europa, Dylan comenzó a elucubrar sobre una gira, pero no al uso. Eran tiempos en los que las estrellas (Rolling Stones, Led Zeppelin, Eagles y demás) comenzaban a llenar grandes estadios.
Sin embargo, Dylan no quería eso. O, al menos, tanta pirotecnia. Deseaba sorprender. Y lo que se le ocurrió fue volver a la esencia, buscar en sus raíces y volver a dejar sus decisiones en manos del instinto.
Rolling Thunder, el trueno y la historia del rock
El genio de Minnesota decidió reclutar a varios de sus viejos compañeros –Bobby Neuwirth, Roger McGuinn, Ramblin’ Jack Elliott y más– junto a una banda improvisada. Y también varios invitados que irían variando, como Joni Mitchell, Roberta Flack, Gordon Lightfoot… Además incorporó a Larry Sloman para que escribiese un libro sobre la gira y al ya fallecido Sam Shepard, Rolling Thunder mediante, para que le ayudase con un (disparatado) guion de una película que luego sería Renaldo y Clara, todo un desastre.
El nombre elegido fue Rolling Thunder Revue y la idea era ofrecer un espectáculo itinerante en el que todos los artistas contribuyeran. Aunque, claro, con Dylan como principal protagonista. Su deseo era no anunciar los conciertos para dar una sorpresa en cada pueblo, pero le persuadieron de semejante disparate.
Tras intervenciones de sus compañeros, salía él a escena y atacaba con un set compuesto por canciones como When I paint my masterpiece, It ain’t me, babe y material de su siguiente trabajo, Desire.
Después llegarían números acústicos, duetos con Joan Baez, más clásicos, y el cierre final con todo el grupo cantando el This land is your land de Woody Guthrie. Otro guiño a los viejos tiempos.
Un Dylan imperial, lleno de fuerza y enormemente suelto en el escenario. También fue una gira de excesos, con bidones de vodka y montañas de cocaína. Decían que a los miembros de «crew» les pagaban una parte en dinero y otra en polvo blanco. Para que todos quedaran contentos.
Bob Dylan, Live 1975, Martin Scorsese y más
De aquello quedó constancia en Bob Dylan Live 1975, uno de los volúmenes de sus famosas Bootleg Series, con una recopilación doble de varios conciertos que ahora se reedita en triple vinilo. Pero nada que ver con la nueva caja de 14 CD que ofrece 148 pistas, más de 100 inéditas. La caja también incluye un libreto de 52 páginas con fotos de la Rolling Thunder Revue y un ensayo del novelista y músico Wesley Stace.
Esa primera parte de la gira se cerró el 8 de diciembre en el Madison Square Garden. Fue en homenaje a Rubin Carter, quien le había inspirado la canción Hurricane. Fue declarado culpable en condiciones más que dudosas y Dylan emprendió una cruzada a su favor.
El nuevo giro de tuerca: Bob Dylan, Hard Rain y más Rolling Thunder Revue
Bob Dylan acabó el año de nuevo en la cima. Tenía dos discos (Blood on the tracks y Desire) en listas, un número uno con Hurricane y una gira enloquecida que seguía rodando. Porque no quiso que la aventura terminase…
La Rolling Thunder Revue regresaría para más conciertos entre abril y mayo de 1976. Pero era otro Dylan. En el aspecto personal y en el musical. Su matrimonio con Sara ya se desmoronaba irremediablemente. Tampoco ayudaba la incontinencia sexual del artista con todo lo que llevara falda. Ni las enormes dosis de alcohol que consumía, ni sus diversas extravagancias.
La música también cambiaría, pero no precisamente a peor…
Dylan, Thunder, Joan Baez: la mejor gira seguía y seguía
Al contrario que en la anterior etapa de la Rolling Thunder Revue, Dylan aparecía ahora de mal humor. También con la banda. Incluso con la abnegada Joan Baez, a pesar de que juntos volvían a mostrar su extraordinaria química en escena.
Coincidiendo con el final de la gira, se grabaría en Fort Collins, Colorado, un especial de televisión con varias canciones que acabarían dentro de su álbum en directo Hard Rain. Era un 23 de mayo sorprendentemente lluvioso. Músicos y personal sufrían calambrazos y Dylan se presentó con una resaca monumental después de dos días bebiendo. Y más: al concierto acudieron Sara y varios de sus hijos. Un cuadro.
Si la gira de 1975 estaba llena de clase, la de 1976 fue pura electricidad. Ya no era un Dylan amable, sino furioso, de alto voltaje. Interpretaciones crudas, casi rabiosas. Tuvo peores críticas que la anterior, muchos no la entendieron. Para la historia quedaría, entre muchas otras, su recreación de la monumental Idiot Wind.
Bob Dylan, Rolling Thunder Revue y la mejor gira
Dylan acabaría exhausto –física y emocionalmente– de aquella locura que fue la Rolling Thunder, quizá la mejor gira de la historia del rock and roll. No volvería a salir a la carretera en dos años. En ese tiempo afrontaría un divorcio devastador, una película fallida y un polémico regreso con el disco Street Legal, muy diferente a todo lo que había hecho.
«La vida no va de buscarse a sí mismo ni de buscar nada. Se trata de crearse», cuenta a la cámara en el documental de Netflix dirigido por Martin Scorsese sobre la Rolling Thunder Revue. Y sí, aquellos fueron años tremendos, días de gloria para Dylan, para la música.