lo oriental y el magicismo, símbolos del escapismo e impulsores de la imaginación como alimento de un mundo interior y puro, refugio del día a día rutinario y a olvidar. Se trata de uno de los primeros grupos de vanguardia de posguerra y no fue ajeno, por supuesto, a los manifiestos. Proclamas y relación de ideas siempre han sido una constante en el arte más innovador, se debe a la necesidad de justificar y aclarar no sólo sus puntos de vista sobre diversos asuntos, sino sus motivaciones y posiciones políticas.
En la clandestinidad
Fue en 1951 cuando el grupo expuso de manera conjunta por primera y última vez y según ellos dictaron, Dau al set se componía de dos poetas (Brossa y Cirlot), tres pintores (Tàpies, Ponç y Cuixart), un aprendiz de filósofo (Puig) y un artista multidisciplinar (Tharrats); éste último se encargaba de editar e imprimir la revista en la clandestinidad, dado que el idioma elegido fue el catalán, prohibido por el régimen franquista, hecho que sitúa el compromiso político antes mencionado. No obstante y pese a lo que pueda pensarse, la revista no se vendió bien. No existía un mercado para el arte de vanguardia ni siquiera fuera del ámbito oficialista, dado que todo lo relacionado con lo nuevo (o la novedad) como algo arriesgado ya que acarreaba cierto desprestigio institucional.
Así pues. La revista pudo sobrevivir gracias al mecenazgo de diversos entusiastas, más que por su propia difusión. Esto permitía toda libertad creativa, sin riesgo alguno de presión debida a un mercado (¿qué presión podía haber?); Dau al set generaba la sorpresa en cada número y si bien es cierto que la influencia de Der blaue Reiter está más que probada, a uno le da la sensación, observando los contenidos de cada numero, que a las pasiones e influencias de cada colaborador, se unía una temática básica como fondo común: rellenar las lagunas teóricas que el arte poseía como mal endémico. No es de extrañar, por ejemplo, que en 1950 hubiera un número dedicado a Paul Klee en el décimo aniversario de su muerte.
Azar, contraste y música
La relación con Der blaue Reiter antes mencionada, resulta de la necesidad de coordinar todas esas temáticas abordadas. En el almanaque dirigido por Kandinsky y Franz Marc, cobraban vital importancia las temáticas populares, folclóricas o primitivistas, postura muy alejada del discurso oficial e institucionalista. Así que al arte más innovador se une lo medieval o el gusto más inmediato, como pueda ser la música jazz. Semejante amalgama venía suministrada en un estilo deudor del dadaísmo tipográfico y sus formas collage. Este gusto por el azar o el contraste era dispuesto por aquellos que se ocupaban de realizar la revista, generalmente dos y siempre bajo el mismo esquema: un pintor y un escritor. Dibujo y escritura conformaban la dualidad de un todo.
La música cumple un papel destacado entre los temas tratados por la revista. El jazz, preferentemente negro (la corriente bebop), mano a mano con la música clásica experimental en torno a la segunda escuela de Viena de Arnold Schönberg. Se proclamaba el expresionismo alemán ya fuera en lo visual como en lo sonoro, si bien los universos oníricos de Wagner no fueron olvidados, porque éste autor siempre ejerció una influencia destacable en el modernismo catalán y su sombra siempre fue muy alargada, máxime si hablamos de una revista que trató de aglutinar todos los aspectos del arte que le fue posible, siendo una obra de arte en sí misma. Ése fue el hecho que la distinguió de sus heroicas predecesoras (que las hubo) aquí, en España.
Dau al set (que traducido al español significa la séptima cara del dado, haciendo alusión a lo imposible y lo fantástico) fue, en definitiva, un cajón de sastre donde todo tuvo cabida, incluso la magia de ser una pionera de 1948 a 1956.
Madrid. Dau al set. Museo de Arte Contemporáneo de Madrid.
Hasta el 28 de marzo de 2010.