Lo explica de este modo el propio autor, el mismo que matiza: “La poesía es el poema, la lengua y aquello que va más allá de la lengua. Es como un árbol que está enraizado en un lugar y sin embargo las ramas están abiertas por todo el espacio y por todos lados. La poesía es así; aunque yo como poeta árabe estoy enraizado en mi lengua, mi poesía está abierta a todos los seres humanos y a todos los continentes, y, en ese sentido, yo me siento universal a la vez que totalmente árabe”.
Nacido en la región siria de Laodicea y afincado en París, carga 80 años sobre las espaldas, 20 poemarios y 13 volúmenes de crítica y ensayos. Adonis, el creador que se esconde detrás de ese seudónimo, es uno de los responsables de que la poesía árabe se haya integrado en la contemporaneidad. «Reivindico toda la herencia mediterránea, pero además formo parte integrante de la cultura universal, de Oriente hasta Occidente. La única especificidad que me reconozco es mi lengua y mi subjetividad. Pero, por medio de ellas, trato de abrirme a lo universal».
Su voz inconfundible mezcla la poesía occidental de nuestro tiempo con la lírica clásica árabe, el resultado es una obra llena de matices que enfila directa a la emoción, agarra al lector y lo hace suyo para siempre.
«No hay poesía verdaderamente importante sin pensamiento, –ha dicho–. Lo que marca la diferencia entre la filosofía y la poesía, el pensamiento y la ciencia, es la forma de expresión. En la poesía es necesario expresarse en imágenes y en relación con las imágenes. Es la metáfora la que transforma. La expresión poética. La poesía puede decirlo todo. Encuentro que la poesía es mucho más amplia que todas las disciplinas del pensamiento”.
En mi sangre habita una fábula
de argumento confuso en su comienzo.
Pero puedo aspirar en ella, como en las colinas
del lugar donde crecí, un aroma de manzanas y
y jazmines.
Cual si brotaran sus letras de una roca
en el monte, manantial de agua clara.
Fábula que conmigo caminas
por las sendas del tiempo primero,
no eres sino sueño prodigioso
que nubla mis párpados, vela mis ojos.
Para esclarecer lo que no está claro,
En mi pecho resuena su misterio.
(Sueño)
“No he escrito poesía con la intención de llenar el abismo, sino para deambular dentro de él y explorarlo”
Doy gracias al tiempo,
que me toma en sus brazos
y borra, a su paso, el camino…
Abrazo a la espiga del tiempo,
mi cabeza es una torre de fuego.
¿Qué es esta sangre que palpita en la arena
y qué es este ocaso?
Llama del presente, ¿qué vamos a decir?
En mi garganta están los jirones de la Historia
y en mi rostro los signos del sacrificio.
¡Qué amargo es ahora el lenguaje!
¡Qué angosta la puerta del alfabeto!
Abrazo a la espiga del tiempo
mi cabeza es una torre de fuego.
¿Se ha convertido el amigo en verdugo?
(El tiempo)
“En el fondo, no tengo ninguna confianza en la historia. No es más que un cúmulo de mentiras. Del pasado, retengo sobre todo el movimiento de creación artística, pero, en nuestra sociedad, hasta eso ha sido rechazado. La historia no es sino el catálogo de las diferentes opresiones. Yo estoy con los hombres que sufren. Mi historia es un continuo replanteamiento de la historia”.
Las ciudades se deshacen
y la tierra es una locomotora de polvo.
Sólo el poeta sabe casar este espacio.
No hay camino hacia mi casa: estado de asedio,
las calles son cementerios.
Desde lejos, sobre su casa,
una luna ensimismada se cuelga en los hilos del polvo.
Dije: «Este es el camino a mi casa». Respondió: «No,
no pasarás», y me apuntó con el fusil…
Está bien. Tengo en todos los barrios
amigos, y todas las casas del mundo.
(Desiertos)
“Me sentiría ofendido si ciertas personas hablasen bien de mí. Me enorgullece que ningún gobierno árabe me haya invitado oficialmente. Mantenerse a distancia permite contemplar el movimiento de la sociedad árabe en su conjunto al margen de todo camuflaje ideológico. Pero yo me siento profundamente ligado a las aspiraciones populares”.
Era el que se cubría de ceniza…
Nos mirábamos en sus heridas abiertas
y él asomaba su rostro al espejo de nuestros dolores.
Habitaba una brisa triste
y recitaban sus alabanzas las hojas de tabaco,
los naranjos, los árboles heridos,
los rebeldes, los renegados.
Le daban calor las estrellas
y el viento, para no ser menos, lo arropaba.
Era el que venía en la oscuridad de los caminos,
porque los caminos llegaban hasta él.
Era el que leía en el mar lo que escribían los prados.
Era el que se inclinaba con dulzura
ante los que morían para abrir nuevos caminos.
Era el que se ocultaba
bajo un manto de humildad,
para que no dijeran: es el Sur.
Era el Sur,
este Sur.
(El nombre)
“La vida siempre lo supera todo, y la historia también. Y la grandeza del hombre es que forma parte de la historia, pero puede superarla”
Caminos de sangre.
Los evocaba un niño
y su amigo le susurraba:
No hay en el cielo
sino agujeros llamados estrellas…
Encontraron a seres en sacos:
el primero sin cabeza
el segundo sin manos ni lengua
el tercero estrangulado
y el resto sin forma y sin nombre.
(Desiertos)
No tengo sino este tiempo que agoniza,
no tengo sino este libro que agoniza,
no tengo sino este camino que agoniza,
no tengo sino este país que agoniza,
no tengo sino este vacío que avanza
y sube y se prolonga
en los pasos del hombre.
(Condición del vagabundo)
“Nacer, conocer y morir: la tierra acoge y suscita las grandes etapas de nuestra vida”.
En torno de mis pasos va surgiendo
una isla de piedras,
de centellas.
Sus olas están quietas.
Sus riberas, de viaje.
(La isla de las piedras)
Libro a libro. Verso a verso, sin aspavientos ni concesiones, este poeta ha ido configurando una obra trascendente: “Toda mi vida ha estado totalmente marcada por la poesía. Sin ella no puedo explicar mi relación con la naturaleza… Mi vida es un proyecto, no es algo cerrado, y se va realizando poco a poco. Desde el principio he intentado a través de mi poesía tender lazos entre lo que yo soy y el mundo. Es entonces cuando se produce la metamorfosis y uno advierte que la identidad no es algo previsto, heredado o impuesto. La identidad es algo que se crea, es el hombre el que se inventa a sí mismo”.
En la sombra de las cosas,
en su secreto
quiero quedarme.
Quiero entrañarme en las criaturas,
quiero vagar como el pensamiento,
inseguro, anónimo
y oscuro.
Renaciendo cada día.
(En la sombra de las cosas)
Detrás del seudónimo
Ali Ahmad Said, Adonis, nació en 1930 en Qasabin, una pequeña aldea de Siria, en una familia alauita. En su infancia trabajó en el campo y no tuvo noticia de adelantos tecnológicos como la electricidad, los automóviles o la radio hasta pasados los 12 años. Con 13 entró por primera vez en una escuela, pero por entonces ya sabía escribir gracias a su padre, “persona sensible que me recitaba poesías y me animaba a memorizarlas”. Pronto mostró facilidad para la composición. Con 17 años tuvo la oportunidad de recitar un poema ante el presidente sirio Shukri al-Kuwatli. Gracias a la mediación de éste, ingresó en una escuela de Latakia y después en la Universidad de Damasco, donde se licenció en Filosofía en 1954. Dos años más tarde se trasladó a Beirut, donde se entregó definitivamente a la poesía. En contra de lo que se ha afirmado, el mismo ha explicado que el seudónimo Adonis no se lo impuso el líder del nacionalismo sirio, Antun Saadeh, sino que fue él mismo quien lo eligió tras haber visto sus obras rechazadas en varias revistas bajo su nombre real. En 1955, Said estuvo preso durante seis meses por ser miembro del Partido Social Nacionalista Sirio. Tras su liberación, se instaló en Beirut donde fundó, en compañía del también poeta Yusuf al-Khal, la revista Shi’r ( Poesía). A partir de este momento, Adonis abandonó el nacionalismo sirio, para abrazar el panarabismo, al tiempo que renunciaba a buena parte de la carga política en sus obras. Adonis recibió una beca para estudiar en París entre 1960 y 1961. Entre 1970 y 1985 fue catedrático de literatura árabe en la Universidad Libanesa. En 1976 fue nombrado profesor invitado en la Universidad de Damasco. En 1980 emigró a París escapando de la Guerra Civil. Hasta su jubilación fue profesor de árabe en la Universidad de la Sorbona de la capital francesa en donde reside desde hace tres décadas. Fue candidato al Premio Nobel de Literatura en 2005 y 2006, ediciones en las que ganaron Harold Pinter y Orhan Pamuk. A lo largo de 55 años ha publicado más de veinte libros de poemas. Han sido traducidos al español: -Canciones de Mihyar el de Damasco. Instituto Hispano-Árabe de Cultura, 1968; Guadarrama, Ediciones del Oriente y del Mediterráneo, 1997 (edición íntegra). -Epitafio para Nueva York. Marrakech. Fez. Hiperión, 1987. -Libro de las huidas y mudanzas por climas del día y de la noche. Guadarrama, Ediciones del Oriente y del Mediterráneo, 1993. -Homenajes. Huerga y Fierro, 1994. -El Libro. Guadarrama, 2006. -Este es mi nombre (versión definitiva). Alianza Editorial, 2006. Existe una antología de su obra poética publicada hasta 2007: Adonis, Árbol de Oriente. Antología poética, 1957-2007. Visor 2010. Además, también es autor de diversos libros de historia y crítica literaria, en especial de literatura árabe: -Introducción a la poesía árabe. Universidad Autónoma de Madrid, Servicio de Publicaciones, 1975. -Poesía y poética árabes. Guadarrama, 1997. –Sufismo y surrealismo. Guadarrama, 2008. |