La exposición de Picasso en la Gagosian llega justo a tiempo para celebrarse simultáneamente con la quincena de grandes subastas en Nueva York. La pasada semana pudimos observar durante los primeros días de la misma como se disparaban las ventas de seis obras de Picasso en la casa Sotheby´s. The Wall Street Journal se hacía eco de esta excitación del mercado: se esperan jornadas de sumas escandalosas y «picassos» revalorizados después de los tiempos de crisis. La obra del artista supone un excelente baremo del mercado del arte europeo contemporáneo, más aún dentro del elenco de grandes figuras, de artistas cuya personalidad trasciende su obra, ¿o es que Van Gogh, Matisse, Warhol o Picasso siempre están de moda?
El Metropolitan Museum of Art tuvo en cartel una exposición monográfica durante meses el año pasado y el MoMA exhibió Picasso: Themes and Variations durante cinco meses. Siguiendo esta tónica, la Gagosian Gallery de Nueva York se hace eco cada cierto tiempo de este amor por el artista malagueño en alguna de sus sedes: Atenas, Londres, Beverly Hills y, muy especialmente, Nueva York. En los últimos ocho años se han celebrado cuatro exposiciones monográficas contemplando su obra escultórica, gráfica y pictórica. En esta ocasión, el tema que nos ocupa es una colección de piezas que Picasso realizó durante el periodo que pasó con Marie Thérèse Walter, entre 1927 y 1940.
Un nuevo punto de vista
La exposición gira en torno a “L´Amour Fou”, la relación amorosa que mantuvo el pintor con la joven Marie Thérèse, a la que conoció en 1927 a las puertas de los grandes almacenes Lafayette de París, cuando todavía estaba casado con Olga Koklova. Pronto se obsesionaría con la figura de la adolescente rubia y de nariz recta que invadiría sus dibujos y lienzos durante años de relación en secreto, hasta el nacimiento de su hija Maya en 1935.
Ya se ha tratado el tema de la influencia de las diferentes amantes y esposas de Picasso en muchas ocasiones, incluso como hilo conductor exclusivo de lecturas e investigaciones, de ahí que el aire a refrito de esta muestra sea difícil de eludir. Una de las exposiciones recientes más sonadas en torno a este tema fue Picasso et les maîtres, en las Galeries Nationales du Grand Palais de París en 2008. Sin embargo, en esta ocasión el biógrafo John Richardson y la historiadora y nieta de Marie-Thérèse, Diana Widmaier Picasso, han comisariado la exposición teniendo como principio enfatizar el aspecto más humano del artista y no solo el creativo. Se ha querido demostrar el hito que supuso la figura de la joven Marie Thérèse en la producción masiva del artista desde un punto de vista personal. Ella fue su musa predilecta y estos teóricos han conseguido demostrarlo incluso contando con piezas de menor relevancia.
El amor loco
La impresión general que se obtiene al pasearse por las salas de la Gagosian es compleja: sensual pero de familiaridad, de veneración y de tranquilidad, simultáneamente. Esa sensación se ha logrado gracias a los retratos de bañistas monumentales casi inmóviles, a la grandeza escultórica de representaciones femeninas de reminiscencia clásica, a la figura serena de Marie Thérèse y su hija Maya, casi siempre durmientes. Asimismo, los comisarios se han servido para conseguirlo de las formas redondeadas, de composiciones equilibradas, de la riqueza cromática sin llegar a la agresividad del fauvismo, del surrealismo sin llegar a su extremo, del recuerdo cubista pero mucho más dulcificado.
Picasso probó todos los estilos pero no se apegó a ninguno. Francisco Calvo Serraller dijo que una de las características que lo hacían extraordinario era su “iconofagia”, entendiendo como tal la capacidad para absorber modelos, imágenes y estilos del pasado y reinterpretarlos en clave personal, en muchas ocasiones de manera mucho más brillante que los originales. En esta colección de piezas encontramos un perfecto ejemplo de este talento del pintor. El genio supo conjugar lo que aprendió del pasado y de los movimientos estilísticos que se venían sucediendo con virulencia desde principios de siglo, junto con su talento personal técnico e intuitivo y, muy especialmente, con su experiencia personal del mundo a través de su amor hacia Marie Thérèse Walter. Ella es la constante en toda la muestra a pesar de la divergencia entre unas obras y otras.
Esta joven no reconoció al pintor en su primer encuentro y esto, junto con un físico imponente y carácter ingenuo, fascinó al artista, que ya estaba harto de ser venerado en todas partes como una reliquia. Puede que esta relación tuviese algo de la locura que atestiguan muchos de sus contemporáneos: despertó la virilidad de Picasso y consiguió hacerle sentir joven a pesar de, o quizá a consecuencia de, la gran diferencia de edad entre ambos. En cualquier caso, es posible que lo que la entonces adolescente aportara al artista fuera esta sensación de tranquilidad e inspiración que el espectador percibe en la exposición. De ser así, el objetivo de los comisarios y, por ende, de la Gagosian Gallery está sumamente logrado.
Nueva York. Picasso and Marie Thérèse. L´Amour Fou. Gagosian Gallery [1].
Hasta el 25 de junio de 2011.