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Milosz, una palabra que protesta, apela, grita

«Es maravilloso, escribiría, haber nacido en un pequeño país en el que la naturaleza se nos aparecía a escala humana y en donde las distintas lenguas y los cultos religiosos habían coexistido durante siglos. Llevo en mi recuerdo a Lituania, un país de leyendas mitológicas y de poesía. Mi familia, ya en el siglo XVI, hablaba polaco, soy pues un poeta polaco y no lituano. Pero los paisajes y también posiblemente el espíritu de Lituania nunca me abandonaron».

Nunca de ti, ciudad

Nunca de ti, ciudad, he podido irme.
Larga fue la milla, pero algo me retrocedía como a una
pieza en el ajedrez.
Huía yo por la tierra que rodaba cada vez más rápida
y siempre estuve ahí: con los libros en mi morral de lona,
clavando los ojos en las pardas colinas detrás de las torres
de Santiago
donde se mueven un pequeño caballo y un hombre pequeño
detrás del arado,
desde hace mucho ya muertos.
Sí, es verdad, nadie comprendió la sociedad ni la ciudad,
los cines Lux y Helios, los letreros de Halpern y Segal,
el paseo en la calle de San Jorge, llamada de Mickiewicz.
No, no los comprendió nadie. Nadie lo ha logrado.
Pero cuando la vida transcurre en una sola esperanza:
de algún día ya sólo quedan claridad y distinción,
entonces, muy a menudo, sentimos pena.

(Traducción J. Zynch)

Cuando murió en Cracovia, el 14 de julio de 2004, el pasaporte de Milosz incluía también la nacionalidad estadounidense, tras haber vivido en California más de 30 años, donde ejerció como profesor de Literaturas Eslavas en la Universidad de Berkeley. Pero no abandonó nunca la lengua polaca que, como a menudo el propio autor apuntaba, «se ha convertido en mi gran refugio»

¿Ars poética?

En la esencia de la poesía hay algo indecente:
brotan de nosotros cosas que no intuíamos tener,
así que pestañeamos como si de nosotros saltara un tigre…

Ésta es la utilidad de la poesía, que nos recuerda
cuán difícil es seguir siendo la misma persona,
pues nuestra casa está abierta, sin llaves en la puerta,
e invisibles huéspedes entran y salen.

(Traducción X. Farré)

De una coherente valentía, asentada en la convicción de que sin ética ni dignidad el ser humano pierde su condición de tal, en 1951, 20 años antes de que lo hiciera Alexandr Solzhenitsyn con la publicación de Archipiélago Gulag, Milosz fue el primero que se atrevió a criticar públicamente la esclavitud en la que una irracional forma de comunismo había sumido, del otro lado del Telón de Acero, a los países del Este. La dimensión de esa denuncia es más meritoria, si cabe, por el hecho de que el escritor polaco había sido diplomático y su sinceridad le acarreó el primero de los exilios que constituyeron un continuo a lo largo de su vida.

No este camino

Perdóname. Yo fui un intrigante como muchos de esos que se deslizan
furtivamente por las humanas habitaciones de la noche.

Yo calculé la posición de los guardias antes de arriesgarme a acercarme
a las fronteras cerradas.

Conociendo más, pretendí satisfacer menos, a diferencia de
esos que dan testimonio.

Indiferente al cañoneo, al clamor en la maleza y a la burla.

Deja a los sabios y a los santos, pensé, trae un don a toda
la Tierra, no meramente al lenguaje.

Yo protejo mi buen nombre para que el lenguaje sea mi medida.

Un bucólico, un lenguaje pueril que transforma lo sublime en cordial.

Y el ritmo o el salmo de maestro de coros cae aparte, únicamente
un cántico permanece.

Mi voz siempre careció de plenitud, me gustaría dar una acción
de gracias diferente.

Y generosamente, sin la ironía que es la gloria de los esclavos.

Más allá de siete fronteras, bajo la estrella de la mañana.

En el lenguaje del fuego, del agua y de todos los elementos.

(Traducción R. Díaz Borbón)

Tardó en ser reconocido internacionalmente y en España poco a poco se va haciendo justicia y reduciendo la sombra sobre su nombre, el inaceptable olvido de un poeta y un intelectual de su talla. En esta situación es muy de agradecer la reciente publicación de la antología Tierra inalcanzable, publicada por Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores, la más amplia y documentada de las que hasta ahora hayan visto la luz en español sobre la obra de Milosz. O el número dedicado al poeta polaco por Turia, esa espléndida revista cultural que desde hace 28 años se edita cuatrimestralmente en Teruel.

Intelectual de profundas raíces filosóficas, siempre se declaró cristiano y liberal. Incansable, a través de su obra, en la búsqueda de respuestas a interrogantes relacionados con el concepto de maldad, el comportamiento del hombre ante el sufrimiento, las relaciones del ser humano con la fe, tanto desde el gnosticismo como desde el agnosticismo.

Un poema para final de siglo

Cuando todo estaba bien
Y el concepto de pecado había desaparecido
Y la tierra estaba lista
En paz universal
Para consumir y disfrutar
Sin dogmas y utopías,

Yo, por razones desconocidas,
Rodeado por los libros
De profetas y teólogos,
De filósofos, poetas,
Buscaba una respuesta,
Frunciendo el ceño, gesticulando,
Caminando de noche, refunfuñando al amanecer.

Lo que me oprimía en demasía
Era un poco vergonzoso.
Hablando de ello en voz alta
No mostraría ni tacto ni prudencia.
Podría incluso parecer un agravio
En contra del bienestar de la humanidad.

¡Ay de mí!, mi memoria
No quiere dejarme
Y en ella, la vida comienza
Cada una con su propio dolor,
Cada una con su propio morir,
Con su propia turbación.
(Traducción L. I. Sáinz)

La transformación, física y metafísica, que provoca el paso del tiempo, la identidad, la creencia en los valores establecidos y las rupturas y conexiones entre los mundos científico y humanístico son temas recurrentes en una labor poética cuyo valor crece con la relectura.

Encuentro

Estuvimos paseando a través de los campos
en un vagón al amanecer.
Una herida rosa roja en la oscuridad.

Y de pronto una liebre atravesó la carretera.
Uno de nosotros la señaló con la mano.
Eso fue hace tiempo. Hoy ninguno de ellos está vivo,
Ni la liebre, ni el hombre que hizo el ademán.

Oh, amor mío, dónde están ellos, a dónde han ido?
El destello de una mano, la línea de un movimiento,
el susurro de los guijarros.
Pregunto no con tristeza, sino con asombro. 

(Traducción R. Díaz Borbón)

La caída

La muerte de un hombre es como la caída de una poderosa nación
Que tuvo valientes ejércitos, capitanes y profetas,
Y ricos puertos y barcos en todos los mares,
Pero ahora no socorrerá ninguna sitiada ciudad,
No entrará en ninguna alianza,
Porque sus ciudades están vacías, su población dispersa,
Su tierra que una vez proveyó de cosechas está saturada de cardos,
Su misión olvidada, su lengua perdida,
El dialecto de un pueblo puesto sobre inaccesibles montañas.

(Traducción R. Díaz)

Y ya en la recta final, atisbarle los ojos al otro lado…

 

Madurez tardía

Tarde, ya en el umbral de mis noventa años
se abrió la puerta en mí y entré
en la claridad de la mañana.
Sentía cómo se alejaban de mí, como naves,
una tras otra, mis existencias anteriores con sus congojas.
Aparecían, otorgados a mi buril,
países, ciudades, jardines, bahías, para que los describiera
mejor que antaño.
No vivía separado de la gente, el pesar y la piedad
nos unieron y dije: olvidamos que todos somos
hijos del Rey.
Porque venimos de allí donde aún no hay
división entre el Sí y el No, no hay división entre el es,
el será y el ha sido.
Somos infelices porque hacemos uso de menos de
una centésima parte del don que habíamos recibido
para nuestro largo viaje.
Momentos de ayer y de hace siglos: un corte de espada,
un maquillaje de pestañas delante de un espejo de metal
bruñido, un disparo mortal de mosquete, una colisión
de una carabela con un arrecife, se mezclan en nosotros
y esperan su cumplimiento.
Siempre he sabido que seré obrero en la viña,
al igual que todos mis contemporáneos,
conscientes de ello, o inconscientes.

(Traducción E. Bortkiewicz)

 

Una vida feliz

Su antigua edad cayó en años de abundante cosecha.
No había terremotos, sequías o inundaciones.
Parecía como si el cambio de las estaciones ganara en constancia,
Las estrellas crecían vigorosas y el sol aumentaba su poder.
Aún en remotas providencias no se agitaba la guerra.
Las generaciones crecían amistosas hacia el prójimo.
La naturaleza racional del hombre no era un motivo de irrisión.

Era amargo decir adiós a la tierra renovada.
Estaba envidioso y avergonzado de su duda,
Contento de que su lacerada memoria desaparecería con él

Dos días después de su muerte un huracán arrasó las costas.
Humo vino de los volcanes inactivos por un centenar años.
La lava se extendió por los bosques, viñedos y poblados.
Y la guerra comenzó con una batalla en las islas.

(Traducción R. Díaz Borbón)

Honesta descripción de mí mismo

Mis oídos captan cada vez menos las conversaciones,
mis ojos se debilitan, pero siguen siendo insaciables.

Veo sus piernas en minifalda, en pantalones o envueltas
en telas ligeras.

A cada una la observo por separado, sus traseros y
sus muslos, pensativo, arrullado por sueños porno.

Viejo verde, ya sería tiempo de que te fueras a la tumba
en lugar de entretenerte con juegos y diversiones de jóvenes.

No es verdad, hago solamente lo que siempre he hecho,
ordenando las escenas de esta tierra bajo el dictado
de la imaginación erótica.

No deseo a esas criaturas en particular, lo deseo todo,
y ellas son como el signo de una relación extática.

No es mi culpa que así estemos constituidos: la mitad
de contemplación desinteresada y la mitad de apetito.

Si después de morir me voy al cielo, tendrá que ser
como aquí, sólo que liberado de estos torpes sentidos,
de estos pesados huesos.

Transformado en mirar puro, seguiré devorando las
proporciones del cuerpo humano, el color de los lirios,
esa calle parisina en un amanecer de junio, y toda la
extraordinaria, inconcebible multiplicidad de las cosas visibles.

(Traducción G.Beltrán)

 

Poeta crucial que a tantos ha marcado y abierto caminos, su estela puede adivinarse en la obra de creadores de hoy, como los también polacos Adam Zagajewsky o Janusz Szuber, que mostraba lacónico su pesadumbre a la muerte del escritor en su composición Milosz:

 

Se ha ido el Gran Poeta…

las palabras dejan de respirar.

 

Vida y obra

Czeslaw Milosz nació el 30 de junio de 1911 en el seno de una familia de la nobleza polaca.

Estudió derecho y ciencias sociales en Vilna y gracias a una beca reside un año en Paris en donde es asiduo, casi diario, visitante del Louvre, convirtiéndose en un experto conocedor del fondo pictórico del Museo. Muy pronto se dedicó a la literatura publicando sus primeros poemas vanguardistas entre 1934 y 1937. En ese año es expulsado por sus ideas izquierdistas de su trabajo como crítico literario de la Radio Nacional de Polonia.

Tras la ocupación de su país por los nazis en 1939 se vio obligado a vivir en la clandestinidad en Varsovia. Inspirado por las narraciones del pianista Wladyslaw Szpilman (1911-2000), que se había escondido en la Varsovia bombardeada, escribe un guión cinematográfico con el título El Robinson varsoviano. El productor del filme introduce numerosos cambios en el guión, lo que provoca que Milosz retire su nombre del proyecto. Esa idea, la plasmaría muchos años más tarde Roman Polanski en su película El pianista.

Entre 1945 y 1951, Milosz pasó a ser uno de los escritores oficiales del nuevo régimen comunista. Fue nombrado agregado cultural en Washington, Nueva York y París. En 1951, en plena Guerra Fría, rompió con el Gobierno de Varsovia.

Escribe entonces dos novelas: El poder cambia de manos y El valle de Iza, así como su emblemático libro de ensayos El pensamiento cautivo.

Además, a lo largo de su vida Milosz publicó 15 libros de poemas; doce de ensayo; dos obras que constituyen un abecedario muy personal; un diario; un inclasificable libro que, con el título El perro a la orilla del camino, integra varios géneros literarios; traducciones, entre las que destacan las de otros poetas, tanto clásicos como contemporáneos, y las de textos bíblicos; una selección de poesía universal y una peculiar Historia de la literatura polaca.

Tras su ruptura con el régimen comunista en 1951, hasta bien entrada la década de los 80, su obra estuvo totalmente prohibida en Polonia. Pero nadie pudo acallar su voz que circulaba en ediciones clandestinas.

El 10 de diciembre de 1980 recoge en Estocolmo el Premio Nobel de Literatura. La Academia Sueca puntualiza que reconoce a quien «con penetrante e intransigente inteligencia describe la existencia humana amenazada en un mundo lleno de fuertes conflictos».

Nunca renunció al polaco. Desde el año 2002 se están editando en Polonia sus obras completas de las que, hasta la fecha, se han editado 28 volúmenes.

Tras 30 largos años de exilio, –en 1970 adopta la nacionalidad estadounidense sin renunciar a la de su nacimiento–, regresa a Polonia en 1993. El Ayuntamiento de Cracovia le otorga el título de Ciudadano Honorífico y le regala una casa. A partir de entonces, en compañía de su segunda mujer, Carol, pasa allí cada año desde la primavera hasta finales de otoño, hasta que en el año 2000 fija su residencia permanente en la ciudad en la que murió en la mañana del 14 de agosto de 2004. Está enterrado en la Cripta de los Hombres Ilustres en el monasterio de Skalka, en Cracovia.