En 1974, 16 años antes de sufrir el ictus, escribió en un poema premonitorio de su libro El cielo a medio hacer:
Algo quiere ser dicho pero las palabras
se niegan.
Algo que no puede ser dicho,
afasia,
no hay palabras pero tal vez haya un estilo…
Sucede que uno se despierta por la noche
y arroja rápidamente unas palabras
en el papel más cercano, en el margen de un
periódico
(¡las palabras resplandecen de sentido!)
pero por la mañana las mismas palabras
ya no dicen nada,
garabatos, lapsus.
Entonces llega el derrame cerebral: parálisis en el lado derecho
con afasia, sólo comprende frases cortas, dice palabras
inadecuadas…
Pero la música permanece, sigue componiendo
en su propio
estilo,
se convierte en un fenómeno de la medicina
por todos los años que le quedan por vivir.
Concertista de buen nivel que interpreta en foros públicos obras sólo para la mano izquierda (tiene inerte la derecha) confiesa dedicar la totalidad de sus mañanas a escuchar a los clásicos y escribe:
Toco Haydn después de un día negro
y siento un sencillo calor en las manos.
Las teclas quieren. Golpean suaves martillos.
El tono es verde, vivaz y calmo.
El tono dice que hay libertad…
Izo la bandera Haydn.
No nos rendimos. Pero queremos la paz.
La música es una casa de cristal en la ladera
donde vuelan las piedras, donde las piedras ruedan.
Y ruedan las piedras y la atraviesan
pero cada ventana queda intacta.
(Allegro)
Liviana, vuelve la bofetada de las esferas celestes.
La música, a nuestra sombra, inocente como
el agua de la fuente que sube entre animales salvajes,
artísticamente petrificada alrededor del chorro de agua.
Con las cuerdas disfrazadas de bosque.
Con las cuerdas como el aparejo del aguacero:
la lancha es azotada por los cascos de un aguacero
y en lo íntimo, en el atasco del giroscopio, alegría.
Esta tarde se refleja la bonanza del mundo,
cuando las cuerdas son instaladas, sin que nadie toque.
Inmóviles en la niebla, los árboles del bosque
y la tundra húmeda espejeando en sí misma.
(Secretos en el camino)
Y la pintura…
Desde allí y atravesando la pared entra en el luminoso estudio
Entra en el instante que vivirá siglos.
Cuadros que se llaman La lección de música
o Mujer de azul que lee una carta:
embarazada, en el octavo mes, dos corazones golpean dentro
de ella.
Detrás, en la pared, cuelga un mapa arrugado de la Terra
Incognita.
Respirar en calma… Una desconocida materia azul está clavada
en las sillas.
(Vermeer)
Lejos de cualquier derrotismo, Tranströmer, sigue siendo a sus ochenta años el hombre cordial y comunicativo que siempre fue. Psicólogo de profesión, trabajó durante décadas y de forma muy activa –hasta que la literatura y muy especialmente la poesía, «se fue llevando y llenando casi todo mi tiempo»– en programas de apoyo a pacientes hospitalizados, personas con minusvalía y rehabilitación de jóvenes encarcelados. «En la gente que sufre, en la superación que comporta su lucha –afirma–, he encontrado respuesta a algunas de las preguntas que me han perseguido a lo largo de toda mi existencia».
A veces, mi vida abría los ojos en la oscuridad.
Una sensación como de multitudes ciegas e inquietas,
que pasan por las calles camino de un milagro,
mientras yo, invisible, permanecía inmóvil.
Como el niño que se duerme con miedo
escuchando los pasos pesados del corazón.
Largo tiempo, hasta que la mañana pone sus rayos en
la cerradura
y se abren las puertas de la oscuridad.
(Kyrie)
Como ha dejado escrito, –al margen de doce libros de poesía que le sitúan en el plano de los poetas de mayor altura del XX, ha publicado un buen número de ensayos y unas nostálgicas memorias de adolescencia, Visión de la memoria (1966)– , nació el 15 de abril de 1931 en Estocolmo en el seno de una familia modesta de padres divorciados.
Mi vida. Cuando pienso estas palabras veo frente a mí un rayo de luz. En una aproximación mayor, el rayo de luz tiene la forma de un cometa, con cabeza y cola. La extremidad más intensa, la cabeza, es la infancia y los años de crecimiento. El núcleo, su parte más tensa, es la más temprana infancia en la que los rasgos más importantes de nuestras vidas se definen. Intento recordar, intento deslizarme hacia allí. Pero es difícil moverse en esas densas regiones, es peligroso; siento como si me acercase a la muerte.
(Los recuerdos. Visión de la memoria)
La sensibilidad de su madre, maestra de escuela, y la ausencia de una figura paterna, un periodista al que apenas conoció, incidieron de manera decisiva en su forma de ver la vida: una personalísima mirada que se detiene en la contemplación de la naturaleza, el misterio que encierran el bosque y la noche como metáforas, el sufrimiento ajeno, el intimismo, la incomunicación o esa peculiar interpretación del surrealismo y del expresionismo.
En la primavera de 1940. Yo era un muchacho flaco de nueve años que se inclinaba sobre el mapa de la guerra en los diarios, en donde las ofensivas de las divisiones acorazadas alemanas estaban representadas con flechas negras. Las flechas penetraban en Francia y vivían también como parásitos en nuestros cuerpos, enemigos de Hitler. Yo me contaba realmente entre ellos. ¡Nunca estuve tan seriamente comprometido en política!
(La guerra. Visión de la memoria)
Su interés por la escritura comenzó en la adolescencia, época en la que escribió sus primeros poemas. A lo largo de la siguiente década publicaría algunos textos en periódicos, aunque fue hasta años más tarde, y ya en la universidad, cuando fraguaría su primer libro, 17 poemas, que tendría una gran repercusión y que le daría notoriedad. Tenía entonces 23 años y había cursado estudios de Psicología, de Literatura y de Historia de las Religiones.
Fantástico sentir como el poema crece
mientras voy encogiéndome.
Crece, ocupa mi lugar.
Me desplaza.
Me arroja al nido.
El poema está listo.
Escritor de ritmo reposado, ha ido publicando con una cadencia constante un libro cada cuatro/cinco años, aunque tras dar a la imprenta en 2004 El gran enigma, no ha vuelto a publicar ninguna obra nueva, con la excepción de algunas versiones modificadas de textos antiguos.
De pronto, el caminante encuentra aquí el viejo,
enorme roble, como un alce petrificado con su interminable
cornamenta, frente a la fortaleza verdinegra
del mar de septiembre.
Tormenta nórdica. Es el tiempo en que
los racimos de serbas maduran. Despierto en la oscuridad,
oigo a las constelaciones piafar en sus establos,
en las alturas, sobre los árboles.
(Archipiélago otoñal)
En los últimos tiempos, Tranströmer había sido favorito permanente para recibir los 10 millones de coronas suecas que acompañan el galardón, hasta el punto de que cada año los periodistas aguardaban expectantes frente a su casa de Estocolmo en las horas previas a que fuera hecho público el nombre del ganador.
Cansado de todos los que llegan con palabras, palabras,
pero no lenguaje,
parto hacia la isla cubierta de nieve.
Lo salvaje no tiene palabras .
¡Las páginas no escritas se ensanchan en todas direcciones! Me encuentro con huellas de pezuñas de corzo en la nieve. Lenguaje, pero no palabras.
(De marzo del 79)
Ese día se ha hecho esperar, pero al fin llegó. Su designación se ha impuesto a otros escritores de talla como el sirio Adonis, el australiano Les Murray, el coreano Ko Un o el polaco Adam Zagajewski, que rodaban también en casi todas las quinielas.
Aunque la ganadora en 2009, la narradora alemana Herta Müller tiene una estimable producción poética, ningún «poeta puro» había ganado desde 1996, cuando lo hiciera la polaca Wislawa Szymborska.
Acertando plenamente en la decisión, sin embargo no se ha lucido especialmente la Academia sueca a la hora de comentar las razones de ésta. No es decir mucho, ni ocurrente, ni nuevo, argumentar que «a través de sus imágenes translúcidas y condensadas, Tranströmer nos da una imagen fresca de la realidad».
Oscurece en Huelva: palmas tiznadas
Y el murciélago rápido,
blanco plateado del silbar del tren.
Las calles se han llenado de gente.
Y la señora apresurada en el tumulto cuidadosamente pesa
la última luz del día en la balanza de sus ojos.
(Caprichos)
Sin embargo ha sido valiente en la elección, pues la Academia se arriesgó a ser el blanco de las críticas internacionales por premiar a un compatriota, tras haber sido objeto de quejas por el europeísmo que estaba caracterizando a los últimos galardonados con el de Literatura. Con excepción de Vargas Llosa (peruano de nacimiento y español de adopción), galardonado en 2010, los últimos premios han sido para escritores europeos.
Tranströmer es el séptimo autor sueco que obtiene el galardón literario en los 110 años de historia de los Nobel. Los últimos escandinavos premiados habían sido, en 1974, Eyind Jonson y Harry Martinson.
En 1991, Hiperión publicó la primera obra de Tranströmer traducida al español, la antología Para vivos y muertos. El pasado año, la Editorial Nórdica puso en la calle una amplia selección del poeta bajo el título El cielo a medio hacer que contiene sus memorias de adolescencia. La misma editorial ha presentado en las últimas semanas Deshielo a mediodía.
(La traducción de todos los poemas y fragmentos incluidos en esta entrada es de Roberto Mascaró)
Todas sus obras
- 17 poemas (1954)
- Secretos en el Camino (1958)
- El cielo a medio hacer (1962)
- Tañidos y Huellas (1966)
- Visión Nocturna (1970)
- Senderos (1973)
- Bálticos (1974)
- La barrera de la verdad (1978)
- La Plaza salvaje (1983)
- Para vivos y muertos (1989)
- Visión de la memoria (1993
- Góndola fúnebre (1996)
- Haikus y otros poemas (2001)
- El gran enigma (2004)