El trazado de estas habitaciones se enmarca en el contexto de adecuación del palacio islámico a sus nuevos usos cristianos, construidas en lo que era conocido como el prado, cercano a la Sala de Dos Hermanas.
En ese espacio se proyectaron una serie de salas que unían el Palacio de los Leones con el de Comares. La construcción está atribuida a la época de Carlos V, aunque algunos investigadores han señalado unas posibles intervenciones en la época de los Reyes Católicos.
[1]A pesar de los cambios visuales, cabe señalar que las nuevas edificaciones se proyectaron de una manera integrada con el resto de estancias nazaríes. Las salas se organizaron por medio de un corredor interno y en torno a un patio irregular, abandonándose las formas de disposición islámica basadas en cédulas independientes en torno a un patio y, por tanto, transformándose la comunicación entre las estancias.
La primera estancia, conocida como Despacho del Emperador, conserva una chimenea y un artesonado de cuarterones, realizado en 1532 por Pedro Machuca, y a continuación una antecámara por la que se accede a los dormitorios reales, donde se sitúa la segunda chimenea.
Primeros ejemplos de bodegón
Destaca especialmente esta techumbre de octógonos y estrellas de cuatro puntas. En los octógonos y pintados sobre la tabla, se alternan las iniciales «K» e «Y» (Karolus e Ysabel) con ramos de flores o frutos de tal calidad que ha llevado a calificarlos como uno de los primeros ejemplos de bodegón o naturaleza muerta en la pintura española.
Sobre la puerta se conserva una placa de mármol colocada en 1914 en recuerdo al célebre escritor norteamericano Washington Irving, quien se hospedó en 1829 en las habitaciones conocidas como Salas de las Frutas.
Entre 1535 y 1537, los artistas Julio Aquiles y Alejandro Mayner, cercanos a Rafael, fueron los encargados de pintar las paredes de estas estancias, composiciones netamente renacentistas que se han perdido casi por completo, ya que fueron cubiertas con yeso en repetidas ocasiones desde el siglo XVIII.
“Nada puede ser más favorable para mis estudios y ocupaciones literarias que mi actual residencia. Tengo una habitación en uno de los sitios más apartados del viejo palacio… No siento otra cosa que el ruido del agua y el canto de los ruiseñores”.