Boadella es un cómico, un provocador insolente, un intelectual comprometido, un pensador sutil, un valiente, un escritor descomedido y, ahora, un icono en España. Lo afirma Mario Vargas Llosa en el prólogo de ¡Viva Tabarnia!. «Nadie ha encarnado como él la lucha contra el independentismo catalán y nadie ha sido tan consecuente con sus convicciones democráticas y libertarias…».
Para Boadella, «Tabarnia –ese país imaginario habitado por catalanes no separatistas del que el propio Albert se declara presidente en el exilio– es una salida de emergencia frente a la desvergüenza de los nacionalistas. Es el impulso de decir: pensemos como pensemos, de derechas, de izquierdas o de centro, lo que si tenemos claro es que esto no es lo que queremos».
El catalanismo, señala, «es esencialmente xenofobia. Ya desde sus inicios en el siglo XIX supone una mirada de superioridad frente al resto de los españoles que son menos higiénicos, más cutres, imperialistas, dictatoriales… Hubo un momento, que fue ese tiempo formidable de nuestra Constitución que supuso la Transición, que pareció atenuarse y casi desaparecer. Pero unos desvergonzados, porque no se les puede denominar de otra forma, vuelven a reactivar y calentar ese virus que estaba cristalizado».
¿Qué circunstancias han favorecido ese resurgimiento?
Claro que las hay. Ha ayudado el traspaso de competencias de educación, por ejemplo. Siempre digo que hubiera sido preferible traspasar los tanques a la educación. A partir del parvulario empieza el adoctrinamiento, un adoctrinamiento que ya se ha convertido en doma. Uno se pregunta, perplejo, como se han permitido los textos absolutamente manipulados en los que se instruye a los alumnos. Ya en el año 1990 yo tuve que hablar con el director de la escuela de mi hija ante el adoctrinamiento a la que estaba siendo sometida. Lo supe a través de las cosas que ella contaba en casa y que me escandalizaban.
¿Por qué nace Tabarnia?
Siempre que se hable de Tabarnia no hay que obviar un cierto tono de humor, algo que no se debe perder nunca. Aunque tiene antecedentes, Tabarnia es básicamente consecuencia del 21 de diciembre. que produce un gran efecto al conjunto de los ciudadanos de Cataluña que no están en el delirio separatista o nacionalista. Provoca una gran amargura y provoca una catarsis rápida, urgente diría yo. Esa catarsis no supone la fundación de otro partido, sino buscar una salida en la que el humor juega un papel fundamental al satirizar constantemente lo que están haciendo los nacionalistas. Esa idea cobra una cierta fuerza y la gente se engancha. Tabarnia, totalmente al margen de los partidos políticos, incluidos los constitucionalistas, defiende una idea plural y de convivencia.
¿A dónde va a llegar esa iniciativa?
Es difícil saberlo como tampoco conocemos hasta donde van a llegar los otros. Cada día es una sorpresa. Cada día entramos más en la degradación moral y política de la sociedad catalana y realmente puede suceder cualquier cosa. Los que formamos Tabarnia estamos atentos a lo que va sucediendo para poner un espejo frente a los propios nacionalistas y, sobre todo, para consolar a los muchísimos catalanes que tienen que aguantar esa inmensa tabarra que ya lleva muchos años.
[1]Muchos españoles se han enterado ahora de que en Cataluña había un problema, pero la realidad es que ya dura la cuestión nada baladí que supone el problema más grave que ha tenido España desde la Transición. Tabarnia trata de oxigenar siempre desde la velada amenaza que apunta a que si vamos a jugar al derecho a decidir tendremos que decidir todos. Queremos representar una especie de esperanza ante el tsunami que podría suceder, aunque estoy convencido que no se va a producir.
¿De quien es la responsabilidad de la situación actual?
Los que hemos sufrido años y años en este territorio tenemos la impresión de que hemos estado olvidados totalmente por los gobiernos. Es más, a veces hemos tenido la sensación de que los gobiernos de España han estado contra nosotros, contra los que estábamos enfrentados al nacionalismo. Hemos sentido la desprotección total en todos los sentidos. Se ha hecho muy mal y las responsabilidades de los distintos gobiernos son inmensas, incluido el actual Gobierno, que también lo ha hecho mal.
Se podía haber evitado llegar a donde estamos. No habría pasado lo que ha sucedido y lo que puede llegar a suceder. Estamos pagando muy cara la falta de decisión del Gobierno presidido por Rajoy. Tan cara que los que seguimos viviendo allí y no estamos de acuerdo con el desastre que se está produciendo tenemos que soportar insultos, amenazas, etc. Territorios extraordinarios y abiertos han quedado arrasados por la labor de una inmensa secta que en este momento está perfectamente domada. Personalmente he conocido a muchos de los que ahora están reavivando el virus que está provocando la catástrofe que estamos viviendo. Una situación cuya fuerza radica en el odio a lo español y al español.
¿Se pudo evitar?
Ha habido por todos lados oportunidades de revertir esa situación, pero se ha mirado hacia otro lado. Hay que recordar al Sr. Zapatero diciendo que se haría lo que decidiese el Parlamento catalán saltándose al español. O al Sr. Aznar, dejando pasar la ley de política lingüistica impidiendo que se interpusiese un recurso al Constitucional, que deriva en que hoy se pueda multar a quien ponga un rótulo en castellano. Como esos, cantidad de responsables de que se haya caído en el complejo absurdo y absolutamente ignorante de considerar a Cataluña como víctima. ¿Pero víctima de qué? Los nacionalistas han sabido transmitir la falsedad de que han sido las víctimas del franquismo. No Andalucía o Extremadura, sino Cataluña. ¡Manda huevos!
(Cuando se le plantea la posibilidad de que pudiera estallar un conflicto violento en Cataluña, Boadella se muestra casi seguro de que no: «es difícil sustentar que una parte de la sociedad catalana se levante. No creo que la quema de neumáticos o la detención de trenes vaya a más porque no estamos en los años 30 y una gran mayoría de las personas tiene mucho que perder, algo que entonces no sucedía. Eso ha cambiado y, además, si se aplica la ley con justicia y con rigor, no veo problema. Eso si, siempre que no haya una potencia exterior interesada en darle más leña al fuego.
Dicho ésto y cuando alude al inmediato futuro lamenta que «seguiremos en este estado de degradación moral y política no sólo de los políticos, sino también de la sociedad. Hay una parte importante de la sociedad que está anclada en esa degradación. Los valores han desaparecido y sólo está atenta al odio. Como he dicho, su fuerza y su unión se basa en el odio a todo lo español. Un país, para ellos, de dictadores e intolerantes. Eso une mucho. Estructuran una especie de catecismo. Mentiras muy bien redactadas por parte, por ejemplo, de TV3 que, a mi entender, es una cadena claramente golpista pues constantemente está generando un ánimo golpista. El 155, que no ha mostrado más que la puntita, no ha llegado a introducirse donde tenía que hacerlo en primer lugar»)
¿Cómo se cura esta situación?
Las leyes están para algo. Esto se para con la ley, con la democracia, con la Constitución. Comportándose España como es, un país democrático de grandes libertades. Un país que se rige por el imperio de la ley. No hay otra salida que esa. Hay que aplicar de verdad leyes que impidan que esto pueda repetirse. Si la Constitución no tiene fuerza para ello hay que construir leyes que salvaguarden la libertad de este país que supone, además, salvaguardar la libertad de Europa. Todo esto tiene mucho que ver con Europa. No olvidemos que Cataluña puede ser una brecha mortífera para los conflictos de Europa. Es un peligro real. Por eso hay países o regiones interesadas en avivar esta situación para desmontar parte de lo que es la Unión Europea.
El humor como herramienta de agitación. ¿Lo ve así?
Toda mi vida he practicado el humor. Mi obra teatral se ha construido sobre tragedias divertidas. He utilizado muy intensamente el humor político protagonizado, entre otros, por el gran inductor de lo que está sucediendo, que no es otro que Jordi Pujol, que me obligó a realizar tres versiones de la obra Ubú, que lo retrataba satíricamente. Este humor mostró el ridículo espantoso que suponía el nacionalismo. El humor no tiene límites. Se puede hacer humor sobre todo, sobre cualquier tema, incluso sobre la muerte, como una especie de desafío a los dioses.
(Boadella lamenta que se adhieran al sentimiento separatista personas instruidas: «Lo que sucede porque hablamos de una enfermedad colectiva. Con toda distancia y prudencia podríamos hablar de la Alemania de los años 30, donde había cantidad de profesores de universidad, filósofos, artistas y profesionales muy formados que creyeron en la cloaca del nazismo. He visto a personas sensatas transformarse a unos niveles de fanatismo inimaginables. Es muy preocupante aunque tranquiliza ver que cada vez hay más anticuerpos frente a ese delirio».)
Y Albert Boadella, valiente y directo pese a las amenazas a las que se ve sometido, da por concluida la conversación y se dirige hacia Tabarnia, un espacio que, entre la ficción y la realidad, dibuja para tantos un horizonte de esperanza.