Málaga esconde una admirable paradoja: la de ser una de las ciudades más antiguas de Europa y al tiempo una de las ciudades más modernas. Es el Conjunto Histórico malagueño, huella de lejanas civilizaciones, y es esa puerta siempre abierta al futuro, Ciudad de la Ciencia y la Innovación. Es el Mediterráneo y la tradición, historia y cultura. Y es, en definitiva, el cerro de Gibralfaro: vivir de cara al mar desde la más lejana Historia, un mar que es símbolo de su apertura al mundo.
Desde esta orilla mediterránea se entiende mejor aquel propósito esperanzador del poeta malagueño Manuel Alcántara, que deseaba aquí para siempre, a la “sombra de una barca”, “soñar con la alegría”. Estamos por tanto en un magnífico entorno para el reconocimiento a los mejores artistas, a los que hoy reciben la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes en agradecimiento a su obra, a su itinerario artístico, a su talento.
Y nos alegra que este lugar consagrado a las artes, conocido como “El Cubo” de la sede malagueña del Centro Pompidou, nos acoja hoy, recién renovada la presencia de su colección permanente hasta el 2020. Esperamos y deseamos que, parafraseando el título de la colección, continúe el vínculo del Pompidou con Málaga, Andalucía y España, y que ese deseo no quede en mera “utopía moderna”, sino en una bella realidad por muchos años más.
Los pensadores clásicos nos han enseñado que tanto la filosofía como el arte conciernen a la verdad, aunque difieren en el camino que les conduce a su búsqueda: mientras la filosofía se dirige a la inteligencia, las artes apelan además al sentimiento. Aunque no son caminos excluyentes porque, como sabemos, la experiencia artística y la filosófica a menudo terminan entrelazándose, enriqueciéndose mutuamente.
Es en el siglo XVIII cuando comienza a extenderse la expresión bellas artes en un sentido aproximado a como hoy lo conocemos. Una expresión que procuraba resaltar que el objeto del arte bello es, justamente, la producción de belleza. Esa experiencia estética que percibimos al contemplar las grandes obras artísticas es lo que Platón y Aristóteles consideraban la percepción de la belleza o, en una palabra: sentirla.
La filósofa malagueña María Zambrano, la primera mujer ganadora del Premio Cervantes, en 1989, consideraba que “la cultura” era el “despertar del hombre”. Esa es precisamente la consecuencia de aquello que los antiguos pensadores griegos identificaron como una experiencia sensorial: por lo general el arte nos interpela, nos despierta, nos habla al oído. Y “la acción de preguntar”, escribía también María Zambrano, “supone la aparición de la conciencia”. Y a ese estímulo, a esas preguntas, a esas sensaciones que nos sugiere la obra de arte, respondemos con la reflexión y, en definitiva, con la formación de un criterio propio.
Por eso, concluimos que el arte nos hace más libres al tiempo que la cultura nos debe hacer más fuertes como sociedad; como sabemos bien los españoles, que sumamos tantos siglos de Historia compartida y tan larga tradición de historia artística y cultural en común, dentro de la diversidad que también caracteriza a nuestro país.
De modo que, ¡cuánta importancia tiene en estos días vuestra labor artística! Con ella −cada uno de vosotros− contribuís a la formación de esa historia común, la de la cultura española, y hacéis de nuestra sociedad un hábitat de libertad, de diversidad, de belleza compartida.
El arte definitivamente nos acerca. Algunos de los galardonados habéis nacido en España, otros procedéis de países lejanos en kilómetros pero cercanos, en cualquier caso, por los sentimientos de hermandad, por el vínculo de nuestra lengua global, el español, y por la cultura que compartimos todos en el seno de la Comunidad Iberoamericana. No nos importa la distancia física porque entre el conjunto de vuestras obras no existe, en este sentido, separación alguna. Esa es la magia de las Bellas Artes a las que, desde las disciplinas más variadas, habéis consagrado vuestras vidas.
El arte ─vuestro oficio─ nos hace mejores; más sensibles, más unidos, más ilustrados, más críticos, más libres. En palabras del poeta Gustavo Adolfo Bécquer: “el espectáculo de lo bello, en cualquier forma en que se presente, levanta la mente a nobles aspiraciones”. También por esa labor transformadora de la sociedad a través de vuestras obras, debemos una gratitud especial a vuestra creatividad y a vuestro esfuerzo.
Porque hay algo innato en la genialidad, en el talento, de cada uno de vosotros. Pero es solo un comienzo, una pequeña semilla. Con las trayectorias que acumuláis, sabéis mejor que nadie que esa semilla del genio hay que cuidarla cada día, alimentarla con el esfuerzo, con el trabajo, con el estudio, con la experiencia y con la constancia. Permitidme por ello afirmar que es así como habéis conocido el éxito; un éxito que hoy en justicia reconocemos y elogiamos.
El arte es testigo y cronista de los siglos. Con vuestros dones y sacrificios, de la mano de la inspiración y la creatividad, habéis aportado trabajos y obras que acrecientan el acervo cultural de nuestro tiempo, dejando vuestra huella ─que hacemos nuestra─ para la posteridad, “con la eterna intemporalidad de los hechos”, en expresión del poeta malagueño José Antonio Muñoz Rojas.
En definitiva, estas Medallas de Oro al Mérito en las Bellas Artes por las que hoy la Reina y yo queremos felicitaros con todo afecto, son el agradecimiento conjunto de toda España a vuestra labor y a todos los momentos de felicidad, diversión, reflexión y erudición que habéis propiciado ─y sin duda seguiréis propiciando─ con la belleza de vuestras artes.
Enhorabuena y muchas gracias a todos.
Palabras de Su Majestad el Rey en la entrega de las Medallas de Oro al Mérito en las Bellas Artes. Centre Pompidou de Málaga, 06.02.2018