La Cambra del Llibre de Catalunya –institución que abarca los gremios de editores, libreros, distribuidores y de artes gráficas de la comunidad– y el Gremi de Floristes, con el apoyo de la Fundación Bancaria ”la Caixa”, promueven esta candidatura con la voluntad de obtener el reconocimiento internacional para una «fiesta integradora, que fortalece las relaciones sociales y desempeña un papel importante en el mantenimiento y el fomento del diálogo entre las diferentes culturas».
España fue el primer país en instaurar la «fiesta del libro». El origen de la iniciativa surgió de Cataluña, y se remonta al escritor y editor valenciano Vicente Clavel, quien sedujo a la Cámara del Libro catalana, presidida entonces por Gustavo Gili, para promover un día dedicado al libro. Fue en 1926, a petición de la Cámara Oficial del Libro de Barcelona, cuando Alfonso XIII firmó un real decreto que instauraba el 7 de octubre como Día del Libro, fecha en que se sitúa el nacimiento de Miguel de Cervantes. Cuatro años más tarde, en 1931, a petición de los libreros, se trasladó la fecha al 23 de abril, para conmemorar la muerte del mismo autor, así como la de William Shakespeare.
En 1995 la UNESCO convirtió este día en una celebración mundial a petición del Gobierno español y dando seguimiento a la proposición de la Unión Internacional de Editores. Desde entonces, el 23 de abril se reconoce en todo el mundo como el Día Internacional del Libro.
En Cataluña, el Día del Libro adopta un carácter popular especialmente marcado a partir de 1931. Las calles se llenan de puestos, los libreros envían cartas a maestros y escuelas, editan carteles promocionales y proponen a la gente que salga a la calle y compre libros; se hacen descuentos y, poco a poco, todos los municipios de Cataluña hacen suyo el día de Sant Jordi, la gran fiesta de la rosa y el libro.
La devoción por san Jorge se inició en la Corona de Aragón durante la baja edad media, bajo el influjo del ambiente generado en las cruzadas. En Cataluña, con el rey Pedro el Católico, en 1201 se inicia una larga tradición de los condes catalanes de protección de órdenes y cofradías bajo este patronazgo. La propuesta de convertir esta fecha en fiesta de precepto se formula en 1436 en las Cortes de la Generalitat, pero no se hizo efectiva hasta 1456. En la actualidad, no es un día festivo y, en cambio, es la gran fiesta de Cataluña.