Patricia Arquette o Emma Watson son algunas de las caras internacionales que se han movilizado en los últimos meses para acabar con esta desigualdad. En España, otras artistas como Icíar Bollaín, Laura Freixas, Isabel Coixet o Pilar Jurado luchan cada día desde diferentes asociaciones (Clásicas y Modernas, CIMA o Mujeres en la Música) con datos, estudios y análisis para poner solución al problema. En esta sintonía, la semana pasada se celebró en Madrid el Encuentro Internacional ¿Es una quimera la igualdad hombres-mujeres en las artes?, en el que diferentes colectivos y representantes institucionales se dieron cita.
“Las mujeres en la cultura son invisibles, pero, además, su invisibilidad es el problema invisible”, dice la escritora y presidenta de Clásicas y Modernas Laura Freixas. Ante esa “desigualdad flagrante” es básico conocer los datos. Entre ellos, que los públicos y que los estudiantes universitarios de carreras que tienen que ver con la cultura son en su mayoría mujeres, pero que la cima siempre es predominantemente masculina. “A medida que se va subiendo en la pirámide hay menos mujeres, como en todas partes, pero no sé por qué existe el espejismo de que la cultura es distinta”, comenta. “Ser hombre tiene un plus y da puntos en cultura y en todo lo demás”.
Así hay ejemplos comunes a todas las profesiones y también algunos muy específicos. La pianista catalana María Parra Peñafiel cuenta su experiencia. Le han llegado a decir que “en casita con sus hijas estaba más guapa” y cree que en muchos casos se utiliza la maternidad como excusa para arrinconar a las mujeres. Ana Fernández-Villaverde, más conocida como La Bien Querida y que además de músico es pintora, afirma que en este segundo terreno lo ha notado muchísimo más a nivel económico y de reconocimiento: “Los artistas son los hombres y las mujeres hacemos manualidades”.
¿A qué se enfrenta la mujer?
Freixas habla de la existencia de un imaginario histórico que identifica al genio como masculino, dotando al talento artístico con unas características esencialmente masculinas, como la autoafirmación, el egocentrismo, la ambición, la provocación o la promiscuidad. “En cambio, en una mujer todas ellas están mal vistas y se les disuade de ejercerlas”, añade.
Mercedes Ferrer, compositora, cantante y directora institucional de Música de la Fundación SGAE, plantea “la ocultación de la identidad femenina” o el hecho de que “no te dejen evolucionar a través de tu identidad y que tengas que plantear una falsa”. Esto es fruto de que hasta ahora se había relegado a la mujer al ámbito de lo privado y sólo el hombre se movía en el público. Para ella, «a día de hoy, la verdadera identidad de la mujer en el rock permanece oculta. No sabemos realmente qué es una mujer dentro de él porque hasta ahora lo que se han manejado son unos arquetipos relacionados con el sexo». «También se da mucho el de la niña mona sin cerebro que las propias compañías discográficas han obligado a las artistas a adoptar».
Al tratarse de profesiones mediáticas, la difusión es esencial y en ella recae otra de las grandes desigualdades. “Es en la transmisión donde se cortan muchos canales. No se da el mismo tratamiento informativo a las obras de las mujeres que a las de los hombres ni el mismo apoyo desde las instituciones”, asegura Margarita Borja, autora y directora teatral, y vicepresidenta de la Asociación Clásicas y Modernas. Así, por ejemplo, las 20 películas más caras de la historia del cine español han sido dirigidas por hombres. También todas las películas nominadas a los Goya en 2015 estaban realizadas por hombres y todas contaban con gran presupuesto. Si éste determina en gran medida el éxito de la película por la difusión que conlleva, en general contar con pocos fondos suele implicar menos repercusión.
Las cifras en literatura también son desoladoras y señalan sólo un 22% de reseñas de libros escritos por mujeres en 2014 y un 19% de reseñas firmadas por ellas. Dentro de este campo existe, además, una extendida corriente que habla de literatura femenina, entendida casi siempre como algo peyorativo. “Es pura ideología fruto de la cultura patriarcal y no tienen ninguna base”, dice Laura Freixas. “Lo que sí existe”, apunta, “es una literatura de mujeres igual que existe una de hombres con algunas características propias”. Sin embargo, para ella tampoco son equivalentes porque “por razones históricas la de hombres se ve a sí misma como universal y no tiene conciencia de ser masculina, y en cambio, la de mujeres, como pasa con la afroamericana o la judía, parte de una aguda conciencia de la identidad como algo polémico”.
¿Existen soluciones?
En España, el 98% de los responsables institucionales se manifiestan en favor de la igualdad, pero sólo el 18% de ellos ha dispuesto un plan específico que la tenga como meta. Para Margarita Borja “es algo muy grave”. “Es como si alguien incumple las normas de tráfico. Es serio porque afecta a la vida diaria. Ahora hay una conciencia clara de que la igualdad es necesaria, pero surge otro problema, el de a mí que no me pongan la tarea porque no lo voy a hacer”, explica.
Por eso cree que la solución pasa por tomar una serie de medidas que hagan de la Ley de Igualdad una realidad. Una de las finalidades del encuentro internacional celebrado en Madrid ha sido convocar a partidos políticos y a representantes de las estructuras de producción, dependientes de la Administración, para darles a conocer diferentes propuestas que se están llevando a cabo con éxito en otros países.
Entre ellas se encuentra la firma a una ‘adhesión’, una especie de propósito de buena voluntad para crear ‘Temporadas de Igualdad’ que se celebrarían de septiembre a junio. En Francia se han llevado a cabo en cien teatros desde la temporada 2011-2012 y los datos son alentadores. El Rond-Point de París, por ejemplo, consiguió en 2014 un 36% de directoras, autoras y coreógrafas; el Gérard Philipe, también durante el año pasado, ha llegado al 42% de autoras y directoras; y el Teatro de la Bastilla y la Comédie de Béthune, al 38% y al 52%, respectivamente, en 2013.
En el terreno educativo se podrían llevar a cabo medidas parecidas a las adoptadas en la Academia de Arte Dramático de Malmö, en Suecia, y que han quedado recogidas también en el Encuentro. Hace 15 años una alumna del último curso denunció no haber recibido la misma formación que sus compañeros actores. Argumentó que se sentía incómoda porque hablaba muy rápido y nadie le había corregido, que no tenía demasiada presencia en escena y que había actuado siempre en papeles secundarios. Este episodio provocó una reacción y hoy el repertorio y el reparto es elegido en paridad, aunque para llegar a ello se requiera de un largo proceso, como contar los minutos y las líneas de texto de los personajes. Más tarde, en 2006, las cuatro academias de teatro nacionales se pusieron de acuerdo para tomar conciencia sobre la construcción de la masculinidad y feminidad en escena y hoy van más allá de los minutos o las frases y ofrecen una visión de la obra crítica e innovadora que se refleja en el público.
Una mayoría
El proceso pasa en parte por aquello que muchos llaman “discriminación positiva” y que trata de paliar una situación de desigualdad flagrante. “En otros colectivos estas ayudas se aceptan sin ningún problema y todo el mundo lo entiende. Cuando se trata de mujeres el prejuicio está mucho más enraizado. ¿Por qué? Supongo que es porque somos la mitad de la población e inspiramos más desconfianza que un grupo minoritario”, contesta Laura Freixas.
Para Concha Hernández, directora del Festival Ellas Crean, este tipo de iniciativas siguen siendo necesarias porque muestran que hay mujeres que escriben, mujeres que componen, que cantan, que dirigen películas y que no están representadas en el mundo real. “Ellas Crean tiene un papel reivindicativo pero también es una fiesta. Escogemos a mujeres pero no por su condición, sino porque en ellas hay una calidad. No es un contenedor más”, matiza.
“Creo que hay que ver la presencia de la mujer en las artes con naturalidad. Además, igual que ella debe estar más presente en el ámbito de lo público, el hombre debe también estar presente en el de lo privado. Es un enriquecimiento mutuo y todo consiste en compartir”, explica.
Sin embargo, para las asociaciones es fundamental que se aplique el Artículo 26 de la Ley de Igualdad Orgánica y Efectiva de 2007, referido a la igualdad en la creación y producción artística e intelectual, y creen que para eso son necesarias cláusulas sancionadoras. También la creación de comisiones paritarias en todos los ámbitos de la creación, medidas transversales y sistemas de mentoring que fomenten las iniciativas de jóvenes creadoras. Además recuerdan que nada de ésto puede hacerse sin fondos.
“El avance nunca se produce por sí solo. Lo hacemos las personas con conciencia, con ganas de hacer cosas, con ideas claras, con datos en la mano. El avance depende de eso y es muy peligroso creer, porque es falso y contraproducente, que las cosas se consiguen sólo con tiempo”, afirma Freixas. “El voto femenino, por ejemplo, no lo consiguió el tiempo, lo consiguió Clara Campoamor. Creíamos que con eso y el creciente ingreso de mujeres en las facultades de Letras o Bellas Artes la igualdad vendría por sí sola pero no ha venido”.