Alfaro siempre ha creído que el teatro atraviesa malos momentos, pero no por ello hay que dejar de moverse buscando la forma de conseguir el objetivo. Defiende un teatro que prima la creación por encima de otros intereses y lo entiende como servicio público. Destaca por su amplia trayectoria profesional como director, aunque también ha dado pasos como actor, escenógrafo y diseñador de iluminación. Se inició en una época confusa, plena Transición, acontecimiento que también pesó sobre las artes y produjo una desubicación cultural. A sus 18 años se introdujo en el ámbito teatral a través de la academia de Díaz Zamora y acabó sus estudios en Londres tras finalizar la Diplomatura en Dirección de Escena.
Completó su formación en varios teatros de Europa y regresó a Valencia, donde fundó su propia compañía, Moma Teatre, en 1982. Este proyecto que inició en solitario tenía vocación de teatro público aunque la gestión fuera privada, sin perder el sentido de taller y dejando de lado los intereses mercantilistas que pudieran imponerse a su línea de trabajo. Posteriormente creó su propio espacio teatral, el Espai Moma, que cerró en 2004 y colabora con La Abadía de Madrid y el Teatre Nacional de Catalunya de Barcelona.
Ha sido varias veces vencedor del premio a la Mejor Dirección Teatre de la Generalitat de Valencia por obras como Cas Woyceck, Metro o Cándido, dos premios ADE al mejor director por Cas Woyceck y El arte de la comedia, premios al mejor espectáculo de la temporada por Nacidos culpables y La caída, entre otros. Ahora obtiene el Premio Ceres al Mejor Director, que en ediciones anteriores había recaído en Miguel del Arco (2012), Sergio Peris-Mencheta (2013) y Magüi Mira (2014).