Como introductor por parte de la Academia, el crítico musical García del Busto elogió la sólida trayectoria del pianista y evocó sus cualidades profesionales y humanas. En su laudatio destacó especialmente la vocación investigadora de Achúcarro, derivada de la consciencia de que la música importante guarda sutiles matices en sus partituras, sólo desvelados a través de una paciente investigación. Esa forma de abordar la práctica musical se basa en una búsqueda constante “en pos de los contenidos musicales y expresivos más emocionantes y verdaderos que residen en cada partitura y hacen de ella una obra de arte”. La búsqueda de la verdad es la esencia del modo de entender la música por el maestro; en palabras de García del Busto, perseguir “la verdad musical y hacerla aflorar, para sentir su profundo contenido y comunicarlo a los oyentes, a quienes hay que emocionar más que deslumbrar”.
En su discurso de ingreso, titulado Música y lenguaje, hermanos, Joaquín Achúcarro aludió a los componentes esenciales de la emoción, sensación y estado de ánimo para enfrentarse a la creación artística. Centró sus palabras preliminares en anticipar los motivos que le impulsaron a escoger a Debussy y Ravel para interpretarlos en el acto de su ingreso. Además de conmemorarse el centenario del nacimiento de Debussy, Achúcarro señaló que ambos compositores “dieron un vuelco a la manera de entender la emoción musical, haciendo pedazos las reglas de la armonía tradicional”.
Como continuidad a sus palabras, el repertorio escogido por el pianista comenzó con dos Preludios de Claude Debussy, Voiles (Livre I) y Brouillards (Livre II). Continuó en su parte central con otra pieza del gran compositor francés, Soirée dans Grenade del tríptico Estampes y, sin interrupción, el Homenaje a Debussy de Manuel de Falla, donde precisamente el maestro español cita unos compases de esa evocación nocturna granadina de Debussy. Para concluir el programa, los complicadísimos pasajes de Alborada del gracioso, cuarta pieza de la suite Miroirs de Maurice Ravel.
Achúcarro ha expresado en varias ocasiones su manera de entender la interpretación pianística: “Yo siempre he buscado la verdad que hay debajo del virtuosismo. No he querido apabullar con exhibiciones atléticas sino convencer sugiriendo la belleza y el misterio de la música”.
Intensa y modélica carrera
La intensa y modélica carrera pianística de Achúcarro le ha valido la mejor reputación nacional e internacional. Ofreció su primer concierto con apenas trece años, interpretando a Mozart acompañado por la Filarmónica de Bilbao. Su victoria en el Concurso Internacional de Liverpool de 1959 y las críticas entusiastas en los periódicos londinenses tras su debut con la London Symphony en el Royal Festival Hall marcaron el inicio de su carrera internacional.
Desde entonces ha protagonizado una ininterrumpida actividad concertística en las principales salas de concierto del mundo –Avery Fisher Hall, Berlin Philharmonie, Carnegie Hall, Concertgebouw, Kennedy Center, Musikverein, Royal Albert Hall, Festival Hall, Barbican, Salle Gaveau, Salle Pleyel, Teatro alla Scala, Suntory Hall, Sydney Opera House…–. Ha ofrecido numerosísimos recitales y actuado como solista con más de doscientas prestigiosas orquestas –Berlin Philharmonic, Chicago Symphony, New York Philharmonic, Los Angeles Philharmonic, La Scala di Milano, Sydney Symphony, Sta Cecilia di Roma, London Philharmonic, London Symphony, Phiharmonia, BBC, Orchestre de Montreal, National de France, Yomiuri, Tokyo Philharmonic, Tokyo Symphony, RIAS Berlin, Tonkünstler Wien, Nacional de Chile, de México, de Colombia, de Venezuela o las principales orquestas de España…–, bajo la batuta de directores de la talla de Claudio Abbado, Adrian Boult, Riccardo Chailly, Colin Davis, Zubin Mehta, Yehudi Menuhin, Seiji Ozawa o Simon Rattle.
Tan dilatada y excelsa trayectoria musical le han valido numerosas distinciones; entre otras muchas, el Premio Nacional de Música (1992), la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes (1996), el título de Artist for Peace por la UNESCO en reconocimiento a su “extraordinaria labor artística” (2000), la Gran Cruz del Mérito Civil (2003) o el nombramiento de Accademico ad Honorem de la Accademia Chigiana de Siena, de cuya cátedra fue titular entre 1989 y 2011.
Desde agosto de 1989 imparte la cátedra de piano Joel Estes Tate de la Southern Methodist University en Dallas, donde ha formado a más de un centenar de pianistas ya consolidados en el panorama de la interpretación musical. En 2008 se creó en Dallas la Fundación Joaquín Achúcarro “para perpetuar su legado artístico y docente”, ayudando a jóvenes pianistas en el inicio de sus carreras.
En homenaje a su trayectoria universal, en 2012, la International Astronomical Union (IAU) acordó otorgar a un miniplaneta el nombre “Joaquín Achúcarro”. Tres años más tarde, la revista francesa Diapason incluyó una grabación del maestro entre “les 100 plus beaux disques de piano de tout les temps”, junto a Rachmaninov, Horowitz, Rubinstein, Cortot, Richter, Arrau, Gilels, Gould, Brendel, Argerich, Pollini o Zimmerman.
Achúcarro continúa ofreciendo, a sus 85 años de edad, conciertos muy exigentes, con compromisos para las próximas temporadas en varios países. Cabría aplicarle los mismos calificativos que él eligió cuando le preguntaron las razones de su admiración por Rubinstein: “la cantidad de vitalismo, arte, energía, poesía y humanidad que pone cuando toca”.